Año tras año, desde que se instauró la Escuela de Capataces y el Colegio de Ingenieros de Montes, se ha brindado a zonas de montaña las herramientas necesarias para la producción de beneficios directos (madera, biocombustibles, frutos silvestres, caza y pesca, entre otros) e indirectos, también llamados externalidades (fijación de CO2 atmosférico, regulación del ciclo hidrológico y nutrientes, prevención de la erosión o incendios forestales, el disfrute de los habitantes de zonas naturales y paisajísticas, etc…) que resultan muy difícil de cuantificar y tasar, por no decir imposible. Esta herramienta aquí la denominaremos Gestión Forestal Sostenible, acompañada siempre de una concienciación social, posiblemente el aspecto más importante.
En las zonas del Norte del territorio nacional, la población posee una cultura forestal muy arraigada a la sociedad, pues desde tiempos remotos se gestiona el bosque desde un punto de vista sostenible (no sacar más de lo que se produce) y, realizado generalmente por los propios vecinos que eran propietarios privados o mancomunales de los montes que pertenecían al pueblo, lo cual como es sabido, es un beneficio directo a la economía de esas zonas rurales, fuente de ingresos extra en muchas ocasiones, traducido en leñas para calentarse, madera para construir casas, setas, frutos y demás aprovechamientos cinegéticos o piscícolas para alimentarse. Aquí es normal cortar pinos en pro de otras especies que pertenecen a la vegetación potencial del emplazamiento o simplemente por la necesidad del mismo y no está mal visto por la sociedad. De hecho, existen numerosas plantaciones de coníferas o frondosas dedicadas exclusivamente al aprovechamiento maderero y por eso, en los montes públicos o privados sin ese fin, no dejan de gestionar y aprovechar los recursos que nos proporciona un ecosistema relativamente natural (que en realidad son muy pocas las zonas sin antropizar), cuyos productos nos benefician tanto a nosotros como a la masa forestal en cuestión (retirada de combustible y discontinuidad suelo-vuelo, puesta en luz de especies de sombra, favorecer la infiltración del agua en el suelo y un larguísimo etcétera).
Si echamos una mirada al Sur, por motivos muy dispares, sobre todo en la Comunidad Valenciana y muy acusadamente, en nuestra provincia de Alicante, la cultura forestal es algo que prácticamente se ha perdido y, solamente las personas más mayores son las conocedoras de qué hay y porqué. Empezando por las Autoridades que no permiten un aprovechamiento de madera a no ser que sea quemada, hace que las repoblaciones realizadas hace 50-60 años, se encuentren en el mismo estado desde su implantación en monte y, muchos ejemplares se encuentran con graves problemas fitosanitarios, lo que afecta por supuesto al normal funcionamiento del ecosistema; o en caso de los incendios, sería una masa de fuego imparable (tenemos como claro ejemplo el incendio producido en Valencia en el año 2012 en las poblaciones de Cortes de Pallás y Andilla, en el que fallecieron dos brigadistas forestales); o en el caso de la caza, un bosque muy denso no es cómodo para transitar por él.
Por otro lado, en el sector forestal, sobre todo en esta zona tan acusada por la sequía, se tienen diversos problemas para la ejecución de sus funciones y las pocas “obras” que se realizan las llevan a cabo la Administración o sus empresas “públicas”, que se podrían comparar a las “manos muertas” (Iglesia y clero) de aquellas desamortizaciones en tiempos de Mendizábal. También es interesante el criterio de ciertas asociaciones de que se hacen llamar ecologistas (ciencia que estudia las interrelaciones entre los individuos de una comunidad) que protestan cual agrupación pro-vida, para evitar la tala de un pobre pino dominado al que le están quitando el agua y los nutrientes sus compañeros que tiene a escasos centímetros y de una envergadura superior y dominante.
Hablo de esta manera, quizás porque el desconocimiento de la población del porqué de la existencia y propósito de los pinares de pino carrasco es o fue proyectado de manera funcional, con el objetivo de restaurar la vegetación potencial de esta zona, el encinar. El objetivo era construir un andamiaje de sombra para unos 20 o 30 años después de la repoblación, poder introducir la encina (especie de carácter de sombra en sus primeras edades) y, proyectar una saca de pino para poner en luz a la encina e ir sustituyendo el pinar progresivamente, aprovechando la madera de pino, lo cual beneficiaría el desarrollo local-rural (industria del mueble, de suma importancia en la C.V.).
Fotografías tomadas dirección “Los Chaparrales” desde el vertedero antiguo de Petrer, ascendiendo por el barranco se observa un pinar muy denso, sin ningún tratamiento selvícola de calidad como podas o claras. Y detalles de la continuidad de combustible entre el matorral y la parte aérea del bosque.
En mi modesta opinión de un joven estudiante de Ingeniería Forestal, paseando por las sierras de Petrer tales como los Chaparrales, a larga distancia se observa un pinar cual un tablero de ajedrez, con una muy elevada densidad de “pies por hectárea”, fruto de una repoblación muy antigua en el cual los árboles no se desarrollan de una manera adecuada debido a su crecimiento “ad libitum”, sin intervención humana, tras una implantación únicamente antrópica. Cabe recalcar que la zona denominada Paisaje Natural Protegido de “la Serra del Maigmó i Serra del Sit”, puede catalogarse como la última mancha verde antes de la seca Murcia hasta Sierra Espuña, un patrimonio natural y cultural muy importante, que parece que las autoridades abandonan a su suerte, sin invertir nada para recibir mucho, de muy diversas formas, pero que si no es gestionado debidamente puede suponer un saco roto en caso de un incendio, que por suerte aquí no hemos sufrido en los últimos años, pero el estado de nuestros montes disponen de todos los medios para que en caso de incendio no resulte insignificante.
Quiero finalizar este artículo concluyendo que la GFS (Gestión Forestal Sostenible) busca siempre el beneficio ecológico y medioambiental, nunca buscando un beneficio económico directo pues muchas veces no es rentable una actuación por el criterio económico, pero es imprescindible su ejecución por criterios medioambientales o por la seguridad de la sociedad o del correcto funcionamiento del ecosistema y, en caso de ser necesario, intervenir de la manera más eficaz y que produzca los mínimos cambios posibles en el mismo.
Raúl González Soler es estudiante de último curso de Ingeniería Forestal.
Chapo,estoy totalmente de acuerdo contigo Raul,espero que tanto de la parte politica y administracion y por la parte de diversos grupos autodenominados ecologistas habran los ojos, o por lo menos que presten atencion al articulo,desde casa o reunidos en un salon no pueden ver ni los problemas ni las soluciones para un buen equilibrio en nuestros montes.Enhorabuena Raul.
Gracias Nestor, el problema como tu dices, lo tenemos tanto desde la Administración pública, como de la propia población. El objetivo de los artículos de opinión-divulgación que iré realizando, son para acercar al público esta ciencia que tan desconocida resulta en nuestra zona. Resulta un poco extraño reclamar por factores medioambientales de los cuales la gente ni se preocupa, teniendo en mente otros como el desempleo, privatización de la sanidad y educación, etc. Por esa razón y puesto que la tierra (el planeta entero o bien el termino municipal de un pueblo) es el sustento de toda la actividad humana, por lo que se debe gestionar de manera eficiente y que pueda producir algo que hoy tan falta hace, mano de obra y productos de muy diversa índole.
Gracias a los lectores por «gastar» su tiempo en leer esto, pero creo que puede resultar interesante para cualquier persona cercana al medio natural o que disfrute de él.