Repasando mi biblioteca estos días de gélido frío, en los que no apetece salir de casa, me he reencontrado con un libro del historiador José Luis Bazán sobre D. José Pertejo Seseña, “Un médico ilustre por derecho”. Tras releer muchos de sus capítulos, han acudido a mí muchos recuerdos sobre este insigne doctor, al que conocí bastante bien, pues a pesar de ser petrerense tengo también unas raíces muy arraigadas en la población eldense, de donde es Pertejo, ya que toda mi familia y mis antepasados son de Elda de siempre.
En el libro, que recomiendo a todos (y por cierto qué gran labor la del periodismo y la historia local recuperando a sus personajes, pues en “el pueblo” es al fin y al cabo donde uno hace vida), ya se trata de manera extensa su figura, así que lo que yo quiero aportar es una anécdota personal sobre su persona y una idea: D. José Pertejo fue un médico de médicos.
Así, el Dr. Pertejo fue el médico de cabecera de mi padre, el también médico Don Antonio Payá Martínez. Era el médico, y mi padre me decía que entre otros colegas de oficio pasaba lo mismo, del que más se fiaba, y añadía: “y una de las personas más honestas y rectas que conocerás jamás”. Yo pude ver como de verdad D. José hacía honor a su reputación cuando mi padre estuvo sufriendo una enfermedad durante mucho tiempo. Desde el principio de comenzar la convalecencia, mi padre era asiduamente visitado por Pertejo, que se convirtió, con el paso de las jornadas y los meses, en un amigo, yo diría que en uno más de la familia. Siempre estaba dispuesto, visitando mi casa muchas veces a horas intempestivas, como las doce de la noche, y además sin cobrarnos nada, pues era un médico que si un enfermo no andaba bien de fondos, ejercía su labor desinteresadamente. En nuestro caso, como se presentaba en casa cuando él quería, nosotras –mis hermanas y yo- bajábamos siempre a pagarle al taxista (porque no tenía coche, durante años se desplazó en taxi), pero ni eso, el conductor siempre nos decía: “nada, nada, órdenes del doctor Pertejo de que no les puedo cobrar”.
Miren cómo era que en una ocasión le dijo a mi padre: “Seguramente estaré unos días sin venir a visitarle, así que cuidado con lo que hace”. Pues a los tres días apareció con su esposa y nos dijo: “me he casado”. ¡No nos había dicho nada! Nosotros nos alegramos mucho por él (aunque conocía a muchas mujeres que no se alegrarían tanto, porque el doctor Pertejo era también un hombre muy apuesto), y apenas dejó que le diéramos algún detalle, siendo como siempre reservado y desprendido. Me gustaría señalar también que fue él el que hizo que mi padre estuviera muchos años con nosotros, pues le convenció para operarse, algo que mi padre rechazaba de plano, pero menos mal que su labia y buen hacer decidieron a mi padre a pasar por el quirófano.
Y esto es todo lo que quería decir, recomendaros el libro de Juan Luis Bazán, que a mí me ha emocionado en varios pasajes, y aportar mi granito de arena para recordar la figura del doctor Pertejo, que seguro dejó otras anécdotas tan queridas por los que le trataron como ésta, que he rescatado del anonimato de la gratitud y caballerosidad con que siempre trató a todos.
Me alegra que haya alguien que se acuerde de las personas de bien, por el solo hecho de haber sido buenos profesionales en su especialidad y por haber tenido una conducta intachable. Y en especial me alegra que haya hablado de D. José Pertejo Seseña al que siempre he admirado desde cualquier perspectiva que lo haya querido contemplar. Lástima que no se hayan trasmitido a nuestra juventud los valores de tantisimos ciudadanos de pro tanto de Elda como de Petrel, que los hay y que se merecen sean recordados aunque sea a través de la página de un humilde blog.
Aprovecho la ocasión para desearle un feliz y venturoso año 2011,
Juan Ramón Cabrera
Aunque yo viva en Albatera, donde nací, toda la familia de mi madre vivió en Elda debido a la posguerra(mis abuelos tuvieron que emigrar de Albatera a Elda por ser republicanos) y, muchas veces que en mi familia se habla de los recuerdos de toda esa época, aparece el nombre de don José Pertejo, con el que guardaban una buena amistad tanto mis abuelos como mis tíos-as.Una vez contó esta persona «Ilustre», que tenía un «especial recuerdo», mas bien amargo, del pueblo al que yo pertenezco, y es que tuvo que sufrir una temporada en el «terrible» campo de concentración de Albatera (donde después aparecería el pueblo de San Isidro, por el año 50 mas o menos), y allí fue testigo de un episodio sucedido dentro del campo que le dejó una huella amarga. Este suceso lo contó algunas veces dando pelos y señales, haciendo una descripción de los personajes que, sin saber sus nombres, mi familia identificó al momento. También comentó que coincidió con el poeta y pariente lejano nuestro Miguel Hernández en alguna prisión y que él era cirujano pero que el régimen le había prohibido operar; la medicina se lo perdió por culpa de la dictadura. Desde aquí rindo homenaje a tan Importante Persona.
Mi madre ,Eufemia Payá Juan, (falleció con 89 años , el año pasado 10 meses después de escribir el articulo sobre su admirado médico Pertejo), siempre definió a D. José , como el médico de medicos.
Seguro que si siguiera con nosotros, contestaria agradecida vuestros comentarios, Juan Ramón y Cayetano.
Me ha hecho mucha ilusión leerlos,y en su nombre os doy las gracias .
Luis
Gracias por tan cariñoso artículo a mi tio D. José Pertejo.
En nombre de mi madre, Eufemia Payá Juan, os doy las gracias a todos los que habeis elogiado la persona de este gran médico que fue Don José Pertejo. Leyendo el artículo, que en su momento escribió mi madre, me habeis hecho recordar el entusiasmo y el agradecimiento que mostraba mi madre cuando a nosotros, sus hijos, nos hablaba de este gran médico que fue Don José. Muchas gracias