Imagino un blanco cuerpo
tendido entre cristalinas sábanas;
carne de nieve y verdes venas,
palpita su inconmensurable pecho
de leche y carne,
-¡amamanta mi sed, mujer!-,
-¡Oh, Dios mío,existes!-
tu traslúcida piel me deja entrever
el laberíntico desfiladero
que baja desde tu cuello,
cruza por tus voluptuosos senos
y se pierde por tu vientre…
Finísimas tus venas,
virgen tu sedoso cuero.
Sus ojos de alma nueva
-los que pintaré tras esta noche-
miran fijamente el recorrido
de mi lengua…
Negras pupilas de luz.
Cógeme con las dos manos del pelo
y haz de su otoñal estado invierno,
guía mi boca hacía el éxtasis…
se yergue tu delicada corteza
se erecta mi tegumento…
-¡Déjame amamantar mi ser!-
Dame de beber de tu fuente,
musa de Pavesse,
Marilyn partisana…
Préstame tus labios acarminados,
protégeme de la humedad,
no dejes de mirarme
puedo ver a través de tus luceros.
¡-Qué bella es la muerte-!
«Ojalá, Ojalá estuvieses aquí»
mientras menguan los astros
y se detiene el tiempo.
Soy tuyo,
mi cuerpo es para ti,
acaricia la golondrina de mi pecho
sin entrar en él,
besa mi clavícula
para navegar más allá de la nada
y encontrar el todo,
deslízate por mi esternón,
por mis costillas,
por mi abdomen…
acaricia mi columna de Trajano
y su flexible alabastro…
Ayúdame a diferenciar
el carpe diem
del ahora
pues el mañana será oscuro
y tú marcharás hacia el futuro
y yo me quedaré a solas con mi pasado.