Personajes petrerenses (I): Don Miguel Amat Maestre

Los dos últimos años en los que mantuvo el conocimiento son estremecedores. Es la lucha constante entre el ansia de supervivencia, de permanencia a través de la fama literaria, y la consciencia del ser que muere olvidado por todos y carcomido por una terrible enfermedad psíquica. Alguna de sus cartas a su sobrino son, sencillamente, impresionantes:

«Estoy muy mal. El mal del cerebro ha apretado y todo se pierde. ¡Yo sucumbo sin paz ni sosiego! Todo se pierde.

Saber que tenemos órganos vegetativos y órganos de relación, pues bien, los primeros los tengo buenos, pero sin poder alimentarlos. Los segundos: cerebros, nervios, los tengo dormidos.» 8-XI1-92

«Estoy muy sólo, si te vinieras me harías un gran favor. Me aumenta la inflamación de la cabeza y por tanto los sufrimientos. Vente.» 17-11-92

«Sufro muchísimo. Los calambres a los tobillos y pantorrillas son horribles, horribles. ¿Qué misterio será éste, Pepe?». Sin fecha.

«Paso unas noches terribles y no tengo otro remedio sino estar con la pluma en la mano a todas horas. ¡Qué desgracia!, ¡qué crimen!». Sin fecha.

«Estoy fatalísimo. Muero rabiando.» Sin fecha.

«Tengo el convencimiento de que mi obra (El Amor Cristiano) puede hacer mucho bien, pero se creen todos que está escrita por un loco y ni siquiera me contestan dándome las gracias. Si estuviese afiliado a un partido… No tengo ilusión de nada. ¿Qué han hecho de mí? ¡¡Y muero loco!! No. Muero destruido, descalabrado y envenenado». 19-4-94

«Lo que me sucede, Pepe, es muy extraordinario. Ni tomo más alimento que «gícaras» de caldo y leche, y alguna pequeña galleta, ni duermo más que algunos minutos, y estoy tan débil que hace 26 días que no he puesto los pies en la calle porque no puedo andar.

Pero lo peor es que como no puedo estar quieto, y el pensamiento es tan listo, para distraerme estoy siempre escribiendo: no cualquier cosa sino componiendo versos. Hace cinco o seis días que no he parado en las 24 horas del día más que algunos minutos que a intervalos duermo por las noches.

No sé qué decirte, que vengas o no vengas. Creo que me dará mucho sentimiento verte, pero te quiero tanto y tanto…» 24-6-94

«Mi situación es horrible. No puedo tomar ni caldo ni leche; y sin embargo mi estómago está bueno, pero no funciona porque no le puedo dar alimento. La tirantez, sequedad, dolor y debilidad de la cabeza son irresistibles. Como mi debilidad es tan grande, apenas puedo tenerme en pie, y sin embargo, el deliro, el desasosiego me obligan a andar, para ver si puedo apartar de mi los tristísimos pensamientos que me acosan. Un mar de moscas no me deja tener las manos sobre el papel.

Me quejo al criador de mis grandes sufrimientos y de su impasibilidad y de la tristísima suerte que me espera, sin hijo, (¿qué será de él?), sin amigos, sin médico, sin sacerdote y sin… nadie.» 25-6-94. (15)

Y a pesar de tanta angustia, de tanto dolor, o precisamente para escapar de él, en esos dos años, y sin contar con los largos intervalos invernales en los que la enfermedad le postra en la inconsciencia, escribe cientos de poesías, reordena las anteriores, publica varios libros y folletos; termina, pero no publica, al menos seis libros y folletos más; edita y dirige 13 números de una revista pedagógica «La Educación Católica», manda a periódicos de toda España múltiples artículos sobre la más variada temática.

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