La ambición de nuestros hijos
Ambicionamos dinero, un mejor puesto de trabajo, el reconocimiento de nuestros semejantes, el poder, una vivienda más espaciosa, el último smartphone frutícola… ¿Pero qué ambicionan nuestros hijos?
Ambicionamos dinero, un mejor puesto de trabajo, el reconocimiento de nuestros semejantes, el poder, una vivienda más espaciosa, el último smartphone frutícola… ¿Pero qué ambicionan nuestros hijos?
McDonalds. ¿Cree usted que no aplica criterios de calidad? Pues le diré que, le guste o no le guste mojar las patatas en el manchurrón de ketchup, se trata de un ejemplo clarísimo a imitar. ¿A qué cree que se debe su éxito, al puro azar?
Ojo, no confundir éxitos para el «pueblo» representado con «partido» representado. Son palabras que, aunque empezando y acabando exactamente igual, suponen desarrollos opuestos.
Por lo visto la Ciencia no alberga ninguna duda: no existen diferencias biológicas notables entre un catalán, un vasco, un gallego, un polaco o un chino.
Se estima que sólo 9 de cada 100 nuevos proyectos perdura más allá de los tres años y medio desde su creación.
¡Cuán complejo es juzgar a nuestros semejantes y con qué facilidad lo hacemos!
«…Y le diré más, en 1995 (hace 20 años) el nivel superaba el 97%. ¿A qué santo tanta sorpresa con la deuda griega?»
Antonio y María son pesimistas en cuanto a la Política y a la Economía, obviamente a ellos también les afecta la dichosa crisis. En la conversación afloran sus tres principales preocupaciones: el paro (lacra en su entorno), la corrupción y el fraude (¿cómo no?) y la inestabilidad a la que parecemos abocados…
«…Y a todo esto, ¿también los votos están en venta? A la vista de lo acontecido en Petrer (desde el propio resultado electoral hasta mis queridísimas y rojas vallas), son dos las respuestas que se me ocurren…»
Ojalá, ¿quién sabe cuándo?, logremos cambiar algo las cosas para que mis hijas (y las suyos) se conviertan en ciudadanos dominados por la alegría, la satisfacción y lo que aún es mejor: la ilusión.