Cuando ves en tiempo real el erizamiento del vello del festero que tienes al lado al son de los primeros compases del pasodoble «Petrel», y miles de gargantas y cientos de instrumentos se elevan en la noche uniéndose en una emotiva comunión, comprendes que debes bañar de un matiz sentimental las líneas de la crónica para hacer justicia a lo que vivió la localidad el pasado jueves noche. Así, como correspondiendo a los mejores deseos que días antes habían ofrecido las autoridades festeras, en la mente de los petrerenses no hubo espacio para pensar en la crisis que nos azota o en los agobios y problemas cotidianos, sino sólo una voluntad de sumergirse en cuerpo y alma en el acto más intimista y emocionante de una celebración que gran parte de la población llevaba esperando todo un año.

No faltaban motivos para ello. José Díaz Barceló, casi 25 años unido a la Unión Musical y su actual director, dirigía la que posiblemente haya sido su última interpretación del himno local. Conocedores de ello, muchos músicos que ya no estaban en activo en la entidad musical decidieron descolgar el instrumento y unirse a la banda que iba a comandar este sajeño de nacimiento pero petrerí de adopción. 109 músicos reunió la Unión Musical, un desplieque que el pueblo agradeció aplaundiéndoles a rabiar.

Porque así fue: en la Entrada de Bandas, el Saludo oficial (si exceptuamos el desfile infantil) a la Festividad de San Bonifacio Mártir, fueron ellas, y la música que trenzaban, el hilo conductor de una noche tan emotiva. Músicos de toda la provincia, y de fuera de ella, agrupados en 10 bandas distintas, se habían ido concentrando en la localidad durante toda la tarde. A las ocho, marcado por el repiqueteo de la campanas, como todos los años, a la citada Unión Musical se le unía la otra banda local, la Asociación Musical Virgen del Remedio, y las autoridades festeras y políticas para ir a recibirlas. Bajaron hasta la torre de Telefónica, en Luvi, acompañados por el tradicional desfile de los festeros, donde cada fila le da el último repaso al paso y ritmo que van a ejecutar en los desfiles formales del fin de semana. Poco a poco iban subiendo y reuniéndose en la Plaça de Baix, exprimiendo cada mínimo espacio libre que había. Estaban ya a rebosar la plaza y las calles adyacentes cuando acompañando a la última banda aparecieron José Díaz y todas las autoridades, con el presidente de la Diputación, José Joaquín Ripoll, como máximo cargo político. Subieron al castillo habilitado en la plaza entre la expectación del público, y sin hacerse de rogar, intantes después el maestro alzaba su batuta. El resto es una interpretación atronadora del pasodoble local jaleada a cada compás por un público enfervorecido que no paró de cantar y saltar.

La emoción y la satisfacción que se reflejaban en el rostro de José Díaz ya fuera del castillo sellaban el histórico momento que se había vivido. Los festeros, por su parte, se reunían poco a poco en los cuartelillos para disfrutar la primerca cena «en familia» de estas fiestas. Las doce bandas que se encontraban en suelo petrerense iban animando el casco antiguo de la localidad, ritual que ya no abandonaron en toda la noche, pues al filo de la madrugada se iniciaba la Retreta, el tradicional momento que Petrer se reserva para el cachondeo y el buen humor. No faltó tampoco la subida a la ermita para unir a San Bonifacio en los festejos, costumbre que dejó momentos emotivos como todos los años. La marcha nocturna, por supuesto, se prolongó hasta altas horas.

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