Juventud Masculina de Acción Católica. Enrique Amat y José María Tortosa apostaron por fortalecer la asociación local. La política social de la Iglesia les llevó al intercambio de opiniones con personas de distintas formación ideológica. Su lema era: Yo voy a escucharos pero con la condición de que luego me escuches a mí. Veamos sus impresiones:
–…contribuimos a la fundación de la Juventud Católica, pertenecíamos a la misma y redoblamos nuestras prácticas piadosas, nuestra asistencia a las ceremonias religiosas y al estudio, lo más profundo posible, de nuestra fe, de la existencia de Dios, de sus Mandamientos, de un más allá prometedor, de una vida interminable… Para todo eso existían nuestros Círculos de Estudio, en el seno de los cuales tantas horas pasamos y tantos momentos de meditación tuvimos. (Amat, 1991:216)
La Contienda Civil (1936-1939). Una época de su vida que no le gustaba recordar era la de los años anteriores a la guerra, la contienda y la posguerra. A finales de julio de 1936 se desplaza a Alicante junto a Dámaso Navarro. En la misma puerta del desaparecido Hotel Inglés ambos son detenidos como presuntos conspiradores. A Enrique lo ingresaron en el Reformatorio de Adultos de Alicante. Entre rejas compuso varios poemas y en el reverso de una fotografía de su novia, Virginia, escribió:
Es ésta la mujer de mis amores
en quien tengo cifrada mi esperanza,
pues por ella encontré un mar de bonanza
y una aurora de nítidos albores. (1936)
La foto se le extravió, y algunos reclusos, como Santiago García Bernabeu y Francisco Chico de Guzmán, la encontraron por casualidad. Le preguntaron quien había escrito el poema, contestándoles que era él el autor, -pues, dedícale un poema a nuestro pueblo-, le replicaron. Y así fue como escribió este bello soneto de rima difícil como es Petrel:
Aunque lejos de ti me encuentre ahora,
sin ver tu claro y límpido paisaje
ni la dulce blancura del celaje
ni el sol que te ilumina y que te dora.
Aunque oculta a mi vista está tu flora
y perdido el color de su follaje,
no quiero, pueblo mió, que te ultraje
mi olvido, cuando sé que tu alma llora… (1936)
A principios de otoño de 1936 varios reclusos, ciudadanos de Alicante, fueron puestos en libertad sin cargos. Dio la casualidad de que Enrique Amat estaba en esa misma lista, ya que su detención había tenido lugar en la capital de la provincia. Posteriormente fue movilizado en el ejército republicano a la orden de Valentín González González «El Campesino», en la Brigada Mixta «E», la cual se convirtió en la 10a Brigada Mixta. «El Campesino» en junio de 1937 ostentó el mando de la recién creada 46 División. Enrique, en cuanto tuvo ocasión, se pasó al bando nacional en el que un oficial carlista, que especulaba con la idea de que Amat fuera un infiltrado republicano, lo sometió a un interrogatorio. Como las respuestas no eran las que deseaba oír, el oficial citaba repetidamente a Dios con palabras malsonantes. Entonces Enrique exclamó: I estos son els meus. En el frente de combate y como siempre, memorizó: como premio dos heridas. En distintas ocasiones recordaría a su madre con estos versos:
Tú también me enseñaste a perdonar
al que, con injusticia, nos ofenda;
a hablarle con amor porque él comprenda
que estamos obligados a olvidar;
pues la vida no debe ser contienda
sino senda florida para amar.(1937)
Un matrimonio feliz. Finalizada la guerra, dos años después, Virginia y Enrique contrajeron matrimonio el 14 de marzo de 1941. Se trasladaron a vivir a la placeta de la Iglesia, actual plaza de Ramón y Cajal, n° 1, casa propiedad de la familia de su esposa, donde ella había nacido. La familia posteriormente aumentó con dos hijos, Juli y Enrique.
Los rumores del silencio. En una cueva de la Foia Falsa, retirada de la mirada de los curiosos, con un espeso bosque, el de Mirabuenos, se deleitaba de los rumores del silencio, como si de un retiro espiritual se tratara. Prolongadas lecturas a la sombra del pino; el murmullo del viento entre sus ramas, la lumbre y el calor de la chimenea le hacían soñar despierto. De su extenso poemario sobre la naturaleza reproducimos Tres sonetos a la noche campesina, escrito en 1955:
Noche silenciosa:
Silente y ancha noche campesina,
que de honda paz me brindas un tesoro,
en la que solamente se oye el coro
que forman los insectos, con rutina.
En tu regazo, mi alma se reclina
y en tu blando silencio, que yo adoro,
lejos del mundo y del vivir sonoro
la quietud me rodea y me fascina.
Noche humilde, mi espíritu serenas y,
arrullado en tus brazos generosos,
me das suaves caricias y me llenas,
con la brisa, de besos pudorosos…
Noche blanca de luna o noche endrina.
¡Cómo te amo mi noche campesina!
Noche de luna:
Tiene el cerro un penacho de neblina y en la noche, tranquila
y serenada, una lluvia de luna plateada cubre una paz que todo lo domina.
La luna coquetea con la encina, entre montes abruptos encerrada,
se adentra, lentamente, en la hondonada y juega en la fontana
cantarina.
Noche clara, serena y silenciosa, que no tiene rumor de vida
diurna, en la que sólo la rapaz nocturna repite su llamada misteriosa,
mientras la luna es mágico fanal y todo el camp0, un
suave madrigal.
Noche sin luz:
¿Qué misterio hay en ti, noche profunda, y qué escondido arcano
hay en tu entraña, cuando la oscuridad tu frente baña
y eres callada voz y paz rotunda?
¿Qué misterio hay en ti, noche errabunda, cuando hay negro temblor
en la montaña y tan sólo el silencio te acompaña mientras un
mar de sombra el campo inunda?
Noche callada, negra, indescifrable, que colocas fantasmas donde
hay pinos y ocultas en tu seno hondos destinos cubiertos por tu
losa impenetrable. Noche sin luz, propicia a la quimera, ¡Quién
tu misterio desvelar pudiera! (Amat, 1933: 120-122)
La Junta de reconstrucción Parroquial. Después de la contienda civil colaboró como secretario de la comisión gestora nombrada por el gobernador de Alicante para la normalización, organización y desarrollo del municipio. Aunque desestimó la idea en principio, por no atraerle la política, tuvo que cambiar de opinión ante la repetida insistencia. En abril de 1956 se inició una campaña de aportaciones económicas para sustituir la pavimentación de la iglesia. Unas 700 familias petrerenses colaboraron en la adquisición de losas de mármol, de la fábrica de Antonio Escolano, de Novelda. Cada pieza costó 65 pesetas y el gasto ascendió a 121.957 pesetas. Las ayudas fueron cuantiosas y, una vez deducidos los gastos, sobraron cerca de 11.000 pesetas, según la memoria editada en octubre de 1956.
Dos almas de Petrer. Paco Mollá era habitual colaborador del Valle de Elda. Uno de sus versos se publicó el 2 de noviembre de 1957. dedicado a Enrique Amat con el titulo Sordera del mundo. Desde entonces, Enrique también escribiría en el semanario. Ese mismo año, el 16 de noviembre, se publicó uno de sus versos dedicado a Paco Mollá con el titulo La fuente olvidada. Otra sentida aportación poética se titula Mi tierra:
Este pueblecito austero,
por un cerro dominado,
que tiene un valle pequeño,
un alto monte encrespado
y un rincón para el ensueño…
es mi tierra, si, es la mía;
en la que tiene guardados
los huesos de mis mayores,
donde vi la luz un día,
la de mis tiempos dorados
y de mis años mejores…
Una abanderada primorosa. En una entrevista que concedió (1994) sobre la abanderada de los Moros Viejos expresó: …no me duele confesar que aquellos tres días en que en el año 1959, mi hija fue abanderada, han sido tres de los días más felices de mi existencia. Y no existe exageración en esta afirmación mía… Su inspiración poética no se hizo esperar y le dedica estos versos a su hija Juli, en la víspera de conseguir su bello ideal de ser abanderada:
¡Qué larga espera soñando
con llegar a Abanderada!
¡Cuantas, cuantas primaveras
en una espera tan larga!
Mas, ahí tienes tu día,
ese gran día que ansiabas.
Yo sé que los estás pensando:
«¿Mañana, Señor, mañana?
¿Es verdad tanta belleza
dormida dentro del alma?
¿Es verdad y no es un sueño
Aquella ilusión tan blanca?»…
(Amat, 1959)
Las Embajadas de los Moros y Cristianos. La Junta Central de Comparsas, en 1963, tributó un merecido homenaje al embajador moro, Antonio García Palazón, y al embajador cristiano, Aurelio Villaplana Beltrán. También recibió un homenaje Enrique Amat Payá, con imposición de la medalla de plata de la Fiesta, por su dedicación en los parlamentos entre 1948 y 1962. Cada año, desde enero hasta mayo, ensayaban en casa de Enrique el texto de los parlamentos y hasta sus dos hijos los conocían perfectamente. Seguidamente reproducimos uno de sus poemas titulado El Embajador:
El gesto, reposado y elegante;
la altiva frente, al cielo levantada,
la pasión, a los ojos asomada
y el decir, pronto al ruego y al desplante.
La voz, sumisa o dura, altisonante,
al costado, ceñida, noble espada
y la firme cabeza coronada
por un airoso casco deslumbrante
¡Ahí está el Embajador¡ Sus finas manos
rubrican la demanda de la villa.
¿Contra el infiel estamos en Cruzada?
No. Son fiestas de Moros y Cristianos,
remota tradición que maravilla,
y es la hora crucial de la Embajada. (Amat, 1956)