¡Una entrada…por favor!

De Enrique Amat se recuerdan frases como: “¡Ahora aparecen grandes montones de arena!” y otras tantas que, entre broma y broma, llegaron a ser verdaderas consignas.

El sonoro, indiscutiblemente, revolucionó el panorama cinematográfico, pero las salas no se dedicaron exclusivamente a la proyección de películas. Géneros como el vodevil tuvieron cabida dentro de sus programaciones, y artistas como Maruja de Castro (recordada por sus desnudos), trabajó en nuestra población y más tarde volverá a repetir experiencia con otro tipo de género (según testimonios, después de la guerra)

Del interés de estos espectáculos hay constancia en publicaciones como Polémica. En el número 5, de fecha 28 de noviembre de 1931 en la sección titula­da Se dice, narra lo siguiente:

SE DICE… Que por haber concurrido al baile del domingo algunas señoras, no pudieron bailar sus esposos, con unas artistas, que en el salón habían.

La importancia de los espectáculos fue vital a la hora de sacar adelante ciertas parcelas públicas y sociales, tal es el caso de la Junta Local de Protección a la Infancia.

La Junta Local de Protección a la Infancia nació a instancias del Gobierno Civil y tenía como objetivos socorrer a las madres durante el período de gestación y a los niños durante la lactancia, así como velar por la protección infantil. Hay que recordar que se inició este trabajo el 15 de marzo de 1928 y se mantuvo en vigor hasta 1936.

De la vida y evolución de esta junta existen datos muy significativos en la obra de Salvador Pavía, Petrer: los años decisivos 1923-1939. En uno de sus capítulos, en los que se aborda el tema, habla de la recaudación de las taquillas de los dos cines existen­tes en la población (Cinema y Cervantes).

Como dato, apuntar que al teatro Cervantes se le impone una cuota fija de 100 ptas. mensuales y al resto de los espectáculos un 5% sobre actividad (cine, baile y teatro). La creación del Círculo Recreativo Gran Cinema, en el año 1930, hace que proliferen los bailes populares, con lo que se incre­menta la recaudación, llegando hasta un total de 190 ptas. mensuales. La crisis del 31 se hace sentir y el dueño del local deja de pagar lo estipulado, lo que animaría al del Cervantes a hacer lo propio, por lo que se intervinieron las taquillas.

También Polémica lo recoge en el número citado anteriormente:

SE DICE… Que para evitar atrasos, en los impresos que a la protección a la infancia corresponden, se intervendrá la recaudación de los teatros, contro­lando el cargo que se haga a las taquillas.

La recaudación bajó hasta 140 ptas. a pesar de todas las presiones. Más tarde, en 1932 (buen año para la economía), se alcanzaron las 245 ptas. men­suales de ingresos por los dos cines, al margen del resto de los espectáculos que se ofrecían en la pobla­ción.

En Polémica hay muchas más referencias sobre la vida social y política de un pueblo que pasaba, de alguna manera, también por los espacios de recreo. En este sentido, en el semanario del día 2 de enero de 1932 podemos leer, referente al que fuera alcalde socialista José García Verdú, conocido por el seudó­nimo alma de niño:

SE DICE….Que en el Teatro fue califcado Alma de niño, de ¡enchufista!…

EL CINE O… DEL GALLINERO A LA FILA DE LOS MANCOS

De las primeras referencias, en este caso orales, sobre la llegada del sonoro, se recuerda «Luces de Buenos Aires», con Carlos Gardel como protagonista o a Imperio Argentina en “Su noche de bodas”, pero antes de que irrumpiese esa maravilla de la técnica el sonido era suplido por lo que llegó a llamarse: espectáculo cine-musical. En Polémica (14-XI-31) se habla del acierto de la orquesta en la proyección, por la ejecución de varias piezas de actualidad.

Pero con el sonoro llegaron las canciones, la gente vivía los musicales, memorizaba sus letras. El cine, realmente, había entrado en sus vidas. Pocos años después de la aparición del sonido en las pantallas estalló la guerra. Tras ese paréntesis en el que paradójicamente, hay quien afirma haber ido al cine (Centro y Cervantes), la escasez hace del séptimo arte un negocio floreciente en el que las colas en las taquillas serpenteaban en una calle (Gabriel Payá) apenas transitada. La sesión era continua desde las cuatro de la tarde hasta la una de la madrugada; generalmente, se pasaban dos películas y la gente repetía. Se llegó a proyectar cine todos los días y en la puerta se instalaban las paradas en donde se vendían les pipes, les faves i els torrats, que la gente acompañaba de bocadillos y meriendas y que, tras la última proyección, dejaban el teatro convertido en un verdadero basurero, por lo que hubo que prohibir la entrada de comida en la sala. Al gallinero se accedía por una puerta situada a la izquierda en la misma calle. El piso era de madera y la entrada más barata. El alboroto se dejaba sentir cuando los besos llegaban recortados, las primitivas máquinas producían algún apagón y los empalmes hacían mucho más cortas las cintas. Entonces los del gallinero y otros muchos respondían a lo que para ellos era un abuso al grito de “¡Lladres….lladres!”

«A escondidas he de verte y he de amarte a escondidas»….la estrofa de esta popular canción de aquellos años, que hiciera famosa Jorge Sepúlveda, parece estar escrita también para el cine.

Los novios de la época buscaban la complicidad de aquellas últimas filas, para dedicarse a los menesteres propios de su condición. Entonces, posiblemente, fue cuando se inventaron los ‘besos luminosos’. El aposentador, muchas veces en exceso de celo y otras a requerimiento del vecino de butaca, que se sentía molesto ante determinadas muestras de cariño, iluminaba a las parejas con linterna. Patamo, como otros tantos, hacía que se calmasen los ánimos y si no…. ¿Para que habían inventado las carabinas? Suegras, madres, vecinas y amigas desempeñaban este oficio en aras de la buena reputación de las mozas casaderas.

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