Manuel Bellot Orgilés: noticias de un alcalde silenciado (1902-1939)

De igual modo, aconteció que un grupo numeroso intentó asaltar el hospital y matara las monjas que lo atendían.Advertido Bellot de ello, consigue llegar a tiempo a las puertas del establecimiento y, tras un duro enfrentamiento, consigue calmar a la gente y negociar con las religiosas el cambio de su hábito por uniformes de enfermeras, evitando así lo que la gente interpretaba como una provocación. Si accedían a ello, él les garantizaba que nadie las iba a molestar. Desde aquel momento, con el alcalde como valedor, no tuvieron más problemas, respetando el pueblo a las religiosas, el hospital y la labor que en él se llevaba a cabo.

Edificio del antiguo Hospital.

Otro episodio a relatar es el ocurrido por la desaparición de las alhajas y los mantos de la imagen de la patrona de Elda, la Virgen de la Salud. Durante el asalto a la iglesia, las imágenes religiosas fueron destruidas, incluidas las de los Patronos. Los ornamentos de las imágenes también desaparecieron, pero una denuncia puso sobre aviso a las autoridades, haciéndoles saber que, en la estación de ferrocarriles, había una pareja con unas pesadas maletas un tanto sospechosas y que esperaba el tren para marcharse. Detenida esta pareja, y en presencia del alcalde, se descubrió que lo que transportaba en las maletas, al parecer, eran las alhajas de la Virgen, con la intención de ponerlas a buen recaudo. El alcalde, una vez seguro sobre las buenas intenciones de los detenidos, optó por enviarlos a una finca en el campo con personal de su confianza que no permitiese que se tomasen represalias contra ellos. En cuanto a las joyas, llamó a un albañil conocido por él advirtiéndole de que, si se llegaba a saber algo de aquello, lo pagaría con su vida y, tras hablar con la superiora del hospital, las escondieron en el huerto de la institución a la espera de que llegasen tiempos más sosegados y se tuviese claro el destino que se les iba a dar.

Es de destacar que, por mediación de Bellot, se conservó la pequeña talla de la Virgende la Salud con la que contaba el hospital. Esta imagen, que sirvió para los cultos religiosos una vez acabada la guerra y mientras se realizaban las nuevas tallas de los Patronos, actualmente se encuentra localizada y, junto con el Cristo de Medinaceli, podrían ser las dos únicas obras de imaginería religiosa que se conservan en Elda con anterioridad al conflicto civil del 36.

Causa extrañeza que un apersona, tan radical en sus creencias y en su modo de vida, profesase una devoción tan profunda hacia una representación religiosa concreta, como era la imagen de la patrona de Elda, la Virgen de la Salud. Realmente, se trataba de una forma de tener presente a su madre, muerta cuando él era pequeño y a la que constantemente recordaba, la cual llevaba el nombre de Salud. Por otra parte, de un modo contradictorio con sus ideas, con estas actuaciones, reafirmaba su eldensismo, del cual siempre hacía gala.

En agosto de 1938, Bellot cesa en su cargo de alcalde al ser movilizada su quinta y tener que incorporarse al frente. Debido a su trayectoria política, es reclamado desde la Federación de Valencia de CNT y se incorpora a esta ejecutiva hasta el fin de la contienda. En su periodo valenciano, Bellot se vuelca más en labores políticas. A finales de 1938, el fin de la guerra se empezaba a vislumbrar, Levante iba quedando como último reducto republicano y las negociaciones con los gobiernos de países como Francia e Inglaterra se llevaban a cabo desde Valencia, participando Bellot en ellas. Poco a poco, se va elaborando la lista de posibles represaliados en caso de perder la guerra. Los criterios que se siguen son los de participación y representatividad encargos políticos. Entre los que más peligro corrían, estaban Bellot y su familia. Éste, en varias ocasiones, manifiesta su intención de no marcharse mientras queden compañeros en España: él sería el último en salir. Mientras tanto, las negociaciones con los gobiernos extranjeros continuaban con la intención de que éstos pusiesen a disposición de los republicanos algunos barcos y permisos de residencia para poder llevar a buen fin la evacuación prevista. Ante las noticias sobre el envío de estos barcos, entre los anarquistas de Elda crece la desconfianza y algunos de ellos contactan con pescadores de Alicante y Campello con el fin de asegurarse la retirada en caso de que los gobiernos extranjeros no cumpliesen sus compromisos. Enterados en Valencia de lo que ocurría en Elda, Bellot es enviado para intentar solucionar el grave problema de descoordinación que se estaba creando. Cuando Bellot llega a Elda, no queda tiempo para nada. Aún así, advierte a los locales sobre las posibles responsabilidades que se les pedirán por su actuación una vez se encuentren en el exilio.

Delante del Stanbrook, uno de los últimos barcos que salieron del puerto de Alicante rumbo al exilio y en el que Bellot pudo haber escapado de la represión, aunque finalmente decidió quedarse en Elda. Esta imagen aparece en la portada del libro El anarquismo en Alicante (1868-1945).

Vuelto Bellot a Valencia para continuar con el plan de evacuación, se hacen realidad las sospechas de los eldenses sobre la ayuda exterior. Francia envía un barco, pero Inglaterra no, siendo además uno de los primeros países que reconoce y legitima el gobierno de Franco. Con la escasez de medios de transporte, la evacuación se hace difícil. Algunos dirigentes son los primeros en salir de España. Bellot está entre los que deberían hacerlo por el riesgo que corre de ser represaliado, pero se niega a marcharse e ¿inexplicablemente? vuelve a Elda. Quiere asegurarse de que todos los que corrían peligro se han marchado y de que su familia está bien. Pide que le esperen durante un tiempo para poder marchar con sus compañeros una vez seguro deque no queda nadie, pero, cuando parte para Elda, dan la orden de levar anclas y, así, Bellot pierde su oportunidad de ser evacuado. Desde el puerto de Alicante, también salen el Stambrook y el Marítima, últimos barcos de transporte y última ocasión de ser evacuado.

Detención, juicio, sentencia y ejecución

El fin de la guerra, como sabemos, ya estaba cerca. Durante esta época, hubiese sido muy fácil para Bellot organizar su huida y la de su familia, como otros muchos hicieron.Su ideal no le permitió marcharse. Es más, cuando, en lo  últimos días de la contienda, tuvo ocasión de escapar embarcando en el Stambrook o en el último barco que partió para el exilio, el Marítima, su único pensamiento estaba con los compañeros que podían ser víctimas de una purga política, como, desgraciadamente, así sucedió.

Bellot vuelve a Elda en un tren de mercancías desde Valencia con la intención de ver a su familia. Se apea al llegar al túnel de La Torreta y consigue llegar a casa de sus tíos y de su hermana Mercedes. Durante un breve tiempo, se oculta en esta casa, situada en el barrio del Progreso, frente a la Plaza Castelar, en el piso alto del estanco conocido como del moro. Pero su tos, debida a las secuelas que le dejaron los años de presidio, asusta a sus tíos, temerosos éstos de que los vecinos les denunciasen a la autoridad. Manuel, ante esta expectativa, pide a su tía que visite a su mujer e hijos y que les tranquilice sobre su integridad. Tienen tres hijas, Walkiria, Aida y Anarquía y un hijo, Proteo, de dos años de edad. Durante la noche anterior, la Guardia Civil, alertada sobre la posible llegada de Bellot a Elda, al no encontrarle, detiene a Bárbara para interrogarla. A la mañana siguiente, cuando su tía Ana María va a casa de Bárbara para cumplir el encargo del sobrino, se encuentra con ésta recién llegada del cuartel de la Guardia Civil. Bárbara, con los pies metidos en una zafa, cuenta a Ana María lo que ha pasado durante la noche y que sus hijos se quedaron solos en la casa mientras a ella la interrogaban en el cuartel e insiste para que Ana María no cuente nada a su sobrino sobre el interrogatorio que ha sufrido y el acoso al que estaba sometida la familia. La tía, al volver a su casa, imprudentemente, lo primero que hace es contarle lo sucedido a Manuel y éste, hundido moralmente y ante el panorama familiar expuesto, se refugia en sus ideas y en su confianza en el ser humano. Llama a su tía y, tras pedirle que le recoja el único traje que tenía y que le prepare agua para lavarse y asearse, le comunica su intención de entregarse a la autoridad. Ana María le dice que reconsidere lo que va a hacer y él responde que no hay otra alternativa que ésa. Manuel, idealista, confía en que tendrá valedores entre la gente a la que ayudó durante su periodo de alcalde. Además, mal discípulo racionalista sería si no creyese en la integridad del hombre y en su capacidad de actuar honrada y justamente.

2 thoughts on “Manuel Bellot Orgilés: noticias de un alcalde silenciado (1902-1939)”

  1. Que pena que en España se hayan vivido todas estas cosas , que hermanos se enfrentarán y que nos mataramos entre nosotros ,. Que pena. Que todas estas barbaridades hayan cambiado también a generaciones de aquellas personas. Ojalá nunca vuelva a suceder y que nos sirva para no olvidar ,. Un gran reportaje

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