Paco Mollá y el milagro de la inspiración poética: LUZ EN LA SENDA (El alba incesante)

Lo curioso, lo interesante es que, como deja ver el poema titulado «Alma, en la voz del silencio», Paco tenía preparado -o en fase de producción- un libro de versos al que llamaría La voz de Lumen, libro del que hay que suponer se desgajarían tanto algunos de los poemas de Luz en la senda como los publicados en el florilegio de don Jesús. Sin embargo, es evidente que una corriente común une los poemas de estos libros con los de Orto, editado en 1975 pero cuyos poemas, en su mayoría, habían visto la luz en la década anterior. Y bien se sabe que orto, además de compartir el significado de alba, expresa la admiración del poeta por la belleza de lo creado, asombro ante la naturaleza que escenifica el poeta en un paseo por Catí y la sierra del Cid desde el amanecer hasta el cénit solar de un día de mayo. Quiero decir, por tanto, que todo el corpus poético de Paco Mollá, tras su salida de la cárcel, procede de la fuente inspirativa que surge en esas excursiones a la montaña y las subsiguientes reflexiones espirituales. En Alma y otros poemas, y sobre todo en Canciones del camino, se pueden encontrar algunos poemas escritos por Paco antes de 1939, es decir, antes de su ingreso en la cárcel de Alicante. Son prehistoria en el sentido más literal del término, son romances y sonetos formales de dudosa musicalidad y de fortísima carga social. Luego, la verdadera escuela poética que le supuso el contacto en la prisión alicantina con Ferrándiz Alborz, José Capilla, Jorge Llopis, Vicente Grimal, Vicente Clavel y, especialmente, con Miguel Hernández, le llevó al cuidado exquisito del ritmo mientras sus temas derivaban hacía lo esencial humano. Pero seguían siendo versos «construidos», versos forjados sobre pautas y falsillas, de borrón y vuelta a empezar. Aquellos son poemas de combate entre la idea y su transfiguración en la palabra precisa, en los que con excesiva frecuencia la lucha no acaba en la conquista deseada, como puede comprobarse en los libros citados. Aunque también es verdad que de la estancia en el Reformatorio de Adultos salieron poemas tan plenos, tan completos como «Alma» o «He leído en tu carta».

Paco Mollá y su esposa Justa.

Regresando ahora a los poemas que nos ocupan, cierto es que todo el libro está impregnado de una espiritualidad por encima de toda religión; que podemos hablar de esoterismo, budismo, cristianismo… porque ciertamente hay referencias precisas a Cristo, a Buda, a lo oculto y hermético. Pero sería absurdo considerar al grupo como una secta de alumbrados y a Paco como el oficiante, médium entre el alma y la materia, adoctrinando a sus feligreses. El poemario es la clara muestra de la espiritualidad de un hombre para quien si sientes a Dios, hermano, todo te será adorable.

Ese panteísmo -hilozoísmo, precisa Vicente Ramos en un estudio sobre nuestro poeta- es su característica esencial. Por eso suena tan raro, tan apócrifo, ese último poema que cierra la segunda edición. Se llma «Poemas del hermano Paco Mollá en el plenilunio de mayo de 1994» y, simplemente, no debería estar en un libro firmado por Mollá. El alma de Paco, casi cinco años después de la muerte de su cuerpo, se hubiera manifestado -en plenilunio o no- con la misma riqueza armónica, al menos, de sus poemas en la tierra, pero sobre todo con la intensa espiritualidad del ser superior que aquí era. Y ese poema, tan escaso de ritmo como abundante en sectarismo -esa exaltación de Buda es absurda en un ser hecho ya luz-, ayuda muy poco al lector que quiere ver en Paco y en sus poemas a un hombre bueno, profundamente entrañado en el misterio de la creación, pero no a un santón embolado.

Dicho esto, tampoco es un secreto que Paco Mollá fue un hombre de una especial percepción extrasensorial, manifestada en múltiples ocasiones a los más cercanos. Su interés por las llamadas ciencias ocultas, por lo paranormal, venía de muy lejos: de su estancia en Brasil y su contacto con los «hombres santos» de la selva brasileña. En su biblioteca se conservan algunos libros sobre estos temas, así como sobre la vida extraterreste. Su amor apasionado a Jesucristo no le impidió acercarse al espiritismo y a las doctrinas budistas, aunque su conocimiento de ellas es muy superficial y se limita a la adopción de dos o tres conceptos muy vulgarizados. Su relación con un personaje tan singular y admirable como Heliodoro Corbí también debe ser encuadrada dentro de un ambiente tan especial como el que se vivió en Petrel en los años sesenta y setenta, clima que, por otro lado, produjo derivaciones tan llamativas como la abundancia de curanderos y personajes tan interesantes como Feliciano Montesinos, el propio Corbí o como Paco y Lola, entre los más populares.

Pues bien, en torno a Paco Mollá y Justa se organizó un grupo unido por su espiritualidad, por la comunión con la naturaleza, por la atracción de lo esotérico y el ansia de encontrar un lazo de unión con la divinidad. Aunque he intentado varias veces que uno de los miembros mis activos de aquellas reuniones me contara algo de lo que allí sucedía, hasta ahora me ha sido imposible. Tampoco en mis conversaciones con Paco quería él ser demasiado explícito sobre este asunto; por ello, mis referencias son de personas cercanas al grupo o que asistieron en contadas ocasiones a aquellas tertulias. Agradezco especialmente a Boni y a Pepita sus recuerdos, la fe y el cariño que mantienen en aquel hombre bueno y la confianza depositada en mí. Con ellos me parecía estar en el Pla del Pi, en la Sierra del Caballo, en la Fuente del Lobo… Allí se hablaba de cultura, de poesía, del misterio humano… y la conversación terminaba generalmente en meditación. A veces, unidas las manos de todos los presentes y en la oscuridad, Paco o Justa, o algún otro asistente, buscaban el contacto con el misterio. Y a veces, sobre todo cuando esas reuniones ocurrían en la sierra, Paco pronunciaba los versos que otra persona del grupo se apresuraba a escribir. Son los poemas de Luz en la senda. La edición, unos cuatrocientos libros, fue presentada al grupo por uno de los miembros, en una reunión habida en mayo de 1980 en una casita de campo situada en el paraje de la Fuente del Lobo, lugar donde sucedieron algunos de los contactos espirituales referidos en el poemario. Luego, cada asistente se llevó un número indeterminado de libros para venderlos a 500 pesetas el ejemplar.

Ciertamente están en Luz en la senda, junto a versos de estructura endeble, algunos de los mejores poemas de Paco Mollá; aquí podemos encontrar -como escribió Dámaso Alonso a propósito de San Juan de la Cruz- el misterio técnico de la poesía de un místico. Tenga en cuenta el lector el caudal formativo de nuestro poeta, repare en las circunstancias personales que en esos momentos vivía y luego considere el milagro de versos como los de Epitafio para un poeta, Cuidarás de tu barca, Impacto, Trayectoria… y tantos otros. Ese es para mí el misterio y la grandeza de este librito, no los presuntos contactos con el «Hermano de la Montaña» ni los supuestos mensajes de los seres de la luz o de la oscuridad. Las experiencias sobrenaturales de esa «manada pequeña», de ese «grupito amable» que en las noches de plenilunio se reuma en la montaña, aun siendo todo lo dignas de respeto que merecen, me importan menos que el misterio de la creación poética, ese milagro que hace que un hombre como Paco Mollá -con la limitada preparación literaria de Paco Mollá, a sus sesenta años- sea capaz de componer sin pausas, sin titubeos, poemas de la perfección técnica y de contenido como los que en este libro se encuentran.

Nada mejor para terminar este breve acercamiento al misterio de la creación poética de Paco Mollá que sus propias palabras: Poco sé de poesía. La concibo como una gracia universal emanada de la divinidad. La traslación de este sentimiento, que es la esencia que resume todo el libro, está en el soneto que lleva la fecha del 8 de diciembre de 1968:

Caminando el poeta por la vida
instrumento es de la Naturaleza;
se absorbe embriagado en la Belleza
y bálsamo se quiere en toda herida.

Siempre atento a una voz -chispa escondida-
absorto el césped pisa y la maleza;
canta encantado y canta cuando reza..
Su vida es oración desconocida.

Espíritu sensible a las mareas
del hondo mar del tiempo -sin medida-,
registra todo el bien y todo el mal.

Remonta el vacuo azul de las ideas
queriendo armonizar su propia vida
con la Gran Armonía Universal.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *