Enrique Amat. Selección de poesías
GRACIAS, SEÑOR
Yo te doy gracias, Señor,
por lo mucho que me has dado:
Una vida prolongada
con un humano latido,
una ayuda interminable
por la cual mis depresiones
he superado y vencido,
el amor que por Ti siento
que a mi vida da sentido,
y mi fe en el más allá
que nunca, Señor, olvido…
Cuando en tiempo muy lejanos
me encontraba encarcelado
yo te pedía, Señor,
que estuvieras a mi lado.
Y porque Tú lo quisiste
los hombres me liberaron
de unas cárceles oscuras
donde pasé muchas horas
silenciosas e inseguras.
Algunos meses después,
tu ayuda salvó mi vida,
cuando envuelto en una guerra
de tensiones peligrosas
se adentraron en mi carne
dos heridas dolorosas…
Huyeron tantos quebrantos,
recargados de amargura
y, por fin, se hizo verdad
mi más ansiada ventura cuando
un luminoso día
en matrimonio me uní
a la mujer que quería.
Hoy están junto a mi lado
unos hijos que me quieren,
unos nietos que me adoran
y una esposa inteligente
que me cuida y que me ayuda
a aceptar, sin estridencias,
mis humanas frustraciones
por mis físicas dolencias.
Tengo una casa espaciosa
donde me gusta vivir,
un rincón para pensar,
un sitio en donde escribir,
amigos que me recuerdan
y que me vienen a ver,
y tengo libros ¡mis libros!
que me invitan a leer.
Es esa ley natural,
generada por la edad,
la que, a diario, me repite
una notoria verdad:
que se agota mi existir.
Nada yo puedo exigir
mas tampoco existe nada
que a mí me impida pedir.
Por eso, Señor, te pido
un importante favor:
Que cuando inicie el camino
con rumbo a la eternidad,
que me des conformidad,
que sea un trayecto corto
silencioso y sin dolor…
Y como quiero creer
que de esa forma será
por concesión de tu amor,
de nuevo te doy las gracias,
rendidas gracias, Señor.
LOS NIÑOS QUE SUFREN
Allá, en un país lejano,
una infancia desvalida
es brutalmente agredida,
obra de mi odio inhumano.
Los clarines de la guerra
anunciaron su llegada.
La paz allí está enterrada
y existe un dolor que aterra.
Mueren niños destrozados
por la metralla traidora
y en esta dramática hora
otros quedan mutilados…
Pon allí, Señor, tus manos.
Que se aleje la amargura
y retorne la ventura
de convivir como hermanos.
Que renazcan los cariños
con el sentir más profundo.
¡Salva, Señor, ese mundo
donde sufren tantos niños…!
UNA FORMA DE VIVIR
Hay que vivir la vida quedamente
sin grandes alborotos ni aspavientos.
La vida se compone de momentos
que acaban y se alejan prestamente
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Hay que vivir la vida suavemente,
sin brutales antojos ni ambiciones,
con honestas y limpias intenciones
y una labor honrada y persistente.
Hay que vivir la vida con valiente
esfuerzo, continuado y comprensivo,
lejos de un quehacer imperativo
y de toda mentira repelente.
Hay que buscar la suave convivencia
y ofrecerle la paz al ser humano,
pensando que todo hombre es nuestro hermano,
olvidando nuestra propia conveniencia.
Hay que sentir la más noble exigencia
de ofrecer nuestra ayuda al desvalido
y tener siempre a punto nuestro olvido
ignorando rencillas y violencia.
Hay que vivir la vida sin temor,
elevando el espíritu a la altura,
impregnando nuestra alma de ternura
y cruzar por los mares del amor.
Si es ésa nuestra forma de vivir,
nos llevará la gente en su memoria
cuando va nuestra vida sea historia
porque hayamos dejado de existir.
CUALQUIER DÍA
Cualquier día, Señor, sí, cualquier día
tendré que emprender la retirada.
Cualquier día, Señor, no seré nada,
las manos, quietas, y la frente, fría.
Un día ocurrirá, sí, cualquier día…
Y mi alma emprenderá el vuelo que ansía
buscando todo un mar de mansedumbre.
Preciso es que tu amor mi ruta alumbre
y sentir tu amistosa compañía.
Un día ocurrirá, sí, cualquier día…
Al acabar mi humana travesía,
entre foscas tinieblas yo andaré.
Si no ayudas, no sé si llegaré
a tu mundo de luz y melodía.
Porque eso ocurrirá, sí, cualquier día…
Mi hora final, cercana o más tardía,
ha de llegar del brazo del dolor.
Dame entonces tu mano, mi Señor,
y yo, con humildad, daré la mía.
Porque eso ocurrirá, sí, cualquier día…
Cuando llegue mi muerte, oscura y fría,
quiero que estés, Señor, junto a mi lado.
Así podré morir esperanzado,
y habrá luz en mi amarga hora sombría.
Porque eso ocurrirá, sí, cualquier día…