Qué envidia me dan los autores, he de reconocerlo. Esa ambición por trascender al día a día y entrar en el etéreo reino de lo profundo y lo verdadero. También por la ilimitada posibilidad de invención y, especialmente, envidio su tiempo. Envidio todo ello, todo aquello vetado al periodismo, pero sin duda anhelo más el factor tiempo. Pensar (o transmitir un sentimiento, o una sensación) requiere concentración y concentración requiere atención ininterrumpida. Un escriba de la actualidad como yo está sometido a la trituradora del instante, con universos generalmente de 24 horas de vigencia, y amenazado siempre con la posibilidad de que los árboles tapen el bosque.
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