*Nota: Artículo publicado originalmente en la revista Petrer Mensual número 51 – marzo de 2005
La presencia entre nosotros de Sabina Asins, funcionaria del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que se encuentra estudiando los abancalamientos de nuestro término y la amistad que con ella hemos entablado nos anima casi inconscientemente a acudir a los viejos archivos sobre el campo y el paisaje del pueblo. Así, el otro día releíamos algunos de los libros que sobre la historia local se han escrito. Es una actividad entretenida por sí misma, que se torna todavía más estimulante cuando comparas los hechos relatados con la realidad actual. Las páginas nos hablan de la casi olvidada Mina de Puça. Nos preguntamos qué ha sido de ella, cuál es su estado actual, y en algún punto en el proceso de respuesta ha surgido este artículo.
La importancia de la Mina de Puça en la historia de Petrer está fuera de toda duda. No sólo es el “minado más espectacular del municipio”, como dice José María Bernabé, sino que además ha sido el manantial por excelencia de los vecinos que han habitado esta población. Si el agua es la vida, entonces la Mina de Puça ha sido el alma de nuestra creación. No en vano, ocho siglos la contemplan en pleno funcionamiento. De hecho, ha sido una de las verdades que más tiempo han estado vigentes en el pueblo: el agua, tanto como para el consumo del centro urbano como para el riego, provenía de las Minas de Puça.
Las Minas de Puça tienen un origen musulmán, Concepción Navarro Poveda, basándose en los restos arqueológicos, las fecha en el siglo XII, cuando al valle llegó la ocupación islámica. José María Bernabé nos dice que estas minas islámicas empiezan a cincuenta metros por encima del nivel de las aguas del barranco y que se excavaron a unos siete metros por debajo del nivel del suelo. Estas viejas minas islámicas no aguantaron el paso del tiempo,y se cree que se cegaron por desprendimientos. Ya maltrechas las encontraron los repobladores que accedieron principalmente desde núcleos poblacionales cercanos (Castalla, Monóvar, etc.) a Petrer en 1.609, tras el largo período histórico de reconquista. Como en la actualidad, el problema del agua ya era central y perenne: en los primeros “consells”del ayuntamiento (10 de junio de 1.618) ya se recomienda la contratación de un minador que “afonde la mina (…) lo que sería de gran millora de laygua”.
En 1.651 y con la intención de profundizar (nunca mejor dicho)en las posibilidades de la mina,el “consell” requiere la presencia de alguien especialmente capacitado en los temas de acuíferos: “el pare frai Pedro de la Companyia de Jesús”. Sus instrucciones, recogidas en “capitols” y aplicadas a rajatabla son claras: “la mina tindrà 7 pams d’alçària i 4 d’amplària i ha de començar dita mina als olmets enfront del’olivera i ha d’anar per la mà Ezquerra de l’acèquia amunt i ha de passar dita mina en lo primer pont de baix”. La longitud de esta mina fueron 125 metros. Poco después se conectaría con otra mina de 125 metros y ambas enlazarían “con el pie del encajamiento de la rambla por una tercera de 230 metros que describe un gran arco. Desde entonces se han hecho tres más, la última en los años 1.950”.
Tal entramado de minas era digno de verse, pero, ¿cómo acceder? La llave de la entrada a la Mina de Puça está en paradero desconocido, y además, en caso de poder acceder, éramos conscientes de que a los cuarenta metros nos encontraríamos ante un tabique insalvable, levantado a finales de la década de los 70 con el fin de canalizar el agua y disuadir a los imprudentes, pues ya se habían dado varios casos de desprendimientos. No obstante,podíamos guiarnos por los trabajos de José María Bernabé, Tomás Vicente Pérez Medina, Mari Carmen Rico, Javier Jover, Concepción Navarro e Hipólito Navarro; muchos de ellos basados en la obra del presbítero Conrado Poveda, que recoge el lugar exacto de la cava de 1.651,y del que ya hemos hecho un extracto en el párrafo anterior. Así que buscamos esos “olmets enfront de l’olivera”, y allí estaban:la olivera con una raíz de más de un metro, alargada y pegada al ribazo casi hasta el bancal superior,y los restos de los “olmets”a cuatro metros, exactamente en el Barranquet que baja de la mina Çega hasta la Rambla de Puça. No encontramos la entrada, posiblemente hundida, pero ya sentíamos esa excitación a lo Indiana Jones, mezcla de aventura y recreación histórica. Así que decidimos entrar por un antiguo respiradero situado enfrente del Rancho Grande, al lado de la higuera,y que debe corresponder con las obras de esa última mina de 1.950.
Para ello, contamos con la inestimable colaboración de Antonio, padre e hijo, y Javier, espeleólogos experimentados. Como pueden apreciar en el croquis,primero hay que hacer frente aun descenso de 25 metros en bajada libre, muy conocido para nuestro amigo José Amat, “Guiña”, que se ha preocupado de enseñar a las cabras que pasta,“una por una”, a evitarlo, “por si acaso”. En los últimos cuatro metros de este descenso se amplía la estancia y adquiere forma ovalada, lo que nos hace pensaren que quizás el respiradero sea más bien un manifest (pozo conectado a una mina que mediante gravedad extrae agua al exterior), porque, en opinión de Antonio “hay evidencias en la pared de haber contenido agua en otro tiempo”. Se llega así a una galería con dos direcciones,estando la que va hacia la Sierra del Caballo cegada. Siguiendo la otra dirección (Rambla de Puça) se acaba en una nueva oquedad, que esta vez tiene un descenso de diez metros (repito: es más fácil de seguir siguiendo el croquis).
Accedemos finalmente a la segunda galería, que cuenta con una longitud de 466 metros y seis respiraderos rectangulares de 0’70 x 1’5 metros (y de los que no se pudo medir su altura, por carecer de los medios técnicos). Posiblemente estos respiraderos podían conectar con las anteriores minas, aunque este extremo no lo podemos confirmar. De toda esta entrada hemos dejado una amplia constancia fotográfica (acaso la primera), a disposición de quien la solicite, así como un croquis a escala elaborado a pie de pozo por Helios Villaplana, con el rigor y detalle que le caracteriza. Por cierto, unos treinta metros antes del final “vimos charcos de agua cristalina, y otros más pequeños con agua estancada en el centro de la mina”.
Pero volvamos a la cronología. Aunque a lo largo de la historia del uso de la mina había quedado patente que era fluctuante el caudal de agua, su volumen anual medio de 788.400 litros (25 litros por segundo) era más que suficiente para las necesidades locales hasta bien entrado el siglo XX. Sin embargo, a mediados de este siglo, la mina no sólo tiene que hacer frente a mayores necesidades (sobre todo por el incremento poblacional), sino también a duros períodos de sequía.
En los primeros meses de 1.966, la Comunidad de Regantes de Petrer (con la propiedad de “las aguas procedentes de los manantiales llamados del Pantano, Ginés Juan o de la Señora, Fonteta, Mina Nueva, Mina ciega, Tabaidas y todos los afluyentesa la “Rambla de Puça” hasta el punto conocido por el Azud”,según las ordenanzas fundacionales de esta comunidad, aprobadas por real orden en fecha de 22 de marzo de 1.912, en Madrid) visto que el agua que salía de la Mina de Puça ya no era suficiente (estaba en unos niveles de unos 9 litros por segundo), y basándose “en el estudio geológico aportado por el Instituto Nacional de Colonización, trabajo GGD203, de Aero Service Limited de Madrid bajo la dirección del Ingeniero Agrónomo Sr. Mira Canovas”, deciden realizar y extraer agua del Pozo del Esquinal.
Esta acción sería decisiva para el futuro de la Mina de Puça, como recoge el Pleno Municipal del 25 de febrero de 1.966, con D. Gabriel García Romeu, que siempre había hecho gala de interés y profundos conocimientos sobre el campo y el agua de Petrer, ejerciendo como Secretario: “de todos los componentes de la Corporación son conocidos los hechos ocurridos con motivos de los aforos efectuados en el pozo del Esquinal abierto por la Cooperativa Sindical de aguas de esta villa. Es indudable y está absolutamente comprobado que al sacar agua del citado pozo durante treinta horas los días doce, trece y catorce del corriente mes se mermó el agua hasta dejar casi seco el caudal de la Mina de Puça que surte desde tiempo inmemorial el servicio de agua potable de esta villa. Posteriormente, y al cesar en dichos trabajos, se ha podido recuperar hasta hoy la casi totalidad de la cantidad que naturalmente nacía en la citada mina y que al primer día de aforo y antes de iniciarlo, era de 9 litros por segundo. Esta recuperación, lenta pero continuada, es la indubitable comprobación de que la merma ocurrida fue a consecuencia de la referida saca de agua del Pozo del Esquinal”.
A pesar de ello, la Comunidad de Regantes se mantuvo firme y siempre mantuvo que eran aguas distintas, con documentos y estudios que así lo probaban, como recogen diversos artículos en la prensa (en especial, destacamos el del domingo 19 de febrero de 1.984, en el diario Información). Sea como fuere, lo cierto es que la Mina de Puça se secó rápidamente tras lo relatado. La célebre época lluviosa del año 1.982, provocó una importante recuperación del acuífero de la mina, y salió tanta agua durante más de dos años que incluso se dejó de sacar agua del Pozo del Esquinal. La situación volvería a repetirse en otro año lluvioso, el 87. Esta vez incluso se llegó a realizar una moderna canalización hasta el centro del pueblo, pero con tan mala suerte que no llegó ni a estrenarse, acabándose las obras a la par que el agua de la mina.
Otros muchos aspectos se nos quedan en el tintero. Es inevitable, estamos limitados a cierto espacio. En todo caso, nuestra única pretensión ha sido acercar hechos de gran trascendencia histórica desconocidos por gran parte de la población y –por qué no- ciertos textos de gran nivel intelectual (en este caso y citando a José María Bernabé, “los errores son lógicamente de mi responsabilidad”). Nuestra única pretensión, decíamos, no ha sido otra que dar a conocer a los lectores sobre qué hábil y sorprendente tecnología hidráulica de origen musulmán están pisando la próxima vez que paseen por el Rancho Grande.
Muy interesante el artículo. Me imagino que uno de esos aspectos que se os quedaron en el tintero, se referirá a la enorme bolsa de agua que afloró, no recuerdo bien si a finales de los años 50 o principios de los 60, y que motivó que por la rambla circulase, durante algunos meses, un auténtico río, con sus remansos.
Aquello supuso un boom de excursionistas, pues además era verano y se podía acceder dentro de la mina, para ver la sorprendente cascada interior, aunque el agua nos llegase hasta las rodillas.
Tal fue la afluencia de vecinos que incluso los fotográfos locales, Patarro, Barruga… se sumaron al acontecimiento, fotografiando a los excursionistas, como si del día de la Mona o la Feria de Elda se tratara.
No sé si exactamente podría decirse que una «enorme bolsa de agua afloró». Hablo de oídas, porque entonces no había nacido, pero tengo entendido que lo que se hizo fue dinamitar la pared de la mina por parte de la cooperativa de regantes de la época, de tal manera que el agua acumulada durante décadas fue derramada en apenas unas semanas.
En esas semanas se pensó que el problema de la escasez del agua en Petrer se había acabado para siempre, cuando en realidad lo que se hizo fue destruir un ingenio hidráulico de varios milenios y de paso consumir una de las principales fuentes de agua de la localidad.
Hoy resulta algo desolador ver cómo se encuentra aquella zona que en su día sería un auténtico lujo.
Como siempre una mala decisión de algún «ingeniero» tuvo lamentables consecuencias.
Lo de dinamitar la mina,aunque con otras palabras, ya se cita en el texto del artículo, en su cuarto párrafo. Se dice que durante los años 50 se realizaron hasta cuatro conexiones.
Sea como fuere, lo que si es cierto es que aquel verano la rambla ofreció un aspecto inusual. Como ya dije, hasta el punto de que en días festivos señalados, 18 y 25 de julio, incluso los fotógrafos locales estuvieron por allí.
Familias enteras fuimos a visitar la mina. De ello, en la mía, tenemos documento gráfico, gracias a la presencia de Patarro y/o Barruga. Por lo general la excursión se alargaba hasta Pantano, cuyo barranco también era una laguna, para regresar por la Foia Falsa, donde todavía llegaba el agua del nacimiento del Parat del Catxuli.
A el del otro día: sería estupendo poder disponer de los testimonios gráficos de Patarro y Barruga para su publicación en este medio.
No hay cosa que yo aprecie más que poder ver esas fotos.
Para publicar las fotos solo tienes que ponerte en contacto al mail petreraldia@yahoo.es o al tlf 667097272
Un saludo
En casa de mis padres había una de toda mi familia:tíos y primos. Estaba tomada en el canalillo de salida del nacimiento de la Bienvenida.Pero no se que habrá sido de ella.
No obstante, en El Carrer 500 fotos para no olvidar, publicación del año 1996, en su página 102, vienen dos fotografías, donde el agua desborda el canal, mas o menos a la altura de las cuevas de los Cristets. Son de agosto de 1959 y creo que corresponderán al tema que nos ocupa.