Ya en mayo de este año, publicábamos un elocuente artículo que se titulaba «Consecuencias de una sequía histórica». La lluvia caída esta semana, en la que hemos saludado el otoño, han sido las primeras en muchos, muchos meses, y vienen a aliviar una agobiante situación que se había hecho notar de muchas maneras: se volvió a agotar el agua de la Mina de Puça, los últimos pastores del pueblo tuvieron que llevarse fuera sus ganados, los arruís se han acercado mucho más a las casas de campo buscando pastos verdes y llevándose varias huertas y plantaciones por el camino, etc.

Según datos aportados desde la concejalía de Medio Ambiente, la estación meteorológica instalada en la finca municipal de Ferrusa registró 6 litros el pasado lunes y 10,8 el miércoles. Para este fin de semana y principios de la semana que viene también se esperan precipitaciones.

Según los datos de Ferrusa no puede hablarse de gran tormenta, pero hay que tener en cuenta que la lluvia no cae uniformemente por todo el municipio, por lo que los datos no son equiparables a todas las zonas: en la partida rural de Pedreres-Arenal, por ejemplo, los vecinos estiman que cayeron unos 30 litros por metro cuadrado. En la zona llegó a caer piedra, con consecuencias para algunas fincas, que han perdido hasta el 50% de la producción de los olivos. Un poco más arriba, en el valle de L’Avaiol, los vecinos calculan que han caído unos 20 litros por metro cuadrado.

En todo caso, no han sido las cantidades de agua que han caído en otras localidades alicantinas, ni todo lo que prometían los rayos que iluminaron la noche del miércoles, aunque, como estamos contando, tuvo sus consecuencias. En la zona de la partida del Ginebre, por ejemplo, cayó un rayo que prendió un olivo y que la misma tormenta se encargó de apagar sin mayores consecuencias. También la noche del miércoles los bomberos recibieron un aviso por un emboce en la calle Islas Cies de la Loma Badá,  Y ayer se tronchó la rama de un gran olmo en el parque de la calle Rey Pere IV el Cerimoniós.