NOTA: Artículo realizado por José María Navarro Montesinos y Vicente Olmos Navarro para la revista Moros y Cristianos 2014, la tradicional revista de fiestas que incluye dvd y toda la información de la celebración en sus casi trescientas páginas. Disponible en librerías y quioscos.
Nos recibe José Luis en el despacho de la trastienda de su administración de lotería. El despacho es pequeño pero muy ordenado, con fotos de la familia en las paredes y, como cabía esperar, otras de la fiesta.
Holgadas las presentaciones, ya que tanto entrevistado como entrevistadores nos conocemos de largo tiempo y puesta en marcha la grabadora, enseguida entramos en materia. José Luis, buen previsor, ya nos tiene preparadas unas cuantas fotografías entresacadas de un voluminoso álbum que servirán para ilustrar la entrevista, algunas de ellas muy interesantes, como en la que aparece en un acto de alardo cuando fue capitán en 1967 y en la que sus cargadores aparecen debidamente uniformados.
¿Qué nos puedes comentar de esta foto?
Me fui a Valencia a alquilar los trajes porque aquello de que fueran los cargadores vestidos de paisano pues no quedaba nada bien.
¿Y esta otra de la comparsa Tercio de Flandes del año 1896 en la que aparece tu abuelo materno, Antonio Andreu Cabedo?
Es la foto más vieja que hay de la comparsa –comenta con orgullo-. Esta foto se publicó por primera vez cuando imprimimos el primer reglamento de la comparsa. Nació en 1860 y fue uno de los fundadores de la comparsa de los Flamencos -añade refiriéndose a su abuelo-. Como dato curioso de cómo se entendía entonces la fiesta, os voy a contar que una de las hijas de mi abu¬lo se casó con Gonzalo Castelló que, aunque era de Novelda, era moro viejo de toda la vida y durante las fiestas tenía prohibido que fuera a casa de mi abuelo vestido de moro, lo tenía vetado, y mira que estaba casado con una de sus hijas, pero mi abuelo decía que a su casa no entraba ningún moro porque en su casa eran todos flamencos. Luego, mi madre, fue también rodela de la comparsa. Yo he salido de capitán dos veces: la primera en 1951 con mi hermana Antoñita y la segunda en 1967 en que la abanderada fue mi rodela del año 51, Carmen Poveda Segura, y la ro dela mi hija Mercedes que luego fue a abanderada de 1980….
… Y en 1996 fue su nieta Teresa la rodela -interrumpo-, la abanderada mi hija Amor y el capitán fui yo.
Sí, señor. Y mi otra nieta, Nuria Torres Vidal, la hija de mi hijo Antonio, fue la rodela en 2006 con la capitanía de Isabel y Pascual, los hijos del alcalde Pascual Díaz. Toda mi familia sale en la fiesta –ratifica, y sigue con su relación-. Yo en la fiesta he hecho de todo. A mí me hicieron el primer traje de flamenco en 1940 y desde entonces estuve vistiendo siempre los colores de la comparsa, todos los años, hasta que salí por última vez en el 2009.
En su vida de festero ha estado usted metido casi siempre en tareas directivas. Quizá, visto ya con la perspectiva que da el tiempo, la más importante fue la de formar parte de la conocida en el ambiente festero como comisión Warren.
Hombre, en la directiva, la primera vez me metieron. Yo tenía veintitrés años y fue el entonces presidente de la comparsa de Flamencos, Juan Bautista Navarro Tortosa, Boina, el que se empeñó en que fuera como adjunto a las reuniones de lo que era la Junta Central de Comparsas. El presidente era Hipólito Navarro, Guitarra. Entonces a las reuniones de la junta iba cada presidente acompañado de un adjunto. Bueno, y allí estaba yo de pajarito, porque entonces en la junta estaban los personajes de toda la vida en la fiesta: Elías Bernabé, José Navarro, Pepe Caja…, todos personas mayores. Cuando llegué yo estaban en plena discusión sobre unas sanciones que pusieron en la comparsa Moros Viejos y que trajeron mucha polémica.
Por la época en que nos dice que entró usted en la junta, quizá se trate del año en que en la comparsa Moros Viejos salieron dos hermanas de abanderadas en la entrada, una con la bandera y otra con un banderín.
Sí, era el año cincuenta y nueve. Ya a partir de ahí, metidos en la junta, pues colaboramos. Las reuniones las hacíamos en un local del Majo, en lo que hoy es el cuartelillo de la fila Legazpi. Pero llega un momento, pasadas las fiestas del sesenta y seis, en que Hipólito, ya sabes cómo era, en uno de sus enfados dimite: «Que no seguía, que no seguía y que no seguía». La junta le admitió la dimisión, pero nadie quería hacerse cargo de la presidencia. Entonces se habló con el Ayuntamiento y se acordó crear una comisión para sustituir a la junta central a partir del año sesenta y siete.
Pero, ¿no había un reglamento de la Junta Central de Comparsas?
Sí, lo había, pero la última palabra la tenía el Ayuntamiento, porque la junta era delegada del Ayuntamiento; había incluso un representante en la junta, que entonces era José Mª Amat Alcaraz, el del Hostal. El alcalde podía hacer y vetar lo que quisiera. En fin, el Ayuntamiento era dueño y señor. Bien, se empieza a pensar en gente que pudiese ocupar el puesto y finalmente se pone como presidente a Vicente Amat Alcaraz. Vicente no es que hubiera estado en la fiesta, todos sabían que era inclinado a los Estudiantes, pero no salía a la fiesta. Siguiendo con esto se incluye a Luis Sánchiz, de secretario y a José Mª Navarro Montesinos, Costalet. Faltaba el tesorero y alguien salió por allí y dijo: «Ese ha de ser José Luis». A mí, no se por qué, siempre me han arrimado el tema económico. Y me hice cargo de la tesorería, aunque os tengo que decir que a mí siempre me ha gustado el dos y dos son cuatro. Así que de la noche a la mañana me encuentro allí con tres señores que no eran festeros y no conocían la fiesta desde dentro y yo como único festero activo.
Pero ¿por qué lo del nombre de Comisión Warren? -pregunta Vicente.
Eso fue en tono de guasa. La comisión Warren fue una comisión que creó el gobierno norteamericano con el fin de investigar el asesinato de Kennedy, que había ocurrido unos años antes. Una vez constituida la comisión lo primero que se acuerda es la compra de una casa, pues el Majo, dueño del local donde estábamos, ya nos había dicho que no podíamos seguir allí porque necesitaba disponer del local. Nos lanzamos a buscar una casa hasta que alguien nos dijo que estaba en venta la de la esquina a la entrada de la plaça de Baix. Como no había dinero alguien lanzó la idea aquella de los «boletos», que desafortunadamente hubo que retirar más adelante.
Pero, ¿eso era legal?
El asunto era ilegal por completo, pero por mediación del alcalde, que no se opuso en principio, el gobierno civil tratándose para lo que era hizo la vista gorda. Más adelante, cuando el Ayuntamiento ya vio el dinero que daba aquello nos llamó el alcalde y exigió que diéramos una parte para el Ayuntamiento, que al final terminó quedándose con todo. A nosotros nos tocó movilizar todo el trabajo, incluso encontrar una persona que era la encargada de repartir los boletos por los bares. Bueno, lo cierto es que aquello nos dio un buen dinero con el que compramos la primera casa.
Y cuando lo quitaron empezaron los problemas. Lo recuerdo porque en la Unión, donde acababa de entrar yo de secretario, tuvimos que hacer tarjetas, bailes, y hasta encajes de bolillo con el fin de recaudar dinero para acometer la construcción de la Casa del Fester.
Bueno, eso es la parte tuya. Pero ya se compra la casa y nos trasladamos allí cuando ya se terminan los estatutos y se constituye la Unión de Festejos San Bonifacio, Mártir, y en ella iba a crearse la primera junta de la que iba a ser yo el presidente según querían algunos presidentes de comparsa que vinieron a buscarme a casa para que fuera yo y así acabar con el mandato de la comisión Warren, que estuvo desde 1967 a 1969. Dije que no podía porque mi trabajo de viajante requería estar mucho tiempo fuera del pueblo, que lo que sí podría hacer, era estar en segunda fila, pero en primera línea nada. El único que se oponía a que yo fuera presidente era Joaquín Martínez, el Chato, pero se quedó solo.
Me estoy acordando que en los años de la comisión hubo mucha polémica cuando se declaró a la fiesta de interés turístico y se la denominó «fiestas hispano-árabes» en vez de Moros y Cristianos.
Eso fue a raíz de la visita de D. Jaime A. Segarra, subdirector general para la Promoción del Turismo. Se publicó una resolución de la subsecretaría general del entonces Ministerio de Información y Turismo concediendo el título honorífico de «fiestas de interés turístico hispano¬árabes», como podéis ver en los carteles y la portada de los programas de los años sesenta y siete a sesenta y nueve.
El cambio de denominación ¿no fue debido a que solamente reconocían como fiestas de Moros y Cristianos las de Alcoy?
No, que va. Ten en cuenta que se hacen y se hacían fiestas de Moros y Cristianos por todos los sitios y se llamaban así. Lo que sucede es que al ministerio le interesaba atraer no se qué clase de turismo y creían que aquella denominación era la mejor. Dieron algún dinero cambio, pero yo me opuse terminantemente al cambio, y cuando en 1970 ya se constituye la Unión de Festejos San Bonifacio Mártir con sus estatutos, el primer acuerdo fue volver a la denominación de siempre: «Moros y Cristianos».
Entonces -interrumpe Vicente- la comisión Warren, ¿se puede decir que fue una junta gestora?
Exacto, era una junta gestora, pero seguía con el nombre oficial de Unión de Festejos.