…Prosigue desde el capítulo decimocuarto…
En los hogares dio comienzo la fiebre de la radio, todo el mundo deseaba poseer una y así empezó la venta a plazos. No es que a la gente le interesasen las noticias, que eran siempre las mismas, recordando siempre al pueblo lo malos que continuaban siendo los comunistas, que por alguna oscura razón no querían ser C.A.R. (católico, apostólico y romano) como todo el mundo.
Las radios se deseaban para escuchar los seriales del prolífico Guillermo Sautier Casaseca que consiguió que, a determinadas horas, las mujeres de media España entraran en un estado de trance. Solían reunirse en casa de las que ya tenían radio y juntas en silencio lloraban. Resultaba un tanto extraño que después de haber derramado tantas lágrimas en la anterior década aún les quedasen ganas de llorar más, a no ser que se tratase del principio de las terapias de grupo.
En verano ya podían refrescarse con una coca cola, recién llegada y que venía a suplir la Zarzaparrilla. Pero claro, todo se iba encadenando, porque los alimentos había que conservarlos como si de oro se tratase, y así comenzó la venta de neveras (siempre a plazos) de pequeño tamaño y de madera, que hacían su servicio introduciendo en su interior pedazos de hielo que se adquirían en las tabernas.
De pronto sucedió un hecho inesperado, la llamada huelga de tranvías. El tranvía era el medio de transporte más popular y al sufrir un aumento de 5 céntimos de peseta se produjo un descontento tan grande que acabó con una revuelta por parte de los usuarios a la que también se sumó casi toda la ciudad. Por mucho que se haya escrito sobre el tema, posiblemente nunca se sabrá quién movió los hilos de aquella enorme movida. El lazarillo ya no frecuentaba las calles y en la industria donde ahora trabajaba toda la información que se tenía era por el boca a boca. Nunca apareció por allí escrito alguno con instrucciones a seguir.
El primer día de huelga no fue del todo un éxito, porque muchas personas no se sumaron a ella. Los tranvías llevaban algunos pasajeros, no se sabrá si voluntariamente o cumpliendo órdenes. La reacción de la población fue inmediata, la misma tarde de aquel día dio comienzo el apedreamiento y rotura de cristales. Al día siguiente ya nadie subió a un tranvía y de pie y junto al conductor emplazaron a un “gris”. Pero la mecha ya estaba encendida y los tranvías continuaban siendo atacados con más violencia cada vez. Empezaron a aparecer unas pequeñas bombas caseras de fácil elaboración que consistían en una lata metálica de las que contenían betún en cuyo interior se comprimía Clorato de potasa y otro elemento químico. Estos artefactos debían ser colocados sobre uno de los raíles por donde circulaba el tranvía, el cual al aplastarlos con las ruedas ocasionaba una explosión acompañada de humo. No poseían capacidad para herir a nadie, pero el ruido y el humo ponían muy nerviosos a los “grises”.
El lazarillo colocó en las vías de la calle Pelayo, tal vez media docena, era como jugar al ratón y el gato con los grises, para los jóvenes se trataba de un divertimento. Pero duró poco la diversión, porque los grises bastante desbordados reclamaron refuerzos y éstos llegaron, se decía de Valladolid, y en tal cantidad, que el epicentro de la revuelta, Plaza de Cataluña, calle Pelayo, calle Fontanella, y Portal del Ángel devinieron intransitables. Sin embargo la gente continuaba en su intento de hacerles frente y la cosa acabó mal. Entre los uniformados había también los policías de paisano que no se podía adivinar quienes eran hasta que daban con la porra, y entre unos y otros emplearon tal contundencia que al lazarillo tuvieron que ponerle durante una semana unturas de aceite y vinagre en la espalda.
Y terminó la huelga de tranvías pero sin aumentar el precio del billete. Aunque a decir verdad y aquí está la incógnita, a poca gente le importaba el aumento. Es posible que no llegase ni a la mitad el número de usuarios que pagaban billete, en horas punta. Tranvías como el 37 y 47 que partiendo de la calle Bruc esquina Ronda de San Pedro y subiendo por la calle Lauria hasta enfilar Rosellón, para terminar su trayecto en la plaza Maragall, iban tan abarrotados, que el cobrador que debía circular por su interior se veía incapaz de hacerlo, en cuanto al exterior del vehículo la gente agarrándose donde podía, colgaba en racimos. Todo ello era tan evidente, que en el exterior de algunos de aquellos tranvías aparecieron pegatinas anónimas en las que se leía “Si tuvieras vergüenza no volverías a subir a los topes de los tranvías”.
En los días posteriores a la huelga, surgieron comentarios y opiniones de varios tipos, que si había sido preparada por la Falange, que si fue el propio gobierno el que la organizó, para que en el extranjero apreciasen la libertad de que gozaban los españoles, porque efectivamente, periodistas extranjeros cubrieron la información, aunque algunos también recibieron algún porrazo. Para el ciudadano de a pie, fue todo bastante confuso.
Y siguieron días de normalidad hasta que se corrió la voz de otra huelga, pero esta vez una huelga general.
Sin saber ni el cómo ni el porqué, la huelga pasa a ser una “huelga de brazos caídos”, es decir, hay que personarse como todos los días en el lugar de trabajo, pero permanecer inactivos y silenciosos toda la duración de la jornada.
En la industria donde trabajaba el lazarillo, todo marchaba según lo previsto, hasta que a media mañana aparece en el interior de la nave la Guardia Civil, solo eran cuatro, pero expeditivos como solían ser, se dirigen al primero que encuentran, se origina un cruce de palabras con el que parece que manda y de repente el del tricornio le atiza un fuerte golpe a la cara con la culata de su fusil. Al hombre se le ve sangrar y como por arte de ensalmo todas las máquinas se ponen en marcha.
La huelga solo duró unas horas porque al terminar la jornada y salir a la calle, se veían guardias civiles por todas partes y a estos, la población les tenía mucho más respeto que a los grises.
Y se fueron sucediendo acontecimientos: el Congreso Eucarístico, por ejemplo, que atrajo a muchos visitantes, pero no comparable con lo que representó la llegada de la VI flota de los Estados Unidos. Las calles se llenaron de animación y empezó a correr el dinero, en especial por toda la zona baja de la ciudad. Los mandos de la flota organizaron un servicio de barcazas para aquellos que deseasen visitar las naves, ancladas fuera del puerto, y como la gente pensaba que aquellos hombres eran todos millonarios, se les pedía cigarrillos, se les pedía algún dolar que ellos ofrecían amablemente, de forma parecida como solían hacerlo nuestros conquistadores con las tribus de tierras lejanas.
A partir de entonces los cines empezaron a proyectar películas americanas, “Un día en New York”, “Siete novias para siete hermanos”, etc.
En las fiestas mayores de los barrios también cambió la música, con piezas como Oasis o En Forma y pronto llegó Pérez Prado con sus mambos.
Las mujeres empezaron a vestir pantalones (una minoría) y a fumar en público (pero pocas). Los pantalones tejanos habían hecho su aparición tímidamente.
De pronto apareció el Biscuter que tuvo su éxito pero que por su precio aún no estaba al alcance de todo el mundo. Salieron a la venta también las motos Ducati y la Montesa. Estas últimas se convirtieron en un mito. Alcanzar y tal vez sobrepasar los 100 km. hora constituía él no va más de la velocidad.
Y de pronto apareció el Seiscientos de la Seat y aquel vehículo supuso el comienzo de la era del automóvil. Durante largo tiempo solo tenían acceso a él las personas influyentes y las listas de espera para conseguir uno, podían llegar a un año.
La Seat fue ampliando su producción, lo que supuso muchos puestos de trabajo y el bienestar para muchas familias. Fue un momento memorable.
…Continuará…
Sigo disfrutando del relato de nuestro lazarillo, que nos sumerge en una época que debemos conocer y no olvidar.Hoy en día muchos objetos de aquél tiempo han desaparecido, no así algunas denominaciones que han sabido evolucionar.Un «gris» es a un «madero»lo que la «zarzaparrilla» es a la «Coca-cola» y el «estraperlo» al «comercio ilegal».Esta última palabra tiene un peso específico en nuestra historia, estraperlo y posguerra van de la mano. STRA-PERL era el nombre de una ruleta eléctrica que se legalizó en España con el consentimiento de los políticos del momento.Resultó ser un timo de los dos facinerosos STRAUSS Y PERLOWITZ ,
Sigo disfrutando del relato de nuestro lazarillo, que nos sumerge en una época que debemos conocer y no olvidar. Hoy en día muchos objetos de aquél tiempo han desaparecido , no así, algunas denominaciones que han sabido evolucionar. Un “gris” es a un “madero”, lo que una “zarzaparrilla” a la “Coca-cola” ó el “estraperlo” al “comercio ilegal”.Esta última palabra tiene un peso específico en nuestra Historia, estraperlo y posguerra van de la mano, curiosamente la una llevó a la otra. STRA-PERL era el nombre de una ruleta eléctrica que se legalizó en España con el consentimiento de los políticos del momento ( estando prohibido el juego), su nombre era en honor a sus creadores STRAUSS Y PERLOWITZ. El invento resultó ser un timo y medio gobierno saltó. Según muchos historiadores el escándalo fue uno de los factores desencadenantes de la guerra civil. Nunca una palabra pasada de moda tuvo un contenido tan revelador. Lazarillo, sigue ”buceando” y tráenos a la superficie trocitos de la Historia. Mis felicitaciones, un beso desde Alicante.