Continuamos con el trabajo de don Juan José Navarro que nos acerca, de una manera cálida y cercana, la historia de este centro educativo. Aquí pueden leer la primera parte.
SEGUNDA FASE:
Lo sitúo desde mediados de los 50 hasta alrededor de 1.975.
Registramos la creación de unidades, tres de párvulos, dentro del edificio. La llegada de sobrantes americanos en forma de leche en polvo, mantequilla, queso, etc. que se repartían en clase como ayuda alimentaria en forma de merienda.
Anotamos que por estos años se traslada a las escuelas el Ayuntamiento por un período bastante largo mientras se reformaba el edificio del Ayuntamiento. Ocuparon la parte del edificio que comprende la fachada, dentro nos apretamos un poco, pero sin dificultades.
Aproximadamente, alrededor de 1.950, las circunstancias empezaron a cambiar, desapareciendo las carencias, volvió el trabajo, el pan, la gente y, sobre todo, empezó la gran afluencia de personas de otras provincias que hacían crecer rápidamente la población, que en su época más baja llegó a la cifra de 4.500 habitantes.
Esta afluencia de personas llenó las aulas de las escuelas con sus hijos, hizo necesarias nuevas creaciones que obligaron a ocupar la totalidad de las aulas hasta rebosar. Ya, cada curso, obligaba a programar el siguiente porque la consigna era la total escolarización y las matriculaciones seguían hasta el punto que habían ya clases con 60 alumnos.
La característica de esta fase el crecimiento , la riada de gente que hace crecer desorbitadamente a Petrer, pasando de 4.500 habitantes hasta 16.000, sin parón todavía. Las infraestructuras se resienten y una de ellas es la escolar con un solo grupo y apenas dos o tres criterios particulares.
La escolarización y la previsión para la creación de nuevas unidades escolares es una batalla permanente. Las aulas admiten niños continuamente y todas ellas pasan de 40 alumnos que es el máximo que fija la ley. Las unidades de párvulos se estancan, no es enseñanza obligatoria, aunque ya son cinco las unidades existentes.
En el grupo se ocupan todos los lugares vacíos hasta rebosar y se recurre a la busca de locales aislados que se alquilan y se ocupan. Falta material y faltan maestros. El material se busca y se arregla. Los maestros también se buscan y cuando no llegan es el propio Ayuntamiento el que los proporciona pagándolos de sus propios presupuestos. En la lucha el grupo llega a tener hasta 34 unidades dependientes, pero la escolarización obligatoria se cumple y no queda ningún niño, en edad, sin escolarizar.
Ya se han creado dos unidades de niñas en la Frontera que serán la base del Colegio Reyes Católicos y ya empiezan a formarse proyectos para una nueva ampliación del Colegio Primo de Rivera.
La evolución también estuvo dentro del Colegio y de una manera trascendental:
-Desapareció la cáscara de almendra para la calefacción y entraron las estufas de butano.
-Se cambió la enseñanza con la implantación del viejo sistema onomatopéyico para el aprendizaje de la lectura y la escritura. La enciclopedia, libro mítico de aprendizaje durante muchísimos años, fue sustituida por las unidades didácticas (valdría hacer un verdadero estudio sobre estos cambios que pusieron a prueba la capacidad de los maestros en su afán de superación y adaptación a las técnicas modernas. También hubo, por estos años, la primera huelga de enseñantes por motivos económicos).
-Se creó el cargo de conserje y el buen Paco lo ocupó y se acomodó en el grupo para lo que se construyó un modestísimo habitáculo en el lugar donde antes estuvo la cantina escolar.
-Por iniciativa de la Inspectora Doña María Castillo, se creó un magnífico comedor escolar en los locales.
-Se unificó la Dirección, despareciendo las dos direcciones que antes existían.
Entrañable el reportaje del mestre de mestres, D. Juan José .
Fuí alumno suyo y lo recuerdo con mucho afecto.