Escritos de un joven indecente XXXII:»Seguro que esta historia te suena»


El miércoles pasado
mientras daba el primer sorbo al café
y pensaba en lo fríos
que debían estar
los labios de una estudiante,
recibí un correo del mejor POETA
español contemporáneo.
Me ofrecía redactar el prólogo
para su próximo libro.
-¿Podéis imaginar?-
Un MALDITO
al que admiro
por desgarrarse la piel,
rebanarse el corazón
y despellejar su alma;
que aceptó un ejemplar
de mi libro
y me dio su opinión
más sincera,
¡ahora me brinda
el honor
de escribir sobre su trabajo!

Acepté ipso facto.

Me bebí el café de dos tragos
por la euforia
(suelo tardar unos 40 minutos
porque me gusta degustarlo lentamente)
y fui a comprar
una antología poética
de Karmelo Iribarren.
Llevaba tres semanas ahorrando
y la ocasión lo merecía.

Volví al estudio después de comer;
me lié un cigarro,
bajé la persiana,
corrí la cortina,
encendí la lámpara de pie,
puse a tocar a Schubert
y comencé a leer.

Apenas dos horas
y 175 páginas después
sucedió.

8 segundos de POEMA:

«El agua de la ducha
contra tu piel
mojada.
No hay música
-ni moderna
ni clásicaque
iguale eso,
lo que ahora siento,
lo que imagino
al escucharla.»

Cuando leí
la palabra
«escucharla»
se terminó el cedé
y entonces
EL SILENCIO
y ELLA.

Sus largas piernas
aguantando
como columnas
de Trajano
bajo una cálida
lluvia de febrero
en Génova…
y por detrás
mis manos
acariciando
sus nalgas;
separando
esos hemisferios
de músculos
para señalar
con mi dedo índice
el norte;
centro
donde anclar
mi cetro.

El agua
que gravita
y humedece
nuestro
instinto.

Agua que riega
su pelo
y deambula
lentamente…

Su vientre
es en mi frente
el muro de las adulaciones
y mi LENGUA
un colibrí
un su hendidura.

Sus pechos
de CARNE de UVA
mojados,
mis BESOS
(uno por cada lunar
de su cuerpo)
mordiendo su NUCA…
Mi bastón
en su mano
y nuestros alientos
compitiendo entre:
-«Ahh…y sigue y me gusta»-

Ganaron los LABIOS
a las BOCAS
que se devoraron
hasta la saciedad.

Triunfaron los CUERPOS
al quedar exhaustos
por los aplausos
de esternones
y caderas…
pero perdí yo.

Y es que cuando terminó el polvo
me dí cuenta
que mis manos
seguían sosteniendo
313 páginas…
Entonces releí los versos:

«lo que ahora siento,
lo que imagino»

Sonreí,
pensé en ELLA.

Cerré el libro
y …
la portada ya me lo había advertido.

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