Nazario Belmar Mart

Todas las películas gozaron de un importante éxito comercial en las taquillas de los cines españoles de aquellos años. Los actores y actrices que intervienen en ellas, tanto los papeles protagonistas como secundarios, son todos ellos de primera línea y forman parte del star system hispano del momento. Podemos citar al popular actor Alfredo Mayo, o a Carlos Larrañaga, que iniciaba su carrera en el cine, o a Alberto Closas, actor inconmensurable, Katy Jurado, Fernando Fernán Gómez en todo lo suyo, Nino Manfredi, magistral actor italiano, nuestra simpar Emma Penella, López Vazquez, el maestro Pepe Isbert, etc… Durante los años 1963 y 1964 abordará las dos coproducciones, una con los Estados Unidos y la segunda con Italia. Con los americanos produce la película Un hombre solo (1964), de Harald Philips. “En estos años se registra también la llegada a España de productores norteamericanos, atraídos por una mano de obra barata y, en general, por las facilidades que encontraban para desarrollar en suelo español sus costosas superproducciones”16. Esta cinta en blanco y negro, con guión de Enrique Llovet y con Alberto Closas, Katy Jurado, Conrado San Martín, Melinda Dillon y Robert Brown como protagonistas no llegó a ser tan conocida como la producida a continuación. En el momento cumbre de Naga Films, se filma, en coproducción con Zebra Films de Italia, la exitosa e internacionalmente premiada El verdugo (1963), dirigida por Luis García Berlanga, uno de los directores junto con Bardem que fueron denominados disidentes. Ni que decir tiene que con esta película Belmar consiguió hacer saltar por los aires el índice de exposición mediática, ya que casi consigue, además de galardones, dimisiones de ministros, subsecretarios, embajadores, altos funcionarios del ministerio, etc. “Hay películas que no sólo tienen el mérito de haber agigantado nuestro patrimonio cinematográfico, sino también el de haber contribuido a testimoniar el totalitario talante político y cultural de quienes en uso de sus pasajeras funciones las hubiesen hecho desaparecer de muy buena gana”17. Para mayor enjundia, El verdugo fue galardonada en el Festival de Venecia, la “Mostra”. Hasta allí se desplazaron Nazario y Berlanga con sus respectivas esposas siendo testigos del ingente torrente de críticas que desencadenó hacia el director provocando la ira del Vaticano y la destitución de quien durante aquel año regía el quehacer cinematográfico nacional. El embajador español a la sazón en Roma, Fernando Castiella, redactó una carta condenando la película tratándola de “maniobra planeada en toda regla de acuerdo a los cánones revolucionarios más auténticos. La película está dentro de lo que los comunistas llaman, en su jerga dogmática convencional, realismo socialista”18. Con esta producción, la productora Naga Films tendría sus días contados, porque las secuelas en España se convirtieron en persecución administrativa, dificultad para acceder a los créditos para el cine y tropiezos censorios que sufriría la productora por parte de los responsables de la política del cine en España. Así mismo, también se adujeron razones de orden interno, según relata Mari Cruz Galatas: “Naga Films costó un montón de disgustos y quebrantos económicos, ya que se contrata a un tal Lacomba, argentino, y a su secretaria llamada Marivi, muy experta en manejar el dinero de los demás”19. Decididamente, Nazario Belmar opta por continuar en solitario, sin el concurso de Galatas, en el mundo de la producción y crea la sociedad Belmar P. C. con la que realmente no producirá más una película: Un vampiro para dos (1965), dirigida por Pedro Lazaga con la intervención de Gracita Morales y Fernán Gómez, una comedia insólita y de poco éxito comercial. “Como siempre, la comedia encabezaba el número de producciones y seguía siendo, con diferencia, el género preferido por el público hispánico. Las películas de estos años respondían a la nueva imagen de España, un país en pleno auge desarrollista, inmerso en un boom turístico sin precedentes y con más de un millón de emigrantes repartidos por Europa”20.

Nos aproximamos al final de los sesenta y principios de los setenta, nuestro país está adquiriendo un nivel social y económico sin precedentes, aparecen los primeros movimientos estudiantiles en la Universidad, se producen las primeras convulsiones sociales en el franquismo, en definitiva, se está gestando un cambio político que producirá fisuras en las filas más plegadas al Régimen y provocará la salida de Fraga Iribarne del gobierno. Toda esta cadena de cambios socioeconómicos y culturales hace que se debilite la producción cinematográfica. Me advierten de producción que se nos agota el metraje para poder seguir rodando, sabemos que hay que dejar en el tintero numerosas anécdotas, recuerdos, imágenes acerca de la vida y la obra de Nazario Belmar. Pero, repito, un buen director ha de obedecer las directrices marcadas por el productor ejecutivo. Aunque no quiero dejar de citar un recordatorio que hace Berlanga relativo a la trascendencia política que tuvo la película El verdugo, sobre todo, en la figura del embajador de España en Roma. “Respecto a El verdugo, creo que llegó a decir que era una maniobra comunista y que la había dirigido Muñoz Suay. Esa carta de Sánchez Bella está publicada y dice que soy un tonto útil”. Y de Nazario Belmar, el productor que había sido jugador del Real Madrid, decía que era inocente, ”un hombre joven, sano deportista, de derechas”. Para él, ser deportista era sinónimo de no ser comunista”21. Jesús Franco, un conocido director no muy ortodoxo del cine español, que fue también amigo de Belmar, quien le produjo uno de sus más interesantes films, La muerte silba un blues, recuerda que “sé que él quería lo mejor para mí, que yo me convirtiera en el nuevo Antonioni. Me hacía leer algunas historias que no me interesaban, y yo a él tres cuartos de lo mismo. Así estuvimos varios meses. Él era un hombre bueno, que no sabía muy bien lo que quería, pero a través de esas sesiones fui conociéndole mejor”22.

Jaime de Armiñan, conocido guionista, escritor y director compartió con Belmar una bonita amistad y lo manifestó diciendo: “tuve un amigo futbolista, era mayor que yo y jugaba en el Real Madrid en el puesto que antes se llamaba interior izquierda. Respondía al nombre de Nazario Belmar y al pobre se le ocurrió meterse a productor de cine. Por eso lo conocí. Fue un gran jugador, elegante, rápido y bien educado, cosas que le llevaron a la ruina en los dos negocios de su vida. Una tarde, en el estadio Metropolitano, de Madrid, una mala bestia le pateó y en todo el graderío oímos un terrible crac. Era la pierna de mi amigo Nazario Belmar”23. No podemos negar leyendo estos emocionantes recuerdos que Belmar dejó muy buenos amigos. Fue un ser humano muy querido por todos aquellos que le rodeaban, tanto en el campo de juego como en los estudios de rodaje. Supo siempre dar la talla profesional y como persona, de tal modo que le permitió relacionarse con todo el mundo sin distinción de clase y condición. Poseía lo que en términos de cine se denomina “toque Lubitsch”.

Belmar abandonará el planeta del cine en torno al año 1965 y a partir de aquí iniciaría o más bien continuaría ejerciendo la profesión de abogado, pero ya no volvería a la producción cinematográfica, dedicando su tiempo a su familia y su vida social con amigos de su etapa deportiva, ya que se reunían con frecuencia en algún restaurante de la capital practicando la tertulia, la conversación y un buen yantar. En definitiva, cultivando la amistad, un bien muy preciado por Nazario. Lamentablemente, estamos en el momento más triste de esta semblanza biográfica. He de confesar que, después de un largo tiempo tratando de conocer los pasos deportivos, cinéfilos y humanos de nuestro protagonista, le he tomado cierto cariño investigador, una simpatía especial trabada a lo largo de conversaciones con personas que lo conocieron y revisando textos publicados en diferentes ámbitos. Nazario Belmar, aquejado de una grave enfermedad, fallece el miércoles 9 de julio de 1980 en la clínica de la Concepción de Madrid. Tenía 58 años, una muerte prematura que entre sus familiares y amigos hizo que reinara la más completa desolación. El diario deportivo As lo recordaba de esta emotiva manera: “Nazario Belmar era un ‘lord’ del fútbol. Un jugador distinto a los demás. Todas sus condiciones eran buenas. Las futbolísticas por supuesto. Correcto, fino, educado, caballero”24.

No deseo terminar sin citar a un gran escritor español, madridista donde los haya, que en un interesante librito recordaba sus años de infancia cuando acompañaba las tardes de los domingos a su padre a ver el Real Madrid. Se trata de Javier Marías y escribía lo siguiente: “El fútbol, en tantas cosas semejante al cine, que quizá por eso su mundo se ha llevado rara vez a la pantalla. Parecería una redundancia. Siendo un deporte de equipo, es el más generoso con sus jugadores, pues permite que se les recuerde individualmente, a pesar de los uniformes, con la misma nitidez con que uno es capaz de representarse los rostros, las figuras, los andares y nombres de los actores de cine, principales o secundarios”25).

Nazario Belmar en su época de productor cinematográfico.
Marcelino Galatas en su época de productor cinematográfico.

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