Una dicha popular muy recurrente hasta hace no muchos años en Petrer era aquella de blanura dalt del Sit, aigua per baix del llit. «Era matemático», atestiguan los más experimentados. El desarrollo de formaciones nubosas sobre la más venerada de las cumbres municipales determinaba sistemáticamente la aparición de unas precipitaciones que, por lo general, solían ser intensas y prolongadas en el tiempo. Se trata de una regla general que con el paso del tiempo parece haber ido perdiendo rigor y fiabilidad. Hoy, cualquier observador, a poco que aguce su mirada a la cumbre un día de blanura habrá percibido una tendencia cada vez mayor a incumplir esta pauta, tan seguida por nuestros antepasados a bien de acertar en sus calendarios agrícolas. Sin duda, este podría ser un buen ejemplo para justificar un hipotético cambio climático sobre nuestra población, aunque sería conveniente aportar nuevos elementos de juicio que permitiesen contrastar tan amplia e inquietante teoría como la del cambio climático.
Las voces de alarma están más que justificadas. A finales de 2006, el Nobel de la Paz y ex-vicepresidente estadounidense Al Gore publicaba el film documental «Una verdad incómoda[i]«, en el que trataba de articular de manera científica la existencia de un calentamiento global y, por extensión, un cambio climático, basado en la acción negativa de los seres humanos. Nunca un audiovisual basado en la proyección de estadísticas y gráficos había tenido tanto éxito en el mundo, lo que sin duda manifiesta la repercusión mediática que el cambio climático va adquiriendo en nuestra sociedad. Al Gore estructura su argumentación en torno al aumento de las temperaturas, los cambios en la composición de la atmósfera y las transformaciones que se están experimentando sobre incontables nichos ecológicos durante las últimas décadas. Pero Al Gore no está sólo en esta batalla. Cada vez son mayores los síntomas de que algo está cambiando, y cientos de miles las personas que emiten señales de preocupación y espanto por este peligro global. Peligro global, que resulta evidente… Ahora bien ¿cómo puede una persona percibir dichos cambios en su vida cotidiana? ¿Qué impacto han tenido en escalas locales? En definitiva ¿es posible hablar de las consecuencias del cambio climático en Petrer?
Medir el impacto del cambio climático en Petrer puede resultar una labor aparentemente complicada. No obstante, a nivel perceptivo, cualquier ciudadana y ciudadano adulto habrá podido experimentar cómo los inviernos son cada vez menos fríos y más cortos, cómo el verano empieza antes y, en agosto, el tiempo es más agradable que en julio. También la sensación de sequía se agudiza, y ya casi nadie recuerda cuál fue la última vez que salió la rambla (fue el 17 de junio de 1997[ii]).
Los expertos en la materia opinan: Emilio Martínez es técnico del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante (www.labclima.ua.es). Pese a que trata con mucha cautela las cuestiones referentes al cambio climático, reconoce que algo varía en el clima alicantino durante el último medio siglo, y afirma que, al menos a nivel estadístico, sí se ha registrado un aumento de la temperatura media anual y un descenso en la cantidad de precipitaciones, lo cual puede inducir a un cambio climático real. Martínez se basa en la información obtenida a partir del observatorio de Ciudad Jardín (Alicante) para la serie 1955-2006, cuyos valores se representan en las siguientes figuras:
[i] El documental está disponible en el siguiente enlace: http://www.tu.tv/videos/una-verdad-incomoda-2006-1-parte-de-2
[ii] Más información en http://eco-cultural.blogspot.com/2008/12/la-hucha-rota-de-petrer.html