Enrique Amat: los amores del poeta

SILENCIO Y PAZ EN EL CAMPO

Nacía, lentamente, la mañana

y llegaba una brisa tempranera.

Oculto estaba el sol, en larga espera,

por dar luz a la umbría y la solana.

 

Allí estaba la paz, cerca y lejana,

en aquella feliz hora primera.

Una paz a la vez honda y ligera

que tan sólo alteraba una fontana.

 

La paz era la augusta soberana,

aquel día de dulce primavera.

Paz en la cumbre, paz en la ladera,

paz, en el campo, del silencio hermana.

 

No se veía actividad humana,

ni se oían ruidos ni rumores.

Estaban silenciosos los alcores

y en silencio también, la tierra llana.

 

Entre suaves y nítidos albores,

llegaba, poco a poco, el nuevo día,

y encontré lo que el campo me ofrecía:

El silencio y la paz. ¡Mis dos amores!

SALUTACIÓN (A las Abanderadas)

Ya la gentil Primavera

su eterna canción nos canta

y la leve golondrina

el cielo azul cruza rauda,

rubricando el firmamento

con la punta de sus alas.

 

Ya está abierta en el alcor

la flor de la mejorana

y el aire llenan de efluvios

el tomillo y la retama.

 

Ya todo es suave armonía

y es más deslumbrante el alba.

Ya llega, desde muy lejos,

la sutil aura serrana,

y retoza de contento

y brinca de gozo el alma

 

Desplegad ya la sonrisa,

gentiles Abanderadas,

que por algo sois las Reinas

de la Fiesta petrolanca.

Salid, salid a la calle,

donde os esperan cien lanzas,

para rendiros honores,

y unas curiosas miradas

para observar vuestro garbo,

aquilatar vuestra gracia

y contemplar la belleza

que se asoma a vuestras caras.

 

Salid, salid, primorosas,

que mi Petrel os aguarda.

¡Por algo sois la alegría

de la sin par Fiesta maya!

 

LA FIESTA DE MOROS Y CRISTIANOS

Del sol, fuertes raudales la iluminan;

de mayo, suave brisa la embalsama

y fantasía pródiga la inflama

de mitos que en la Arabia se originan.

 

Matices y colores que fascinan

exornan nuestra fiesta y le dan fama

y en torrentes la gracia se derrama

cantando escenas mil que se combinan.

 

Arcabuces. Retumbos del cañón.

Levantar el histórico pendón,

vencedor de las fuerzas infernales.

Embajadas. Desfiles medioevales

y amplia visión de tiempos muy lejanos

constituyen los Moros y Cristianos.

COMO TODOS

Yo nací, como todos, entre llantos

y en mi vida, quizás algo azarosa,

tuve una juventud fresca y hermosa

y, como todos, duelos y quebrantos.

 

Como todos, yo sé de desencantos,

cómo pasa la vida, presurosa,

y también, de la herida dolorsa

que a todos abren desengaños tantos.

 

Quiero hundir mi pasado en el olvido.

¡Qué más da lo que soy o lo que he sido…!

Pues si un día llegué para vivir,

no importa si entre rosas o entre lodos,

lo importante es que tengo que morir.

Como todos también. Igual que todos.

TUS MANOS ENTRE LAS MÍAS

(A mi esposa)

Tus manos, entre las mías,

me transmiten su calor,

hecho de paz y ternura

bajo el palio de tu amor.

De un amor sin rebeldías,

interminable y entero,

sin sombra de medianías.

 

Tus manos, entre las mías,

profundizan mi bonanza.

Me traen la remembranza

de aquellos felices días

en que yo te conocí.

Cuando te dije: «Te quiero,

en ti confío y espero»,

y me dijiste que sí,

que también tú me querías,

mientras, tímida y honesta,

de rubores florecías.

 

Tus manos, entre las mías,

a mi vida dan aliento.

Hontanar de mi contento

lavan mis penas sombrías.

 

Henchidas de hondo cariño

están, de amor duradero,

profundo, fiel y constante,

renovado cada instante

sin el menor desaliento;

de un amor, para mi bien,

que nunca se llevó el viento.

De un amor sin bastardías,

que no ha sabido de brumas

ni conoce lejanías.

 

Esas manos que acarician

las que yo tengo, tan frías,

me hablan un mudo lenguaje

y dicen que en mí confías.

Que si he perdido prestancia

y jóvenes energías,

tú aún me sigues queriendo,

y me das vida poniendo

tus manos entre las mías.

Tu mano, entre las mías,
ya al final de mi camino,
son como un sol matutino
que siempre me alumbrará.
De este mundo terrenal
poco, a mí, me inquieta ya.
Y en estas horas tardías
de mis días que se acortan,
sólo tus manos me importan
¡Manos de mis alegrías!
Esas manos que, si tuyas,
han sido y son también mías.

Homenaje a Enrique Amat from petrer.tv on Vimeo.

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