Los comienzos de siglo no fueron nada fáciles para la gente de Petrer, pueblo alfarero y agricultor, enraizado en una tierra seca y mísera. El porvenir dibujaba un horizonte nada halagüeño que pasaba en muchos casos por la emigración a otras tierras, incluso extranjeras. La incipiente industria zapatera de Elda, sirvió de base para que en Petrer, unos jóvenes inquietos formaran una élite empresarial que cambió radicalmente el panorama. De entre ellos, y en el primer tercio del siglo XX, los hermanos Luis y Ricardo Villaplana configuran una perfecta dualidad, que impulsó la creación de la fábrica más importante de nuestra población.
Luis y Ricardo Villaplana proceden de una humilde familia de tendencia liberal, cercana a las tesis socialistas, influencia que formará el carácter de los dos hermanos. Luis Villaplana Reig entra a trabajar en la fábrica de lonas que estaba situada cerca del pantano de Elda, es encargado de la limpieza de las calderas, pero eso no colma sus inquietudes y le pide a Luis Salas, uno de los propietarios, que lo traslade a los telares; a los doce años estaba al cargo de tres máquinas.Posteriormente abandona la fábrica de lonas y comienza su trabajo en la industria del zapato. Luis subía la «tarea» desde Elda de la fábrica de Peláez. Como en el trabajo era ligero pidió aumento de sueldo y como no se lo dieron, se puso por su cuenta a fabricar «bacoretes» cosidos a punto de espada.
De espíritu indomable y a la busca de nuevos horizontes, Luis Villaplana abandona Petrer en marzo de 1913, y junto a su mujer, Isabel Plan, se traslada a Madrid donde se dedica a la fabricación artesanal de zapatos y se emplea en el Parque del Retiro en el mantenimiento de las embarcaciones que allí había, hospedándose en una fonda de una señora de Elda. Ese primer año en Madrid fue muy duro, tanto que, el primer hijo del matrimonio falleció victima de las necesidades que pasaron . Gracias a la amistad de la dueña de la fonda con personas importantes de Madrid, comenzaron a fabricar zapatos a medida para gente pudiente. También fabricaban «bacoretes» que vendían en la acera de su fonda. Su hermano Ricardo le sigue y se emplea como remero del estanque, allí traba amistad con el Presidente del Gobierno Eduardo Dato, que cuando sus obligaciones lo permitían, iba al Estanque y preguntaba por un joven al que conocía con el sobrenombre del «che», por lo mucho que Ricardo abusaba de esa expresión valenciana. El «che» era el encargado de pasear por las tranquilas aguas del Retiro a D. Eduardo Dato y, aunque esa anécdota la refirió algunas veces, nos queda la duda de sobre qué hablaban Ricardo y el Presidente del Gobierno, de tendencias políticas tan dispares.
Luis conoce un día a Felipe Garcero, dueño de varias tiendas de zapatos en Madrid, que le propone que todos los pares que le pudiera fabricar, se los compraría. Con los retales que tenía, fabrican unos cuantos pares, pero Felipe Garcero le pide más, a lo que Luis constestó que no tenía dinero para comprar los materiales, y aquel le dijo que no se preocupara, que él lo financiarla. Como la cosa iba cada vez mejor, Luis decide trasladarse a Petrer con su mujer y hermanos y comenzar la fabricación de zapatos en plan industrial. Según Salvador Pavía, en 1914 ya existe documentación escrita sobre una industria de cuatro operarios que se dedica a la fabricación del calzado, a nombre de Luis Villaplana, que toma un rápido auge, gracias a dos hechos fundamentales; por una parte Felipe Garcero siguió comprando todo lo que le mandaban, por otro lado, la Primera Guerra Mundial supuso para la industria del calzado una época dorada. También venden zapatos en los mercados de las poblaciones cercanas, siendo en un principio el padre el que se dedica a la venta y posteriormente es un hermano. Sentó, el responsable de ese cometido. La fábrica tiene dos marcas, Luis Villaplana y Vilia (Vicente y Amalia padres de Luis).
La cosa debió funcionar bien porque en el año 1921 se inaugura la primera nave industrial, con la que tanto habían soñado Luis y Ricardo, en la calle Gabriel Payá y que en los años 30, llegó a contar con más de 350 operaríos, una producción cercana a los 1.500 pares diarios y dos cabezas visibles, Luis Villaplana, encargado del funcionamiento de la maquinaría y la fabricación, y Ricardo Villaplana, encargado de la administración y comercialización. En 1933 Calzados Luis Villaplana se constituye en sociedad, con el nombre de Calzados Luvi S.A., con tres propietarios a partes iguales que eran Luis Villaplana, su hermano Ricardo y la parte del padre, que heredan los hermanos y a la que Luis y Ricardo renuncian. Posteriormente van adquiriendo la parte de los hermanos, quedando definitivamente Luis y Ricardo como únicos propietarios de la empresa.
Los caracteres complementarios, profundamente unidos, dos personas autodidactas en sus respectivos quehaceres lograron crear el mayor emporio industrial de aquellos años en Petrer. De fuerte personalidad, dejaron impronta de sus actos. Pero vayamos por partes.
Luis Villaplana, como parte de su familia, tiene influencias cercanas a las socialistas, aun así, es nombrado Alcalde de Petrer en 1925 durante la Dictadura de Primo de Rivera, entre otras cosas, porque era el mayor contribuyente de nuestra población. El matadero municipal y el colegio Primo de Rivera son sus obras más representativas, sin olvidar proyectos como el cementerio municipal o el abastecimiento de agua a la población que no pudo culminar. De su talante liberal, contaba Hipólito Navarro, cómo durante su alcaldía se celebró en el teatro Cervantes, una función benéfica para recaudar fondos con destino a Rusia, y que, en dicha función, llegó a cantarse la Marsellesa y la Internacional, lo que demuestra su talante liberal. En cualquier caso, su alcaldía fue recordada con respeto, incluso, por sus adversarios políticos.
Ricardo Villaplana fue de ideas políticas más radicales, su afición a la lectura y su educación obrerista le llevó por los caminos del anarquismo, aunque tanto él, como su hermano, a partir de la huelga de noviembre de 1929 se sintieron profundamente dolidos y se distanciaron de los movimientos obreros. Aunque en calzados Luvi las leyes que favorecían a los obreros fueron rápidamente aplicadas y ellos no pasaron, durante la Guerra Civil, las penurias de otros empresarios torales (aunque fueron encarcelados por un breve lapso de tiempo) probablemente porque nunca dejaron de tener contactos con los movimientos obreros, porque conservaron la amistad que tenían con muchos de los trabaja dores de su fábrica, que eran a su vez, personas con peso específico en la FAI y porque la fábrica los necesitaba para poder sequir funcionando.
Su mayor aportación a la industria zapatera fue su papel destacado en contra del monopolio de la United que obligaba a todas las fábricas de calzado a alquilarles sus máquinas a precio de oro, y nunca mejor dicho, puesto que el alquiler estaba tasado en oro, lo que les permitía a los americanos eludir las fluctuaciones monetarias, que descargaban en los empresarios del calzado. Ricardo y Luis se enfrentaron a ellos después de un viaje por toda Europa paqado por Diamond, fabricante de pieles de los que eran uno de los principales consumidores de España, en el que se dieron cuenta que en las fábricas europeas las máquina checas y alemanas competían con las de United y las podían adquirir en propiedad. A su vuelta y con la ayuda de Evaristo Ochoa, importador bilbaíno, arrumbaron las máquinas alquiladas e instalaron las propias. El conflicto les llevó a la amenaza de un largo pleito, incluso, al peligro de un probable aislamiento, pero supieron superarlo y a partir de entonces la situación industrial los fabricantes mejoró sustancialmente. Según Hipólito Navarro, fue lo más serio que hicieron por las industrias del calzado español.
Cuentan, a propòsito de Luis Villaplana, que el importador envió a un mecánico francés llamado Moreau para momar las máquinas. Una tarde, Luis observó que el mecánico estaba limpiando una pieza de una máquina de puntear que estaba terminando de montar. Luis pensaba que si la máquina la había construido un ingeniero, y si éste hubiese tenido que limar la pieza para poder encajarla, la habría hecho más pequeña. La soberbia del mecánico le hizo soltar la herramienta y marcharse diciéndole que ya lo llamarían. A las ocho de la noche Luis comenzó a desmontar la máquina pieza por pieza, intuir cómo funcionaba y volverla a montar. Doce horas después, sin dormir ni comer absolutamente nada, Luis mostró a Moreau la máquina en funcionamiento y envió al mecánico de vuelta a su país.
El viaje por casi todo el continente, principalmente por Alemania y Checoslovaquia en donde visitaron entre otras, la fábrica de calzado Bata, la más importante de Europa en aquellos tiempos, trajo otras consecuencias. Ricardo al que le molestaba muchísimo el humo de los cigarrillos, observó que en aquellos países no se permitía fumar en el trabajo. A su vuelta, ni corto ni perezoso, prohibió tajantemente fumar en su fábrica, lo que desencadenó una respuesta furibunda de los trabajadores con huelga incluida, que terminó el 5 de noviembre de 1929 con el acuerdo de permitir fumar hasta una hora y media antes de la salida de los obreros. Su carácter difícil es objeto de muchas opiniones dispares. Si para unos, Ricardo fue una persona dictatorial, para otros fue una persona recta, aunque a veces se pasaba de rosca.
Su sobrino, Hipólito Navarro, recientemente fallecido, siempre mantuvo que Ricardo Villaplana fue su maestro y la persona a la que más había admirado. Si Luis era creativo e intuitivo y con un talento natural para las máquinas, Ricardo era una persona metódica a la que le gustaba planificar todos los actos de su vida y los seguía ciegamente. De ideas fijas, pocas veces dio su brazo a torcer. Sus costumbres imperturbables no eran alteradas por nada ni por nadie. Era muy madrugador, el primero que llegaba a la fábrica y el primero que salía cuando sonaba la sirena. Cuando llegaba a su casa, la comida tenía que estar dispuesta y el que no estaba en la mesa, no podía pasar al comedor. ¡Cuántas veces Ricardo y Constancio, dos de sus hijos, cuando llegaban tarde a la cena, tuvieron que tomar las viandas gracias a Carmen que se las subía a la habitación! Para Ricardo la casa era la familia, él pensaba que el trabajo en la fábrica y la familia en casa, por esa razón huyó siempre de tener un teléfono en casa, para no ser molestado con asuntos de la empresa.
La puntualidad era algo sagrado, si tenía que realizar un viaje, el que no estuviese a la hora en punto, sabía que cuando llegara a coger el coche, Ricardo se habría marchado, no esperaba a nadie, absolutamente a nadie. Cuenta su hijo Constancio que para su padre, la hora a la que se quedara era sagrada y que un retraso, aunque fuese mínimo, para Ricardo no tenía ninguna justificación posible.
No solía llamar la atención a ningún empleado en público, pero las paredes de su despacho fueron testigos de grandes broncas, aunque algunas veces se pasó de rosca, sobre todo porque su carácter no llegaba a aceptar puntos de vista contrarios a sus principios. Muchos de los que lo conocieron no piensan que fuera un tirano, lo recuerdan como íntegro y justo, pero de una rectitud que no admitía la comedia o el halago.
La única vez en su vida que Constancio vio contenerse a su padre fue con ocasión de una comida familiar a la que estaba invitado el gobernador civil de Alicante, el Sr. Paternina. Sucedió que visitó la biblioteca y vio los libros que sobre anarquismo tenía Ricardo, el gobernador entró en el comedor visiblemente alterado porque le habían traído a una casa de rojos, Ricardo, en lugar de echarlo a la calle, lo que no habría sorprendido a nadie, le dio todo tipo de explicaciones sobre sus ideas políticas de juventud.
Luis y Ricardo Villaplana fueron cabeza visible de una empresa de calzado, (hasta el uno de enero de 1960 en que se escindió la fábrica y Ricardo creó calzados Villaplana J, que fue germen de un pueblo industrial. Como tantos otros industriales, que en la década de los años veinte, pertenecían al sector inquieto de los jóvenes que en su época ayudaron a cambiar el panorama económico de nuestra población. Disfrutaron de una situación económica privilegiada y fueron humanos y sencillos, sin exhibicionismos. Nunca se les reconoció su aportación al engrandecimiento de su pueblo, que sin ellos o sin gente como ellos, probablemente no serla lo que hoy es. Constancio, el hijo de Ricardo, todavía recuerda con pesar que se tardaron más de cuatro años en agradadecer que su padre cediese, a su muerte, su biblioteca particular al pueblo.
Constancio procura no pasar por la antigua fábrica de Luvi. Hipólito Navarra recordaba que cuando pasaba por delante le entraban ganas de llorar y procuraba mirar a otro lado. Si de la obra que construyeron Luis y Ricardo junto con sus hermanos, sólo quedan las ruinas, su simiente floreció y aquel pueblo agricultor y alfarero enterró definitivamente su pasado y se construyó un próspero pueblo industrial. Con el trabajo de todos y el empuje de unas personas que como Ricardo y Luis supieron transformar el pasado y alumbrar el futuro.
Hipólito Navarro era mi abuelo materno.