*Nota: Artículo publicado originalmente en la revista de Moros y Cristianos 2012. Los autores son Francisco Máñez Iniesta y María Dolores Maestre Sanchiz.
La fila de Negras -primera fila de mujeres nuestra fiesta-, celebró este año 2012 su cincuenta cumpleaños, mientras que el año anterior desfilaron 82 filas de mujeres, 37 de moras y 45 de cristianas. Pero el color de su nombre de guerra se ha complementado viendo cómo también se ha tiznado con el negro panorama de la crisis. Lástima, porque esta celebración, a pesar de la ilusión y buen ánimo de todos de cara a la fiesta, pueda verse empañada por el problema social que se sufre en la sociedad. Por ello tenemos que dirigir nuestras energías y buen ánimo, para que por estos días aparquemos la crisis y vivamos la fiesta con más ilusión si cabe.
Sí, la fila de Negras cumple cincuenta años desde que se derrumbó la mitad del muro que quedó inhiesto después de que nuestra primera abanderada, Ramona García, introdujo por primera vez a la mujer en la fiesta como abanderada en el año 1905, constituyendo un gran acontecimiento. Veamos su historia: Ramona y sus amigas, como siempre hacían, buscaban el mejor sitio para ver desfilar a las comparsas Marinos, Tercio de Flandes, Vizcaínos y Moros Viejos. En esta ocasión estaba con Deogracia Villaplana, la del Tío José el Obrer, y Salud, una hermana de Ventura el Pinche, y ante el paso de un alférez con su bandera, el cual llevaba un gran bigote muy feo, a Ramona se le ocurrió decir: «Mireu quin abanderat més lleig en eixe mostatxo tan gran». Se rieron y Ramona sentenció: «En lo guapes que aniriem nosaltres de abanderades si fórem els que llevaren la bandera.» Las tres se comprometieron para hablar con sus padres, pero antes deberían saber si el invento que querían proponer podría ser posible; por lo tanto, decidieron contarle la idea al Tío Arpa, que era el presidente de los Moros Viejos y vecino de Ramona, con el cual tenía mucha relación.
«Açò está fet», le contestó Andrés Poveda. Y así de fácil hubo abanderada histórica, nacida a contracorriente de la fuerza de siglos en los que se mantuvo el criterio de la soldadesca de que la fiesta era cosa de hombres. La Gran Enciclopedia de la Región Valenciana señaló el nombre del pueblo de Petrer como el lugar en el que una mujer participó activamente por primera vez en la historia en una fiesta de Moros y Cristianos.
La fiesta sigue pero tenemos que detenernos en el año 1962, pues algo va a suceder que cambiará la suerte de las mujeres amantes de la fiesta. Este nuevo segundo momento histórico nos sitúa 57 años después, cuando Mati Beneit Poveda habla con su padre, miembro de la fila de Negros de los Moros Viejos; mejor dicho, le insiste y no lo deja vivir para que acceda al deseo de desfilar formando fila con amigas con sus trajes de negros y maquilladas al unísono. Ella lo contó así: «En la calle Cánovas del Castillo, esquina Derrocat, en casa de sus padres, hoy el «Estilo», habían unas arcas. En ellas se guardaban lindas ropas que en mayo se aireaban… Y como alma de esa semilla festera, surgió una idea: Papá -decía esta alma a Carlos Beneit Navarro-, yo quisiera engalanarme con esas ropas. Y el papá, viendo que más de una vez sacaba aquellos ropajes, y engalanándose en parte de ellos marchaba tras las filas con la capa y el casquete, consiente benévolo, aprobando la idea que la hija le propone: ofrecer aquellos trajes a unas cuantas posibles adeptas.
Mati Beneit Poveda… pronto, sin pensar más, fue a contarles a sus amigas que tenía el consentimiento de su padre de utilizar el ropaje. Ella, con el alma de una niña que confiaba todo a Emilia Poveda, fue corriendo a proponerle este objetivo: ¡podíamos fundar una fila de negras! Mi padre me ha dicho que cree que no habrá inconveniente de que saquemos cada año los trajes que los negros ya no usan, porque ellos se los van a hacer cada año nuevos».
La respuesta de su padre fue exactamente la misma que la que pronunció Andrés Poveda, tío de la madre de Mati Beneit y presidente de los Moros Viejos en 1904, a Ramona García, la primera abanderada, dándose la circunstancia de que era la primera fila de mujeres que históricamente desfilaba en nuestra fiesta, también dentro de la comparsa Moros Viejos.
Pasaron los años y Matilde Navarro recuerda en la revista que conmemoraba las bodas de plata, cuando se reunía la fila para los ensayos: «¡A ensayar! Ensayar a desfilar lo hicimos con un mes de antelación. Los ensayos los realizábamos en la fábrica de hormas de Juan Beneit Navarro en el camino de Elda, hoy avenida de Elda. Allí nos vestimos el primer año y de allí salimos. Nos maquillaron Miguel Carreres Camarasa y su hermano Juan que eran aficionados a la pintura. Todo quedó en una máscara perfecta. Digo «máscara» porque nos pintaron con tinta de varios colores. Aquello se incrustó y fuimos negras algún tiempo, hasta que llegó Pilar Perseguer con el nuevo maquillaje.
¡A ensayar! Se me iba a pasar por alto. Nosotras deberíamos ser imagen de la fila perfecta y del cabo perfecto a nuestro entender. Nosotras, desde el principio, admirábamos a Carlos Beneit Navarro que en paz descanse. Él era el cabo erguido que siempre miraba al cielo. Nada de agachar la cabeza, nos decía. Habíamos de ser moras majestuosas. Nuestra mirada era también el alto horizonte. Y así, al compás del tintineo de los timbales, nos balanceábamos entre aplausos y admiración. Y así se fue contagiando la ilusión de ser mora negra».
También Magda Martínez recuerda cómo fue aquella primera experiencia desde el interior de la fila: ‘Llegó el día 13 de mayo, cita a las ocho en el lugar convenido, Entusiastas y alegres íbamos convirtiendo el blanco de nuestro rostro en sugestiva negrura. Luego las rayas de colores… Nuestras caras se iban transformando poco a poco. Nos mirábamos perplejas unas a otras y costaba reconocernos, surgía la risa, la carcajada… Todo era alegría, emoción, sorpresa.
Salió el desfile. Como bellas nativas africanas, desfilábamos. Todavía no estaba de moda el feminismo, y la gente no alcanzaba a comprender que fuéramos mujeres. Aguzaban la vista y se preguntaban unos a otros: «¿Son chicas? No, son chicos. Que no, que ¡son chicas…! ¡Fíjate, fíjate…». Mientras nosotras pasábamos al compás del tan-tan y de la música orgullosas y satisfechas… nos hacían poderosas y temibles». Fue una bella sorpresa para Petrer hace ahora cincuenta años.
La historia de nuestra fiesta de los Moros y Cristianos, en el año 1962, incluía el nombre de aquella niña Matilde Beneit, junto al de Ramona García que lo hizo en 1905, si bien no fue hasta la asamblea de Unión de Festejos del 7 de julio de 1972, presidida por Hipólito Navarro Villaplana, ante la propuesta de la primera mujer compromisaria representante de la fila de Negras Pilar Perseguer de Castro, que jurídicamente se establecería la igualdad entre hombres y mujeres, considerando a todos festeros mayores de edad con los mismos derechos y obligaciones. La imposición de un límite de filas, concretamente tres filas de mujeres por comparsa, disgustó a las mujeres a las que desde el año 1962 tímidamente se les abrió la puerta. La reforma se aprobó por unanimidad de los 82 compromisarios presentes en la asamblea. Antonio Navarro, el que fuera también presidente de la Unión de Festejos, hace veinticinco años resumió el hecho de su nacimiento: «… apareció la primera fila de mujeres, de forma semiclandestina, pintadas de negro y vestidas con trajes de hombre. Hoy, la gran mayoría de las treinta filadas que vienen participando en nuestras entradas, son otro de nuestros orgullos, por su bien hacer festero y verdadero espíritu participativo y de amor por la fiesta».
Ante esta nueva circunstancia en la que nunca habíamos deparado, se pone de manifiesto cómo miembros de una misma familia, dentro de una misma comparsa de Moros Viejos, cambiaron, sin ser plenamente conscientes, el rumbo de la historia de los Moros y Cristianos de nuestra área festera e iniciaron «la revolución de la mujer», en palabras de Hipólito Navarro, el cual escribió sobre ellas: «La fila de Negras de los Moros Nuevos, además de ser las continuadoras en «destaparse», tienen para mí un afecto singular porque, a través del tiempo, me llenaron de satisfacciones, sobre todo durante el período que duraron mis quehaceres al frente de la Unión de Festejos. No es fácil olvidar su desprendimiento en favor de la fiesta al inscribir a favor de nuestra primera entidad la casa donde se ubica su cuartelillo, casa que compraron para desarrollar sus actividades festeras. En aquella memorable asamblea extraordinaria del 20 de octubre del año 1978 se les hizo un homenaje, perpetuándolo en la entrega de un pergamino; tal vez poco, para su tan elevado gesto. Es una de las grandes satisfacciones, entre las muchas que he cosechado cuyo recuerdo guardo con verdadera gratitud…». También comentó otra de las grandes impresiones agradables de su paso por la fiesta: ‘Aún perduran en mi memoria y me atrevo a decir que en la de todos los festeros, aquella escuadra deslumbrante, exótica y artística con mezcla de faraónicos destellos (árabes al fin y al cabo) cuando irrumpieron en las entradas del año 1982 y destacadas a doble página en la revista del siguiente año. Fue un alarde de imaginación y de buen gusto difícil de superar que llamó la atención de propios y extraños, por su exuberante colorido y la llamativa singularidad de sus tocados».
Habrá que significar que, consolidada la fila de Negras, de ellas salió en el año 1972 la primera mujer compromisaria, la primera presidenta de comparsa en el año 1986, la primera vocal femenina de la Unión de Festejos en el año 1994, además de la primera jefe de comparsa en el año 1998. Por todo hagamos justicia y reconozcamos públicamente la labor de esta familia Beneit, el paso de gigante que dio nuestro pueblo pionero en la lucha contra el machismo absurdo, que desde siempre imprimió la fiesta de Moros y Cristianos, arrastrando a otros pueblos a seguir en su lucha por la discriminación femenina. Ellas mantuvieron la denominación oficial de «fila de Negras», dada la autoría de ser la primera, pues posteriormente las nuevas filas que se iban incorporando a la fiesta añadían su nombre, como la fila Zaireñas de feliz recuerdo.
Y después de todo lo ocurrido, también es cierto que en estos últimos veinticinco años prosiguió su actividad festera realizando actividades importantes en el campo cultural como fue la celebración del cincuentenario de los Moros Nuevos con aquella cena espectáculo en el parque 9 de Octubre titulado «Luces en la medina de Bitrir», cuya memoria persiste en la mente de los Moros Nuevos. Las Negras también se integraron en la magna celebración del primer centenario de la primera abanderada, responsabilizándose del peso del homenaje en el parque 9 de Octubre que todos recordamos con los homenajes al último abanderado y la primera abanderada. Aquí el impacto también fue impresionante a nivel comarcal.
Y si su cuartelillo es conocido en la población durante las fiesta por todos los festeros y festeras por su gran ambiente, también son notorias las tertulias festeras organizadas a alto nivel de festeros relajados cuando en años anteriores la fiesta terminaba el lunes por la tarde, hasta la hora de la cena y posterior fin de fiestas. Notoria fue la actuación teatral de su grupo de amigos del mundo del teatro y la danza, realizando una obrita teatral ambienta en los tiempos de las noches de la mágica Bagdad. Fue un corto texto titulado Imitación a las mil y una noches, dando vida al Sultán Schariar y la princesa Scherezade, acompañados con la danza artística de Dori Andreu. Fue una noche maravillosa aprovechando la ambientación sugerentemente morisca de su último cuartelillo, si lo comparamos con el que fuera su primer cuartelillo compartido y prestado por el «Corral de la Morería» de la fila del padre de Mati.
Constatable es el hecho de que la aportación de la fila de Negras a la fiesta ha sido y es un activo importante en el mundillo festero. Años atrás, cuando se empezaban a perfilar estas actividades, otra negra inteligente, Marigel Cremades, ya en la larga lista de negras históricas, viendo cómo se desarrollaban los acontecimientos comentó para sí misma: «Hubo y hay momentos que pensamos: ¿Es esto una fila? Y en nuestra mente pasa: ¡Es algo más!, no es una fila. ¡Es una institución!».