Nota: Artículo publicado originalmente en la revista Alborada nº46, 2002 – Puedes adquirir un ejemplar aquí.
Y es hoy aquel mañana de ayer… Y España toda,
con sucios oropeles de Carnaval vestida
aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda.
Antonio Machado
Fijándonos en la completa revisión que se viene haciendo en distintas publicaciones de nuestra ciudad, de los hechos ocurridos en ella en un pasado más o menos lejano, podemos comprobar que, cada vez, son más variados los temas de interés para los autores de estos estudios y artículos. Son pocos los temas y personajes que no han tenido una visita o un acercamiento a su obra, vida o circunstancias. Aún así, el complejo entramado de una sociedad da opciones a encontrar vivencias o hechos a los que no se ha sabido o no se ha querido llegar. Posiblemente, en el recuerdo del lector, en este momento, se agolparán nombres, fechas y lugares que serían merecedores de esta revisión.
En mi caso, siempre he tenido, por distintas circunstancias, dudas y lagunas sobre algunos capítulos de nuestro pasado reciente. Al intentar profundizar en estos episodios, he tropezado con una persona común a alguno de ellos, alguien al que, posiblemente por su ideología política, no ha sido grato recordar después de acabada la guerra civil: estoy refiriéndome a MANUEL BELLOT ORGILÉS, alcalde de Elda en el periodo comprendido entre el 26 de agosto de 1936 y agosto de 1938. De todos es sabido que la historia tiene varias interpretaciones, por tanto, podemos considerarla cierta en la medida que cada uno sepamos o queramos aceptarla. Normalmente, en los libros siempre viene reflejada la versión que más grata resulta a la facción dominante, pero, haciendo un símil geométrico, la historia es poliédrica y tiene tantas caras y versiones como elementos la componen.
Hace algún tiempo, repasando una cronología sobre alcaldes de Elda, tropecé con el nombre de Manuel Bellot Orgilés. Me pareció curioso que fuese el único de la lista sobre el que, entre paréntesis, se decía: sin noticias. De haber vivido en una época más remota, posiblemente ni hubiese reparado en ello, simplemente pensaría: no se ha encontrado documentación sobre él. Lo que me hizo reflexionar sobre esa llamada fue la fecha de su cargo político, los dos primeros años de la guerra civil, una fecha reciente y totalmente documentada. No creo necesario decir que mi deducción era correcta, todo se debía a un ejercicio de represión sobre un militante anarcosindicalista local que llegó a alcanzar una importante posición dentro de la Federación Valenciana de la CNT.
Localizado el personaje, empezaron a surgir las preguntas y, conforme encontraba respuestas, mi interés por la persona crecía. Poco a poco, pude contactar con quienes le conocieron: familiares, compañeros, amigos,vecinos…., y, al final, venciendo un miedo viejo y polvoriento a hablar del tema, conseguí que estas personas confiasen en lo que me proponía hacer: restaurar al hombre silenciado.
No es mi propósito, con esta revisión, abrir viejas heridas que, en muchos más casos de los deseables, no han cicatrizado; no lo es tampoco hablar de víctimas y verdugos, solamente he intentado acercarme a la persona que, hijo de su tiempo y de su entorno, vivió y sufrió circunstancias muy desafortunadas que, lamentablemente, dejaron una estela de amargura, tristeza y miedo hasta el día de hoy.
¿Cada cuál elige su camino?
Conocemos la imagen idealizada de Elda a principios del siglo XX, transmitida por los ilustrados y los próceres de la época. También hemos aprendido a añorar el pueblo tranquilo del que nos hablan nuestros abuelos y padres. Pero, en esta ocasión, quiero hablar de otra Elda que, aún siendo la misma, nos ofrece otra perspectiva.
A finales del siglo XIX, Elda se había convertido en una suerte de paraje yermo, adelanto de la tierra agotada que hoy conocemos. El Vinalopó, casi seco, traía las aguas por un cauce sobreexplotado, salinizadas e inservibles para regar los cultivos de su vega. Los eldenses, como hubiese hecho cualquiera por pura cuestión de supervivencia, convirtieron la pobreza de sus tierras en fuente de trabajo. Y de esta forma es cómo, en Elda y en una extensa zona recorrida por este río, la transformación del esparto sirvió para alimentar escasamente a sus gentes. Se creó una efímera industria espartera que, además de una gran cantidad de enfermos de vías respiratorias, lo único bueno que aportó, posiblemente,fue el servir de base para la potente industria zapatera que, hasta el momento, sirve de subsistencia a la ciudad.
Con la llegada del nuevo siglo, Elda va creciendo y sus fábricas crean puestos de trabajo, tantos que sus vecinos no son capaces de cubrirlos todos; por eso, día a día llegan de otras poblaciones cercanas gentes que lo único que buscan es escapar de la penuria de sus pueblos y ganar un salario que permita llevar una comida decente a sus bocas. No es que en las fábricas de Elda las condiciones de trabajo y los sueldos fuesen como para lanzar las campanas al vuelo, pero, al menos, eran menos malos que en otros sitios.
En el año 1900, se construye el tendido eléctrico en Elda. Por entonces la villa contaba con poco más de 6.000 habitantes y una naciente industria del calzado que se iba expandiendo y consolidando. Había 90 fábricas, más de la mitad pequeños talleres familiares que, como mucho, daban para tener algún empleado. La producción rondaba los 150.000 pares de zapatos anuales y, poco a poco, se creaba una industria auxiliar que diversificaba y hacía fuerte la industria base. Los obreros dedicados a la fabricación del calzado tenían una baja cualificación profesional: generalmente,eran jornaleros o braceros que, ante la escasez de trabajo en sus ocupaciones habituales, optaban por aprender un nuevo oficio en algo que parecía poder aportarles ciertos recursos. Las mujeres también podían trabajar en esta nueva industria, incluso en sus casas, sin estar sujetas a un horario de fábrica. Para los niños, desde muy pequeños,también había trabajo como aprendices, lo que suponía un alivio a la crítica situación de muchas familias cargadas de hijos y con muchas dificultades para sacarlos adelante.De este modo, con el esfuerzo de todos, se empieza a edificarla industria zapatera.
La política se hallaba en manos de la burguesía local, dueña de las empresas y de las fuentes de riqueza, dedicada a sus charlas de salón y a construir en el solar eldense un remedo de sociedad ilustrada y absolutista de corte provinciano, pero Elda y sus gentes habían iniciado el camino del progreso convirtiéndose en una próspera zona industrializada, por lo que los postulados sociales y políticos que llegan de Europa vía Cataluña y otras zonas fabriles más cercanas a nosotros, como Alcoy, van calando hondo entre la población.
En 1902, con el beneplácito de algunos próceres y empresarios locales, se forman distintas cooperativas obreras influenciadas por las nuevas ideas que lentamente van llegando. Se fundan, entre otras, las sociedades cooperativas El Progreso y La Fraternidad, dedicadas a la construcción de viviendas baratas para la cada vez mayor población, que va haciendo crecer rápidamente la villa. Así,en este año y con este paisaje, nace Manuel Bellot, hijo de familia eldense de humilde condición, el mayor de cuatro hermanos, hijo de un jornalero, con su madre dedicada a sus labores. Poco se ha podido saber de estos primeros años de Manolico, como era conocido familiarmente. Sabemos que, siendo él muy pequeño, su padre se ve involucrado en una riña y mata a una persona. Tras la detención, vienen la condena a presidio y el desamparo de la familia. La madre, embarazada del cuarto hijo, contrae unas fiebres y muere al poco del parto, el hijo también muere al poco de nacer y se quedan solos Manuel y sus hermanas, María y Mercedes.Los abuelos maternos recogen a los niños pero, ante la imposibilidad de sacarlos adelante, optan por lo que tantas familias se veían obligadas a hacer:reparten a las niñas. María,la hermana mayor, va a vivir con una familia de Sax y Mercedes, la pequeña, es recogida y criada por sus tíos Ana María y Manuel, personas muy religiosas y creyentes que no tenían hijos, hermana ella de la abuela. Manuel-niño queda con sus abuelos. Al poco tiempo, muere el abuelo y Eulalia, la abuela, no teniendo medios de subsistencia,pone al niño de aprendiz con un zapatero de silla. De este zapatero es de quien Manuel-aprendiz, posiblemente,empieza a conocer las ideas libertarias.
Elda, como una potencia industrial que se perfilaba y con un notable aumento de su población, va impregnándose de los aires proletarios y reivindicativos que corren por poblaciones cercanas como Alcoy, Elche y Alicante. En la ciudad, ya se han vivido manifestaciones anticlericales como la de 1910 y, poco a poco, la escuela libertaria se muestra como la única alternativa educativa para el pueblo. Manuel-adolescente, con un oficio aprendido y puesto de novio, asiste a las clases de Expédito Durán, maestro de la Escuela Racionalista, seguidor de los postulados de Ferrer y Guardia. Por esta escuela, van pasando como docentes Vicente Galindo (Fontaura), Antonia Maymón, Fortunato Barthés, José Alberola, Eduardo Carbó, Expédito Durán y otros muchos, todos ellos fervientes creyentes en un sistema de enseñanza laico, sin distinción de sexo, clase o condición y por el que se pretendía llegar a conseguir una nueva sociedad, igualitaria, más justa y más libre, basada en la confianza en el hombre y en su capacidad de entendimiento y raciocinio.
Manuel-alumno asiste a las clases nocturnas de la Escuela Racionalista tras la jornada laboral y, cuando el trabajo se lo permite, también participa de los frecuentes paseos por el campo con sus maestros y condiscípulos. Mientras tanto,aprende de la lógica racional observando la naturaleza y el orden que de ésta emana. Manuel-solidario, henchido de idealismo, ayuda a hacer crecer las propuestas anarcosindicalistas. Para ello, colabora en publicaciones que propagan la Idea y, de esta forma, va tomando conciencia de su clase.
Me ha gustado mucho el reportaje
Que pena que en España se hayan vivido todas estas cosas , que hermanos se enfrentarán y que nos mataramos entre nosotros ,. Que pena. Que todas estas barbaridades hayan cambiado también a generaciones de aquellas personas. Ojalá nunca vuelva a suceder y que nos sirva para no olvidar ,. Un gran reportaje