2. LA ROMANIZACIÓN
Quizás,estas páginas no sean las apropiadas para desarrollar el largo proceso de transformación experimentando en las comunidades ibéricas del litoral mediterráneo durante más de dos siglos en su proceso de romanización. Pero sí para contextualizar la villa romana de Petrer, dentro de una provincia romana La Tarraconensis, y de un conventus jurídico, el Carthaginensis, surgidos como consecuencia de la reorganización territorial propiciada por Augusto.
2.1. ANTECEDENTES
La cultura ibérica, formada ya con rasgos propios en el siglo V-IV a.d.C., a través de un proceso de autotransformación y de un contacto con las culturas mediterráneas de fenicios, griegos y cartagineses, alcanzará un alto grado de desarrollo con el uso de la cerámica a torno, la metalúrgica del hierro, la escritura y la acuñación de su propia moneda hacia finales del siglo III, principios del II a.d.C.
Dentro del conjunto de pueblos ibéricos conocidos a través de las fuentes latinas, la provincia alicantina quedaba incluida dentro de la Contestania, limitada al Norte por el río Júcar y al Sur por el río Segura. Dentro de este amplio territorio se han localizado centros de hábitat importantes como La Bastida de les Alcuses en Mogente, La Serreta en Alcoy, El Tossal de Manises en Alicante, El Monastil en Elda, Ílice en La Alcudia de Elche, el Portus Ilicitanus en Santa Pola, junto con Cabezo Lucero y El Oral en Guardamar, cerca de la desembocadura del río Segura.
Puntos costeros importantes dentro de las rutas marítimas mediterráneas, a la vez que centros de distribución y difusión de productos de lujo y de nuevas corrientes culturales, hacia los poblados situados en el interior, a través de valles y vías naturales de comunicación, como sería el caso del Vinalopó, valles en los que vamos a centrar nuestro estudio, al estar la villa romana de Petrer geográficamente ubicada dentro del Valle Medio del Vinalopó.
En el año 218 a.d.C., un ejército romano bajo el mando de Cineo Escipión, se apodera de Ampurias y de la ciudad de Tarraco (Tarragona) para desde allí dirigir sus legiones contra los cartagineses, en esos momentos sus más fuertes enemigos, dentro de la Segunda Guerra Púnica. A los pocos años en el 209 a.d.C., Publio Cornelio Escipión toma Carthago-Nova (Cartagena), fundada por Asdrúbal en el 228 a.d.C. Esta ciudad, importante no sólo por su puerto, dentro del Mediterráneo Occidental, sino por la riqueza de sus minas de plata, supuso un gran triunfo y un punto de apoyo para la conquista de las tierras andaluzas, ricas en cereal y en olivo, productos que servirían para el avituallamiento de los ejércitos romanos, desplazando así a los cartagineses de la mitad sur peninsular, con la franja costera mediterránea.
En la primera mitad del siglo II a.d.C., continúa la expansión romana por Hispania, así denominada la península, al tiempo que había sido dividida (197 a.d.C.) en dos provincias; La Citerior y La Ulterior. Al final del periodo republicano, cuando ya los pueblos indígenas estaban prácticamente bajo el control político romano, es escenario de las guerras civiles entre César y Pompeyo. La llegada al poder de Octavio Augusto, a finales del siglo I a.d.C., abre un nuevo periodo dentro de la política romana, al concentrar en su persona amplias cotas de poder, consiguiendo definitivamente la conquista y pacificación de cántabros y astures, estableciendo una importante reforma del sistema político-jurídico, creándose las bases del imperio.
2.2. PERIODO ALTOIMPERIAL.
El proceso romanizador de la península ibérica, iniciado en época republicana, se ve acelerado al decretarse la «Pax Romana» y perfilar Augusto una nueva ordenación jurídica, administrativa y social.
En el área administrativa, Augusto divide Hispania en tres provincias, La Tarraconensis, La Bética y La Lusitania; en ellas reside el gobernador, a su vez la provincia queda dividida en conventus jurídicos, que son los distritos de la administración judicial. Las tierras alicantinas quedan dentro de la Tarraconensis, y pertenecen al coventus jurídico de la Carthaginensis.
Continuador de la obra de César, por un lado, crea nuevas colonias y por otro, convierte núcleos de población indígena en auténticos municipios romanos. Se darán distintos tipos de ciudades en función de su origen y de su relación con el Estado, de ahí que hubieran colonias, municipios de derecho latino y ciudades estipendarias, fortaleciendo con ello la unidad imperial; otras unidades territoriales, dependientes posiblemente de ellas, serían las villas.
La ciudad no sólo tenía un sentido de agrupación urbana, sino que se constituye como unidad de ámbito territorial, religioso, económico y político. En ella se desarrolla una burguesía urbana dedicada a las tareas administrativas y una aristocracia local que solían ser grandes terratenientes.
Cerca de las ciudades, el territorio ocupado por villas venía a constituir un poblamiento rural disperso, dedicado a las tareas agropecuarias, cuyo excedente era comercializado en las ciudades, con las que estaban íntimamente relacionadas, ya que a través de ellas obtenían las cerámicas de lujo y objetos de adorno importados de ciudades mediterráneas.
Dentro de la reorganización imperial impulsada por Augusto, son importantes los cambios en la ordenación del territorio, tanto en el ámbito urbano como en el ámbito rural.
En los primeros años de conquista romana, época republicana, la explotación de la tierra se había realizado en función de las necesidades de abastecimiento del ejército; ahora la planificación y división del territorio, «el ager publícus», se realiza aplicando el modelo italiano, consistente en un reparto sistemático de tierra, para su puesta en cultivo, a licenciados legionarios y a familias inmigrantes de otras provincias imperiales. Este sistema de distribución de la tierra recibe el nombre de «centuriato», surgiendo así junto a las ciudades núcleos de población rural relacionados en ocasiones con las villas.
En rigor, sólo las colonias se centuriaban, pero con posterioridad este sistema se aplicó también a los municipios y a territorios adyacentes a ciudades de menor importancia. La centuriación es el reparto, a cien licenciados, de 100 parcelas de terreno de una extensión de 2 yugadas cada una. Como ejemplo del asentamiento de 100 veteranos en una colonia podemos tomar la centuriación de la colonia Julia Ilici Augusta (La Alcudia de Elche). Las medias empleadas arrancan de una unidad básica de longitud, el pie, que equivale a 29,57 cms., siendo la medida tipo de los agrimensores romanos el «actus», que equivalía 120 pies, que viene a ser 35,48 metros. Dos actus cuadrados eran una yugada.
Las centuriaciones se orientaban teniendo en cuenta los puntos cardinales a partir de dos puntos preestablecidos, en los que confluían dos ejes «el kardo maximus» que va de Norte a Sur, y «el decumanus maximus» que va de Este a Oeste. Las parcelas tenían un módulo lateral de 711 metros, aunque podían oscilar entre 703-714 m.
Como ya apuntaba en su día el profesor Lorenzo Abad, sobre las centuriaciones romanas en el País Valenciano estamos relativamente bien informados. Recientemente gracias al trabajo realizado por José Miguel Payá, tenemos constancia de una posible centuriación en Petrer, es decir, todavía quedan residuos del catastro romano petrerense. Catastro que puede estar relacionado con la «villa romana de Petrer».
2.3. VILLAS Y POBLAMIENTO RURAL
En las primeras décadas del cambio de Era, en pleno desarrollo de la política imperial, la sociedad hispanorromana puede considerarse estructuralmente dividida en sociedad urbana y sociedad rural; junto a una aristocracia ciudadana que impulsa el crecimiento de las ciudades, es frecuente encontrar también, en áreas rurales, una aristocracia local que potencia la creación de «villas rústicas». En nuestra área de estudio, Valle Medio del Vinalopó, el poblamiento rural es mucho más significativo al impulsarse la creación de villas a partir de la salida de las ciudades de ricos propietarios, del asentamiento de nuevas gentes como consecuencia del licénciamiento de veteranos, o de la concentración de población ibérica romanizada, que a diferencia de etapas anteriores, asentada en puntos elevados y más o menos fortificados, ahora ocupará declives de colinas y zonas de valles con alta fertilidad productiva como serían los valles del Vinalopó y del río Segura.
La ubicación de las villas, siguiendo las directrices de los agrónomos clásicos, debían de situarse en pequeñas colinas, con dominio del valle y tierras fértiles de cultivo, próximas a los cursos fluviales, al ser el agua fundamental para conseguir una buena productividad. Se tendría en cuenta la inmediatez a zonas boscosas para la obtención de madera necesaria en la construcción y como combustión en los hogares, al mismo tiempo que se procuraba tener en las cercanías filones de arcilla y canteras de piedra, para obtener elementos de construcción.
Un elemento fundamental en el desarrollo de las villas, era su proximidad a las vías de comunicación. La necesidad de las calzadas estaba justificada porque permitía el acceso de personas y bienes a la villa, al tiempo que facilitaba la salida de productos agrícolas, excedentes, al mercado de las concentraciones urbanas.
Pero, aunque era obvia la necesidad de instalar la villa en el entramado viario, no por ello ha de edificarse ésta muy próxima a la calzada principal, era más bien la inmediatez del acceso la condición que necesariamente debía de salvaguardarse; así, caminos secundarios a los tramos de primer y segundo orden cumplirían muy bien este cometido.
En definitiva, a grandes rasgos estas son las características que deben contemplarse en la ubicación de una villa romana. Peculiaridades detectadas en las más de setenta villas rústicas documentadas arqueológicamente en el País Valenciano, aunque muy pocas han sido excavadas y estudiadas en profundidad. En nuestra provincia y concretamente en el Valle Medio del Vinalopó, los hallazgos, la mayoría de las veces fortuitos, valgan los ejemplos de los mosaicos de Petrer, los restos de estructuras y material cerámico de la villa de Arco Sempere en Elda, o los continuos hallazgos en el área del Campet en Novelda, Monforte y Aspe, se concentran en zonas de alta fertilidad, lo que nos indica una elevada e intensa ocupación del territorio, reflejándose en algunos casos la continuidad del asentamiento a partir de comunidades ibéricas, como parece indicar el estudio de materiales cerámicos encontrados en el área del casco antiguo de Petrer, y en la zona del Campet en Novelda, por citar algunos casos cercanos a nosotros.