La ley del Tabaco

ley_antitabaco

He dejado pasar unas semanas desde la entrada en vigor de la llamada ley del tabaco para ver su incidencia y, sobre todo, observar las reacciones de la gente que, a la postre, pueden servir de indicador sobre su utilidad.

Lo primero que ha sorprendido a los más escépticos es la responsabilidad y el sentido común con los que la inmensa mayoría de la gente la está respetando. Más allá de los intentos de algunos ideólogos extremistas -no precisamente fumadores, pero sí de programas infumables-, muy interesados en generar controversia para vender lo suyo, más allá, decía, de lo que estos indocumentados puedan provocar, la mayoría de la población ha entendido a la primera de qué va esta ley.

Porque cuando una norma se aprueba en nuestro parlamento por la mayoría de la cámara, hemos de estar seguros de que esa mayoría representa a quienes los elegimos. A eso se le llama democracia y responsabilidad. En este caso se ha debatido y decidido en torno a la salud de las personas, en torno a la vida de la gente, y eso no es vender humo.

Hace poco, mientras compartía en el bar de siempre una cerveza y una charla con unos amigos fui testigo de una escena que, seguramente se habría producido muchas otras veces, pero que ese día me dio que pensar. Una mujer joven de una mesa cercana a la nuestra se levantó para salir a fumar un cigarrillo. Iba acompañada de su familia y unos amigos y a su lado estaba sentada su hija pequeña. Ésta, al ver que su madre salía a la calle, protestó y comenzó a llorar. A pesar de eso la madre mantuvo su decisión de ir a fumar y, cuando estaba fuera, su hija salió a buscarla. Volvieron a entrar al instante y la madre le iba explicando a la pequeña que no debía preocuparse ni enfadarse: «Es lo mismo que la mamá hace siempre en casa, que salgo a fumar al balcón», le razonaba con paciencia. Una vez en la mesa la joven madre se quejaba a sus amigos de que en los bares no se pudiera fumar, porque le incomodaba tener que hacerlo en la calle.

Creo que la escena habla por sí misma y sirve para refrendar la necesidad de este tipo de normas que regulan la convivencia. Lo demás es ruido que pretende distraernos de lo verdaderamente importante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *