Grecia, mucho más que una deuda

 

Fue a finales de 1993 cuando un proyecto inicialmente bautizado como Comunidad Económica Europea (C.E.E.) llegó a su mayoría de edad: se inaguraba la Unión Europea (U.E.). No mucho después el proceso continuó con la moneda única, el actual euro, que sustituiría a las diferentes monedas nacionales. En nuestro caso nos despedimos de la peseta, no sin antes guardar algunas en el fondo de un cajón por aquello de la nostalgia. Los eurocambios no se hicieron esperar, ¿recuerda?; la conversión teórica (1 euro = 166 ptas) debió ser demasiado compleja, de modo que pronto nos acostumbramos a otra más razonable: 1 euro por cada 100 pesetas. Y esta es la historia de cómo, en el bar de siempre, el café de todos los días acabó cobrándose a euro. Por descontado que la inesperada inflación no se limitó al desayuno…

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Ah, el Partenón, símbolo de la antigua civilización griega.

No es intención de éste quien les escribe plantear una vuelta atrás. Aceptaremos, aunque sólo por costumbre (y no sana), que los dirigentes acertaron de pleno con nuestra incorporación al tren europeísta. Por fin salimos por las calles a gritar aquello de «somos europeos». ¿Y qué éramos antes?, ¿africanos?. En realidad la cuestión era decidir si se apostaba o no por un proceso integrador que, en definitiva, pretendía el bien de los europeos. Desaparecieron las limitaciones para el movimiento de mercancías, capitales y personas; se crearon instituciones supranacionales; se legisló en común a la par que se afianzaban posturas conjuntas a todos los niveles. Poco o nada pudo discutirse entre eslóganes como «la unidad hace la fuerza» e incuestionados argumentos que del «europeísmo», de la «modernidad» y del «progreso» hicieron uno sólo. Ilusión y confianza.

Transcurridos algunos años desde entonces, y una vez sobrevenida la crisis del 2008, el panorama ha girado por completo. Hoy, en el 2015, las voces críticas, disidentes incluso, crecen en número. Y lo mejor, son escuchadas. Las buenas intenciones que abogaban por un futuro prometedor para los hombres y las mujeres de Europa siguen siendo intenciones. La familia europea es cualquier cosa menos esa comunidad de miembros solidarios; aquí todos barren para casa. Y si ello implica sangrar hasta la muerte a un socio, ¿cuál es el problema?

puesta de sol sobre el mar Mediterráneo de Santorini, una de las más bellas islas griegas
Puesta de sol sobre en la isla griega Santorini.

Los servicios de prensa, con su ejército de contertulios al frente, se encargarán de distraer al ciudadano conduciéndolo a la carnaza. ¿Es ésta la confraternidad europea que nos prometieron?. La Unión Europea se ha quedado en mero eufemismo, prima el interés de cada cual. ¿Dónde está el cambio?… La masa seguiremos atentos a la inquietante mano del mago, aquella con la que sostiene la chistera, mientras con la otra esconde al conejo. No me califique de reaccionario ni me atribuya ningún radicalismo de izquierdas. ¡Tampoco me crea un euroescéptico!… No al menos hasta que haya leído los siguientes párrafos.

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¿Cuál es el problema con Grecia?, «simplemente que no paga». ¿Y por qué no acepta los compromisos de deuda que tan a bien le ofrece la U.E.?, «pues porque un tal Alexis Tsipras se ha enrocado en la locura». ¿Qué otras opciones se barajarían de no mediar acuerdo?, «poco más que la salida de la Unión». ¿Rusia?… ¿Cómo se sentirán los casi once millones de griegos que andan sobre la cuerda floja?, ¿por qué no los escuchamos?. ¡Qué cosas!, ¿cuánto tiempo hace que no se emiten por televisión o radio programas de lo que allí se cuece? ¿Por qué cada vez que se cita el asunto se obvian las pertinentes imágenes de las calles, las opiniones de sus habitantes o los datos sobre su economía real (véase el caso de los salvajes recortes en las pensiones, el creciente número de familias sin hogar..)? ¿Quién asumió que lo legal fuera lo justo?

Es un hecho que tanto a los gobiernos nacionales como a las instituciones europeas sólo les preocupa recuperar lo que una vez prestaron, ¡la pasta!. Y no es que me parezca mal, habrá que hacer frente a las deudas, pero se me antoja la misma sensación que ante el desahucio de una familia que apenas logra alimentar a sus hijos. En este particular algunas plataformas tratan de hacer frente a tan lamentables actuaciones del Estado de Derecho, desde aquí mi aplauso unido al de muchos millones de españoles que también suspiran por un cambio. ¿Va siendo hora de que hagamos lo propio con nuestros compañeros griegos?. Cuando las barbas de tu vecino…

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Bello paisaje de la Grecia continental.

Por el momento mi discurso podría confundirse con el del demagogo que recurre al discurso fácil y a la moralina «progre». Si así lo cree usted le daré mi enhorabuena, siempre y cuando mantenga esa misma actitud crítica en todos los frentes. Le invitaré además a que no la olvide cuando lea un periódico, encienda la televisión o sintonice su emisora favorita.

El lector no conoce demasiado a este articulista ramplón, así que le adelantaré mi encanto por los números. Y no es que su manejo sea siempre garantía de objetividad, sirva si se quiere como simple intención de sustanciar una opinión – que no es poco visto lo visto-. A continuación adjunto una gráfica en la que se muestra la evolución de la Deuda Pública de tres estados miembros de nuestra humanísima Unión Europea: Alemania (la locomotora del grupo), España (lo que conocemos) y Grecia (la desdichada):

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Habrá observado cómo a partir de la crisis (2007/08) los valores ascienden hasta un máximo del 100% en España, 80% en Alemania y el 177% heleno. Como sin duda sabe los niveles de endeudamiento actuales en España ya son elevadísimos, de ahí la «necesidad» de recortes. Pero eche una ojeada a los valores de partida del 2004, ¡Grecia presentaba cifras de escándalo!. Entonces, ¿no ha sido la crisis el origen de todos los males?  No. Y le diré más, en 1995 (hace 20 años) el nivel superaba el 97%. ¿A qué santo tanta sorpresa con la deuda griega?

Va siendo hora de asumir que el crack financiero no fue causa, sencillamente desnudó a la realidad de su deslumbrante vestido. Es incuestionable que Grecia arrastraba un problema que, sorprendentemente y a pesar del buen funcionamiento de la Unión Europea, nadie supo o quiso anticipar. Lo cierto es que la deuda que, con mayor o menor fortuna, se renegocia estos días por parte del recién estrenado gobierno de Syriza no ha sido originada por él. O lo que es lo mismo: es producto de la extrema mala gestión de anteriores ejecutivos (hacia los que pocas críticas se vertieron). No pasemos por alto la radical indolencia de las instituciones europeas. ¿Alguna duda?. Ya ve cómo epítetos tan ilustrativos como «extremo» y «radical» son empleables fuera de los contextos habituales. ¿Un, dos, tres, responda otra vez?: ¿cómo calificaría a la caterva de políticos que han llevado sin remisión a un país a la ruina?, ¿alguien espera una disculpa?, ¿una depuración de responsabilidades?

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«Echo de menos el testimonio de un griego cualquiera, del montón, de esos que ha visto cómo por primera vez su primer ministro no se limita a firmar lo que otros le imponen «amablemente»…

Echo de menos el testimonio de un griego cualquiera, del montón, de esos que ha visto cómo por primera vez su primer ministro no se limita a firmar lo que otros le imponen amablemente, porque otra cosa no, pero buenas maneras hay para aburrir. Groucho Marx estaría partiéndose de risa: gran parte de la Deuda Pública griega pertenece a estados miembros (sobre todo a Francia y a Alemania), precisamente los que mueven los hilos de una Unión Europea que, aunque no lo parezca, a un mismo tiempo representa a los griegos. Lo que no quieras para ti…
Por lo pronto el malo de esta película es ese tal Alexis de apellido impronunciable.

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Las dificultades de Grecia ejemplifican el fracaso, la inoperancia del nuevo orden económico y político. Sin embargo también se abre una nueva puerta que hasta la fecha nadie consideró: ¿y si la solución no pasa por acatar las directrices de Bruselas?. ¿Qué supondría si por h o por b, como todos deseamos, nuestros amigos griegos superaran con éxito este bache pero sin el apoyo europeo?. ¿Rusia?, ¿China?, ¿ellos solitos?… Imaginemos por un instante cuántos líderes coquetearían con la idea de andar similares caminos, ¡y el último que cierre!

Va siendo hora de replantear las bases funcionales, las fundacionales no nos importan, de la Unión Europea. Si de verdad es una comunidad todos sus miembros debieran tener voz y voto (reales). El pulso de intereses tiene que dar paso al consenso, contando con las particularidades de cada estado, de cada sociedad. ¿No es así como se rigen las familias bien avenidas?. La diversidad cultural y coyuntural en el seno de Europa es compleja, riqueza que no ha de obviarse, ¡adaptémonos a ella!. Eso sí, desde la honestidad y la transparencia. ¿Cuánto me recuerdan estas palabras a uno de los últimos discursos de David Cameron?

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Jóvenes «indignados» griegos.

De la Europa de la confrontación a la Europa de la cooperación no hay tanta distancia, ¿o sí?  En fin. Va siendo hora de acabar el artículo, no olvide el juicio que sobre mí tiene pendiente, a saber: reaccionario, radical de izquierdas o euroescéptico.

 

 

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