En los laterales se aprecian unas hendiduras en la piedra que, presumiblemente servirían para introducir trancas de madera y sujetar así las ruedas evitando el deslizamiento por la pendiente. El suelo, sobre roca viva, presenta profundas rodaderas como consecuencia del paso de las ruedas de carro durante 1500 años.
Ya en lo alto, en el llamado Puntal de Meca, el vértice más elevado, que alcanza una altitud de 1057 metros, pudimos disfrutar de una posición muy favorable y estratégica. Contemplamos el paisaje desde la que se dominan cañadas, estepas, y las llanuras de cereales manchegos.
Y desde allí, en lo alto del espolón apareció ante nosotros la cimentación y sillares de la muralla ciclópea, la necrópolis, varios depósitos de agua – el mayor llamado «El Trinquete» de 29 x 5 m, con una profundidad estimada de 14 m- desagües y grandes cisternas, restos de viviendas, bancos, escaleras, fuentes y abrevaderos esculpidos en la roca.
Disfrutando del entorno almorzamos y recogimos nuestras cosas, para continuar descubriendo la arquitectura e ingeniería de aquel pueblo, casi sintiendo la misma emoción que embargó a Cabanilles, París y Shulten estudiosos de otras épocas, cuando contemplaron estas ruinas.
Después fuimos bajando comentando el caso del Poblet, que a pesar de tratarse de un enclave histórico, las visitas no están autorizadas, y debería arbitrarse una solución para que el enclave que, acogió al gobierno de la II República los últimos días de la guerra civil, pudiera ser visitado.
El calor iba apretando con fuerza cuando llegamos otra vez al punto de partida. Regresamos casi extasiados por lo que habíamos visto y hemos compartido con vosotros. Hay una cita realizada en 1916 por Julián Zuazo, autor de una publicación dedicada a Meca, con ella me despido, un saludo y hasta la próxima. «Seguramente que esas compañías de turistas que a grandes gastos y con duras fatigas van a países muy lejanos a buscar paisajes nuevos e impresiones vivas de la naturaleza, no han contemplado jamás un cuadro más grandioso ni gustado el deleite grave de estas ruinas potentes y pintorescas olvidadas en una comarca desconocida, ahogadas, en una luz deslumbrante en la cima de rocas vertiginosas”
* Todas las fotografías obra de Antonio García Villaplana