Enrique Amat: los amores del poeta

El programa de fiestas. Durante 24 años aparecen sus ar­tículos en el programa de fiestas de Moros y Cristianos, dirigién­dola en repetidas ocasiones, aunque solo reseñan su nombre en los años 1962 y 1963 ya que, con anterioridad, no se solía destacar el nombre del director. Algunas de aquellas revistas se imprimieron en una máquina casi manual que su amigo José María Tortosa tenía un modesto local en la calle Gabriel Payá. Ambos pasaban largas horas nocturnas vigilando los pormenores de la impresión. A petición suya colaboraron durante los años 1946 y 1947 destacadas firmas literarias de la Academia de la Historia y de la Lengua Española. Veamos sus impresiones sobre uno de los programas de fiestas:

Yo dirigí la Revista quince o veinte años. No lo sé con seguridad. Y en aquel lejano año de 1942, año difícil de poco dinero y mucha necesidad de pan, la revista se componía de tres o cuatro trabajos literarios y unas fotos deslavadas, en blanco y negro. Yo, en mi inexperiencia hice lo mejor que supe. Y cuando le presente la revista a ]osé Ma Román, en gloria esté, por aquel entonces presidente de la Unión de Festejos, me salió con la afirmación, bien justificada por cierto, de que parecía un «tebeo». En realidad, comparada con las revistas que ahora se editan, no valía un duro. No llegaba ni a eso, ni a «tebeo». Pero yo me llevé un disgusto y la consiguiente desilusión. (Amat, 1991:113)

Compartiendo comida el 5 de julio de 1954.

Cuando las yemas revientas. En 1967 se publicó una selección de sus poemas en una antología de autores locales. La presentación corrió a cargo de Juan Ramón Montesinos Máñez en el Centro Cultural, ubicado en la segunda planta de la Cooperativa Agrícola. Durante la presentación literaria, Paco Mollá y Enrique Amat se percataron, con el disgusto correspondente, de que algunas dicciones de sus poemas habían sido corregidas. Del prólogo se encargó Doroteo Román Román del cual hacemos la siguiente trascripción:

…Es la voz de los poetas. De los poetas petrelenses que cantan. ¿Quiénes son? No vamos a presentarlos. Bastará un breve enunciado: el Sr. Cura Párroco de San Bartolomé, D. Jesús Zaragozano: sueños y realizaciones que se entremezclan y confunden; Enrique Amat y Francisco Molla: triunfo de la vocación autodidacta en el entrañable paisaje; D. Gabriel García Roméu: destacado valor de un movimiento literario que se va abriendo camino…

La jubilación laboral. Tras un largo periodo laboral le vino jubilación en 1977. En el otoño de 1975 también dejaba su cargo de Juez de Paz, que ejerció entre los años 1970 a 1975, en los difíciles años de la transición democrática. Es curioso, pero nunca quiso aceptar cargos políticos en los momentos en los que más fácil era, ya que todavía no era necesario someterse al sufragio. Su personalidad era de una discreta actitud en la vida. Por esa misma razón, en su momento rehusó ser pregonero de nuestras fiestas y presidente los Moros Viejos. Tras su jubilación empezó a tener tiempo para dedicarse a lo que más le gustaba, como él mismo redactaría: Mi vocación de escribir no puede conjugarse con la profesión de contable. A mí no me ha gustado ni la contabilidad ni las prácticas administrativas. A mí me ha gustado y me gusta escribir. (Amat, 1997:22)

Sus hijos Juli y Enrique.

La pequeña anécdota. Enrique Amat tenía entre sus manos la revista de fiestas de 1980 y con deleite leía el pregón del año anterior, cuyo pregonero había sido Hipólito Navarro. Transcribe, tal como viene en la revista de 1980: … con aquellos encendidos versos de nuestro gran poeta Paco Molla, en su «Mañana de Entrada». Enrique, como autor de dicha poesía, sigue diciendo que no le concedió ninguna importancia pero en servicio a la verdad: –a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César-. El poema lo publicó en la revista de fiestas de 1958, sin firma de autor, por lo que es natural la confusión de Hipólito. Esta poesía, sin firma de autor, aparece en la publicación junto a otras colaboraciones: en una aparece la firma «X», otras se encuentran rubricadas por «Iris», por «Aris» y por «Azul» y, una más, con su firma habitual «E. Amat». Ante la circunstancia de que en aquella época, al parecer, no eran habituales las colaboraciones literarias, a Enrique Amat, como coordinador de la revista, se le ocurrió la idea de los seudónimos, con la finalidad de que los lectores creyesen que la revista se nutría de cuantiosas firmas participantes. Aprovecho esta pequeña anécdota, para reproducir una parte de esa deliciosa poesía: Mañana de Entrada:

Venga a mi sol levantino
a desgranarse en la Fiesta
y reverberan sus luces
en los rasos y en las sedas.
Vengan las auras sutiles
que nacen allá en la sierra
y llegue hasta aquí la brisa
transparente y marinera.
Conceda el cielo su añil,
se adorne la primavera,
canten la fuente y el ave,
la rosa blanca florezca
y el orto, con luces claras,
anuncia la impar floresta…

Un paseo familiar.

Enrique Amat. Socio de Honor. En la asamblea general extraordinaria del 17 de noviembre de 1972 se aprobó, por votación secreta, el traslado a fin de semana de las fiestas de Moros y Cristia­nos, para celebrarse en días distintos pero próximos a sus fechas tradicionales del 12 al 15 de mayo, acontecimiento que dolió a Enrique. Su preocupación fue en aumento cuando, en la asamblea del 12 de diciembre de ese año, se aprobó el nuevo orden de actos que no respetaba la cronología festera. Posteriormente, en la cena en homenaje a los capitanes, fueron reconocidas cuatro personalidades con el título de Socio de Honor de la Unión de Festejos por acuerdo adoptado en la asamblea general del 4 de noviembre de 1983 y otorgados a: D. Francisco Mollá Montesinos, D. Enrique Amat Payá, D. José Navarro Román y D.José Pina Cas­tellò. Enrique se levantó de la silla para pronunciar un discurso por el nombra­miento. Entonces le dijo a su mujer: Jo no vuy molestar a ningú peró ting que dir lo que sent. Disertación de la cual transcribimos un amplio fragmento:

¿Cómo era la Fiesta de antes? Hace cuarenta años la Fiesta era una fiesta de minorías y cuya convivencia se celebraba, exclusivamente, en el seno de la Comparsa y en las casas de la Abanderada y del Capitán. Ahora, se busca en los «cuartelillos «. Si eso es mejor; adelante, a mí no me preocupa.

Pero como la vida -en frase de Ortega y Gasset-«es una historia cambiante que se escribe día a día», también llegó el cambio a la Fiesta y lo que era una fiesta de minorías se ha convertido en una fiesta de masas. Y esa masificación, contra la que nada tengo que decir, podría llevarnos, si no se reglamenta, a un callejón sin salida, dado su volumen (…).

Un ensayo informal antes de las fiestas.

Por otra parte, la Fiesta me ha compensando con largueza de todo cuanto yo pude de hacer por ella. La Fiesta me dio muchas horas de ale­grías juveniles; muchas horas de convivencia con los componentes de mi Comparsa, anécdotas, risas, motivos para renovar mi fe en San Bonifacio, la satisfacción de ver a mi hija vestida de Abanderada… Y ahora, preci­samente ahora, ya casi al final de mi camino, ver a todos mis nietos vesti­dos de fiesteros. Con todo eso me doy por suficientemente recompensado.

Pero ahora se habla mucho de recuperar viejas tradiciones perdi­das de nuestro pueblo; de recobrar nuestra idiosincrasia particular; de revitalizar nuestros valores tradicionales, de potenciar nuestra lengua vernácula. Todo me parece muy bien. Pero yo, en mi fuero interno, me preguntó: ¿Y si es así, cómo se permite el traslado de la Fiesta a unos días cambiantes olvidándose de las entrañables fechas del 12, 13, 14 y 15 de mayo?

Al respecto, cuando esto ocurrió, se me hacían afirmaciones gra­tuitas y faltas de lógica: que se perjudicaban las empresas si la Fiesta caía entre semana, que las bandas de música tenían problemas para su desplazamiento, que querían cobrar más si no era sábado o domingo, que a los que trabajaban en Elda no les daban permiso… ¡Qué se yo cuantas cosas más! ¿Y los pueblos aledaños no tienen ningún problema ? ¿Y lo que es bueno y puede ser en Sax, en Villena, en Castalia, en No-velda, en Biar, en Alcoy, en Madrid, en Valencia y en Bilbao… no se puede realizar aquí? Francamente, no lo comprendo.

Aquí, en aras de un progresismo inocente o de un modernismo apresurado, diversas Juntas Directivas programaron cambios. A una Junta se le ocurrió la feliz idea de celebrar las Embajadas a mediodía. A otra, le dio por realizar un desfile por la empinada calle de Leopoldo Pardines. A mí, como director de la Revista, se me impuso la obligación de cambiar la denominación de Moros y Cristianos por la de Fiestas Hispano-Árabes, y un largo etcétera, que lo único que ha conseguido es crear el confusionismo en el festero de Petrer, en el vecino de Petrer y en el forastero que piensa venir esos días a Petrer (…)

Pero hay una faceta que a mí. particularmente, es la que más me satisface. Es esa convivencia que nace y se desarrolla seno de la totalidad de las Comparsas, en el ámbito entero de la Fiesta. Ese ver a la juventud unida, brazo con brazo y codo con codo sin diferencias sociales, sin distingos socioeconómicos, sin discriminaciones políticas ni religiosas. Así es la Fiesta que yo siempre he conocido y así, por fortuna, continúa siendo. Que San Bonifiacio nos la conserve, de esa manera, por siempre. Sin implicaciones divisoras que podrían constituir su ruina, o tal vez, su desaparición. La Fiesta tiene que ser -debe de ser- la Fiesta del respeto, la Fiesta de la unión, la Fiesta de la compenetración, la Fiesta del amor humano, la Fiesta de la paz, la Fiesta, en suma, de la convivencia. Esa es la Fiesta que yo deseo para mi pueblo (…).

Y para finalizar, mi firme promesa: la de que si mi opinión fuera válida y se convirtiera en realidad ¡qué más quisiera yo! lo poco que valgo, lo poco que sé y lo poco que tengo estaría, como antaño estuvo, al servicio incondicional de la Fiesta.

Muchas gracias a todos. (Amat, 1991:112-13-14-15 y 16)

Sábado, 19 de octubre de 1983.

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