Pero será necesario saber quiénes son y cómo son estas mujeres singulares capaces de escribir esta historia cincuentenaria, habrá que añadir a estos cincuenta años su bien hacer, su entrega a su comparsa desmintiendo en el tiempo aquella leyenda que decía que las filas quitarían abanderadas a las comparsas, pues once de ellas fueron abanderadas de su comparsa y del resto de la fiesta. Es un hecho cierto que la fila de Negras, desde su nacimiento, ha mantenido una estructura de unidad muy fuerte y las distensiones o divergencias propias siempre se han superado gracias al sentimiento de unidad que ha ido aumentando cada año de convivencia, motivado en la mayoría de los casos por las fundadoras, y que en ningún momento de su vida se vio afectada en su línea festera por ninguna disidencia aquejada por problemas de unidad o discrepancia de criterios que lógicamente nunca faltan, sobre todo después de medio siglo de andadura festera por los vergeles floridos de nuestra querida fiesta.
Es cierto que la fila no se ha visto en peligro de extinción en ningún momento. Al contrario, parece que con el tiempo, la estructura y el sentimiento de unidad ha sido cada vez más fuerte. También es cierto que la cordial unidad de la fila siempre ha potenciado al conjunto, dándose un clima de verdadera hermandad y compañerismo, descartando que los problemas personales fueran, como lo son en la mayoría de los casos, el principio y el fin, constatando que sus pilares están asentados sobre sus variantes personalidades peculiares. Otro tópico fue que la mujer cuando no se encontrara en su plena juventud tendría que jubilarse, pues en la actualidad son varias las que están cerca o pasan de la edad de más de sesenta años y siguen en este cincuentenario.
Últimamente, en el año 2005, tuvimos la oportunidad de conocer también a una negra pregonera. Fue el amor a la fiesta la que impulsó a Carmela Maestre -lo mismo que en las otras actividades festeras- a aceptar este honroso cargo en el año de celebración del siglo de abanderadas, en cuya celebración, como ya hemos comentado, la actividad de las Negras con otros colectivos más de festeros fue de impacto. En su pregón, esta Negra, primera mujer festera pregonera, se expresó así: «Cuando vinieron a buscarme para que fuese vuestra pregonera, por un lado, me sentí feliz por haber pensado en mi persona, en una mujer festera de Petrel, en el año que conmemoramos el centenario de la mujer en la fiesta; por el otro, mi sentido de la responsabilidad y el amor a mi fiesta me inquietó, pues sobre mi mente sentí el peso maravilloso de ser vuestra pregonera, ya que sois mi gente y mi pueblo. Tuve que tomar esta decisión difícil durante las pasadas fiestas, y la tomó, si, claro que la tomé, pero después de escuchar las músicas que inundaban el pueblo de alegría, vivir el bullicio festero y maravillarme, una vez más, de la preciosidad de fiesta que tenemos. Amor a la fiesta, sensibilidad a tope, grandeza de miras, devociones ocultas, regueros de ilusión por el idilio del mundo soñado que fue y se perdió en tiempos del medievo, pagando un caro precio por ello, en esta tierra que fue multicultural, multiétnica, multireligiosa…».
Pero si hubo un encuentro con aquel idilio amoroso, éste se nos reveló verdaderamente en el texto del profesor Pavía con la narración de su viaje a Marruecos en 1980 y su encuentro invitado en una cena con una familia judía descendiente de los expulsados por los Reyes Católicos en 1492. En este importante texto podemos leer: «Aprendí esa noche la tragedia de España. Somos un pueblo que ha ido dejando en la historia un surco de tierra quemada. Ese surco negro lo han marcado los españoles tiznados por la intolerancia de otros españoles. Y hemos ido llenando con jirones de la misma alma española los más apartados rincones del mundo. Esa noche aprendí, con aquellas sombras de un pueblo transterrado, que tal vez los españoles de hoy habíamos olvidado demasiadas cosas». Del destierro de moriscos y judíos puntualizó: «…Y con ellos salió una parte muy importante del alma española, porque no hay que olvidar, como dice un autor judío, que «en el día 1 de agosto del año 5152 de la Creación salieron de España, tierra donde vivieron sus padres casi dos mil años, 300.000 personas»». Y concluye con optimismo: «Quizá, tal vez, a lo mejor la «festa» esté incompleta hasta que no haya una «fiila», una «comparsa» de judíos. Fueron, sin duda, mucho más que meros comparsistas en la historia de Sefarad-España».
Que al cabo de tantos siglos de fiestas de Moros y Cristianos tengamos que celebrar el primer cincuentenario de la mujen constatando que haya igualado en derechos al hombre nos dice y mucho del retroceso de esta historia, pues si bien en la Edad Media moras y cristianas más o menos se podían equiparar, será precisamente en el Renacimiento cuando se inicia la muerte intelectual y artística de la mujer al exaltarse el concepto de la mujer ideal, como rigurosamente constató nuestra historiadora Concha Navarro en la revista de las Negras conmemorativa de sus bodas de plata, coincidentemente también en ser la primera revista que se editó en nuestro ámbito festero, exceptuando las de la Unión do Festejo, conmemorativa de las respectivas comparsas. Si hoy todavía continúa abierto el frente de lucha por equiparar sus derechos, olvidemos para siempre aquello de que la mujer es sinónimo de «bella flor», «reina de la casa» y objeto de adorno, reconociendo ante todo que es persona, y que dejará de ser problema cuando lo masculino y lo femenino no sean ya lo masculino y lo femenino, sino sencillamente son seres humanos iguales ante la vida. Y para terminar entramos en la línea recta del largo viaje de la historia de la fila de Negras más dolorosa, trayendo el recuerdo emocionado por la ausencia de algunas de ellas: Leonor Leal Payá, Toñi Corcino Sanbartolomé, Pépí Díaz Giménez y recientemente, en mayo del pasado año, María Mercedes Cremades Navarro. La vida sigue, y con ella nuestra fiesta que continúa marcando sus huellas que siguen andando su camino… entrelazando lazos de convivencia y familiaridad en el núcleo más profundo de nuestra querida fiesta de San Bonifacio.
Es cierto que la fila de Negras también tuvo su parcela de inventora en la fiesta. Aquel invento fue colosal y oportuno. Fue en el año 1981 cuando, en el último día de fiesta, después del relajamiento de la comida tardía con tertulia festera después de la comida, ya entrada la noche surgió este inesperado relato que siguiente del fenomenal follón organizado por las Negras para que se iniciase el divertido fin de la fiesta de aquel año. Así lo viví y lo conté hace veinticinco años: «Había finalizado el último acto de la fiesta del año 1981. En el cuartelillo había mucha gente que se resistía a poner el punto final comentando con añoranza los felices días transcurridos. A alguien se le ocurrió buscar unos músicos. Cuando las otras lo supieron, corrieron a la cambra en busca de trajes viejos para todos. En un santiamén, todos se encontraron vestidos y maquillados, ¡y de qué forma! Cuando la música empezó a tocar, ya estaban todos a punto, «colocados» tras el capitán, la abanderada, la rodela… La fiesta, otra vez, empezaba de nuevo. Era el fin de fiesta de las Negras.
¿Fin de fiesta de las Negras? Es un decir, porque allí, en aquel improvisado desfile informal, había festeros de casi todas las comparsas. El ambiente empezaba a caldearse a medida que el cortejo iba transcurriendo por las calles del pueblo, iba recogiendo a su paso a los últimos resistentes festeros. Poco a poco, la gente, después de asomarse a los balcones para ver el estruendo, se iba incorporando al insólito desfile. Desde entonces la gente del pueblo, después de la cena, espera al desenfadado cortejo para sumarse a él y realizar el último desfile, para luego, en su final, en la plaza del Derrocat, bailar al ritmo de banda de música y ducha de agua desde los balcones de la plaza el último vals, el «Adiós con el corazón…». El adiós definitivo de la última hora, del último minuto, del último segundo de la fiesta porque, no lo olvidemos, la fiesta, nuestra fiesta es algo más que una fiesta: es la expresión palpitante de los sentimientos de nuestro pueblo que durante unos días nos muestra la grandeza de su alma».
En este resumen-historia de la fila de Negras nos percatamos de la bravura y acierto en la toma de sus decisiones y su presencia incuestionable de sensibilidad y buen gusto en la fiesta durante los últimos cincuenta años señalando que, además de todo lo expuesto, de las 84 mujeres que han pertenecida a la fila, 23 de ellas también fueron abanderadas en distintas comparsas. Otro hecho significativo lo produjo la profesora Laure Heuzé cuando se doctoró en la Alta Escuela de Ciencias Sociales de París, dedicándoles de su tesis doctoral el capitulo XI, además de un artículo titulado «La fiesta una razón de ser. La trayectoria de hombres y mujeres en la fiesta de Moros y Cristianos en Petrer», y la cual se enamoró de nuestra fiesta y, desde el año 2000, o está entre nosotros o se emociona cada año escuchando el pasodoble Petrel a través de un móvil que nunca le falla.
El hecho de estar casado con una Negra comporta haber estado en casi todas sus actividades, además de haber colaborado aportando mis textos en los eventos más importantes que nunca olvidaremos, como la cena- espectáculo en el parque 9 de Octubre o la celebración del centenario de la abanderada, además de otras muchas actividades y me da el privilegio de decir aquello de que «yo estuve allí». Y por eso, por ser testigo de todo este largo proceso, es mi deseo que continúen siendo exactamente igual que hasta ahora, además de expresarles mi más cariñosa felicitación y gratitud, destacando su extraordinaria cordialidad que siempre surgió del fondo de sus corazones, razón de ser de esta fila entrañable.
Y como el camino vertiginoso de la mujer sigue su andadura en todos los frentes, felicitamos también a la primera presidenta de la Unión de Festejos, Teresa Villaplana Colomer, que llega al seno de la fiesta, en este año tan significativo para la mujer festera, desde su experiencia como expresidenta de los Moros Fronterizos. ¡Felicidades a todas!