Barcelona, recuerdos de posguerra

Uno de los principales criterios, sino el más determinante, para incluir contenidos o no en la publicación es el de la proximidad geográfica, de algún tipo. Aun siendo esto válido, cada vez -y nos congratulamos por ello- recibimos más propuestas que rebasan nuestras fronteras y que por su interés, calidad y valor testimonial, pensamos que deben  ser incluidas.

Este texto que presentamos hoy, y que tendrá continuidad, es uno de esos contenidos. Nos sitúa en la Barcelona de la posguerra, y nos narra, con pulso y alma, la infancia y juventud de un muchacho de muy humilde origen. Pero que nos lo cuente él mismo…

Nuestra protagonista, Mayo Casanova (el de la izquierda), junto a su hermano y su padre. Año 1936.

 

Prólogo

Según estudios que se han hecho, parece  ser que de la Guerra Civil que sufrimos en nuestro país se han escrito tal cantidad de libros que solo los superan en número, los editados sobre la II Guerra Mundial.

Parece una exageración si comparamos la dimensión entre una y otra guerra, pero, somos un país mediterráneo muy dados a la exageración y al exceso en casi todo. Así pues no es de extrañar que en este año 2011 aprovechando el 75 aniversario del inicio de las hostilidades, aparezcan libros sobre aquel desastre a un ritmo de casi uno a la semana.

Me parece muy bien que todos tengamos memoria histórica para intentar evitar que aquel drama se reproduzca pero, también hay que evitar el reabrir heridas que los años habían ido cerrando.

Sobre este tema habríamos de ser un poco moderados. No olvidemos que los que componemos actualmente este país somos todos descendientes de aquellos que lucharon, sufrieron y murieron en un bando o en el otro. Evitemos hablar de buenos y de malos porque creo que son muy pocos los que dejaron gustosos su hogar y su familia para ir a pegar tiros, y si a estos les pareció seguramente una especie de aventura de cuatro días no tardarían en desengañarse…si es que les dio tiempo.

El que esto escribe no tuvo en aquel momento edad para que lo enviaran a jugarse la vida. De la guerra solo conoció el sonido de las sirenas avisando un bombardeo y las prisas calle debajo de la mano de su madre para llegar cuanto antes al refugio situado en los andenes de la estación de metro Rocafort en la Gran Vía barcelonesa.

Si puede en cambio recordar y escribir sobre la posguerra. La vivió de niño y de adolescente en su ciudad, Barcelona.

Sirva de nota para aquellos que afortunadamente no conocieron aquello, que a lo largo del siglo XX los bombardeos a ciudades abiertas, los exterminios en la retaguardia, las “purgas” políticas a gran escala y las represalias han superado en número a los caídos en los campos de batalla.

Guerras y posguerras son igual de crueles. Yo cuento lo que viví en mi ciudad, fiándome únicamente de mis recuerdos. Pero eso sí, sin rencor, sin traumas.

Capítulo 1

Aquel niño nació en el mes de marzo del año 1934. Transcurría la segunda república. Vio la luz   por primera vez en un mísero y sombrío piso ubicado en una calle del casco antiguo de Barcelona. Aquel día su padre estaba ausente, había salido en busca de trabajo. Por las noches era aconsejable quedarse en casa. Las noches solían ser peligrosas. Hombres  y alguna mujer armados y con ideologías contrapuestas salían a matarse entre ellos y si por azar coincidían con algún imprudente burgués, dejaban por un momento sus diferencias para unirse contra el enemigo común. No se trataba de una guerra abierta, pero la miseria, las pasiones, la ignorancia y los odios, desataban los más bajos instintos. No es momento de juzgar aquellos comportamientos, aunque si podemos opinar que muy cívicos no eran, pero el odio ya empezó con Caín (o eso nos enseñaban) y ha seguido siendo una constante en la historia.

Una mujer cuelga la ropa con el paisaje industrial de Barcelona al fondo. 1948, Getty Images.

Si bien aquel día el padre no estaba en casa, si había en ella la madre que esperaba pacientemente la llegada de la cigüeña. Hemos de recordar que en aquellos años a los niños los traía una cigüeña desde París. No queremos imaginar que hubiera ocurrido de encontrarse la cigüeña sin nadie en casa. Con la fatiga de tan largo viaje  aquel niño desnudo en un frío día de marzo, tal vez no hubiese sobrevivido. También es posible pensar que a la cigüeña le pasase por la mente dirigirse a otro domicilio en el que también esperasen su llegada. De haber sido así tal vez aquel niño hubiese acabado en casa de algún marqués, lo que le hubiera evitado pasar hambre y frío, y donde posiblemente hubiera dispuesto de un profesor de natación otro para el tenis y hasta tal vez con los años hubiera acabado siendo otorrinolaringólogo. Pero las cigüeñas de entonces eran muy cumplidoras y que se sepa, nunca un niño pobre fue entregado a gente rica. Lo que sí ocurrió muy a menudo es que gente rica compró e incluso robó niños a gente pobre.

Estalla la guerra civil. Se inicia el reclutamiento de hombres para que vayan a enfrentarse a otros hombres de su misma nacionalidad. Para unos, sus adversarios son los llamados “rojos”, para estos, los malos son los llamados nacionales. Es decir, como en cualquier novela, hay los buenos y los malos, según de qué lado se mire.

En aquel caos inicial de idas y venidas, de órdenes y contraordenes, se producen algunas injusticias. Algún otro saqueo, y más de un ajuste de cuentas por venganza o por odio.

Militares y enfermeras en una mesa petitoria de la Cruz Roja delante del teatro Poliorama de las Ramblas -Barcelona-. Colección Merletti / IEFC.

El padre de aquel niño que ya hemos citado, aprovecha el desorden para requisar (es decir, apropiarse de un piso ajeno), en un sector de la ciudad con más categoría, calle Calabria junto a la Gran Vía.

Si el desalojo de inquilinos  “burgueses” fue violento o no, esto nunca se sabrá, aunque cabe pensar que a las buenas no fue.

Termina la guerra y da comienzo la posguerra. Se produce de inmediato un éxodo masivo hacia las fronteras con Francia de hombres, mujeres y niños que temen ser represaliados. Es lo que suele suceder al término de las guerras.

Las tropas franquistas desfilan victoriosas por la Gran Vía de Barcelona.

Aquel niño tiene ya cinco años. Cogido de la mano de su madre contempla junto a otros ciudadanos el paso de todos aquellos hombres, que van vestidos igual, y el niño ajeno al dolor de su madre va pronunciando en voz alta aquello que había oído gritar durante la guerra, “No pasaran, No pasaran”. De pronto uno de aquellos hombres escucha la voz del niño, se detiene un segundo y mirándolo a los ojos mueve la cabeza como queriendo decir: en esta ciudad hasta los niños son idiotas.

Clientes en una zapatería durante la época del racionamiento -Barcelona-. Colección Merletti.

Solo transcurren veinticuatro horas, cuando estando dentro de su casa el niño, con su hermano mayor y su madre, se escucha un fuerte golpe que proviene de la puerta de entrada al piso. Entran dos hombres. Han echado la puerta abajo. Ambos visten de paisano, solo que uno de ellos lleva en la mano algo que el niño no sabe exactamente qué es y tardara aún años en saber que se trataba de un arma. Entran en el piso con paso decidido y dirigiéndose hacia la asustada madre le gritan: ¿Dónde está tu marido? y uno de ellos para mostrarse más convincente, acompaña sus gritos con un fuerte bofetón en el rostro de aquella aterrorizada mujer que solo acierta a decir que no conoce su paradero, que lo mandaron hace años al frente y aún no ha vuelto.

Aquellos hombres se dedican con frenesí a registrar el piso. Armarios, debajo de las camas y por último al comprobar que efectivamente allí no está el hombre que buscan, se dirigen al niño que sigue sentado en el suelo y agachándose para estar a su altura le efectúan las mismas preguntas que ya le habían hecho a la madre sobre el paradero de su marido. El niño, no es que sea tonto, pero no sabe, no contesta porque a sus cinco años aún no comprende nada de lo que está ocurriendo. Cuando dan por acabada su amable visita, enfrentándose otra vez a la buena  mujer la amenazan con llevarla a la cárcel si en veinticuatro horas no ha desalojado el piso “ya que usted está ocupando un piso que no le pertenece” ¡¡FUERA!! (No es que trate de defender a nadie pero algo de razón si tenían).

Nuestro protagonista, Mayo Casanova (el de la izquierda), junto con su madre y su hermano el 7 de octubre 1945.

4 thoughts on “Barcelona, recuerdos de posguerra”

  1. Es otra visión de cómo se vivio la posguerra. Estoy segura que el relato va a ser muy interesante. Os animo a todos a seguir capitulo tras capítulo.
    Luís, os doy las grácias por haberlo hecho posible. Aunque transcurrió en Barcelona, creo que algunos de vosotros recordareis aquel tiempo, que no fue facil y que en muchos momentos os vereis reflejados en lo que explica
    este niño y luego adolescente que nació y vivió en Barcelona.

  2. En la fotografía que aparece una mesa de la Cruz Roja, frente al teatro Poliorama, puede apreciarse el cartel publicitario de la función que en aquel momento representan en aquel teatro.
    El título de la obra es:»Cuidado con La Paca», que aunque ignoro el contenido de dicha obra, su título puede interpretarse por su doble sentido como un aviso a las balas perdidas, que es el nombre que recibían en el frente aquellas balas que sin ir destinadas a nadie en concreto, acababan con la vida de un combatiente. «Lo ha matado una Paca»,se decía.

  3. A pesar de que no he vivido en mis carnes estas experiencias si me tocaron de refilón.Me ha encantado la forma tan natural de expresar los intensos recuerdos que han formado la personalidad de este amigo. Se puede comprobar que los tiempos son «cíclicos» y nadie esta libre de ellos. Espero impaciente la nueva entrega. Muy buena recopilación de imagenes de ese entonces, tan vital y real Barcelona……

  4. Maig, gràcies per deixar-nos recrear en aquests records, que són teus i a la vegada són de tots. Per cert, les teves fotos molt bones!!!! m’ha fet molta gràcia veure-les. Un petó per l’Ufe i per a tu.

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