En todos los tiempos, como historia, que llevamos haciéndonos a la vida (breve, por cierto, teniendo en cuenta la edad del planeta) como seres humanos y todavía desconocidos o por conocer. Este tiempo transcurrido y recorrido es una muestra de nuestro propósito o despropósito en cuanto a convivencia se entiende. Hemos llegado a un límite y cuando esto sucede se comienza a reaccionar, para algunos tarde, y para otros mejor tarde que nunca. Ese límite se transgrede, ese límite sólo es un llamada de atención, ese límite marca el final, y ahora, el comienzo de algo o de alguien o de algunos que se rebelan y al mismo tiempo dicen BASTA.
Metidos y soportando una cultura patriarcal, intrínseca al miedo, con fuerte contenido machista, hemos y debemos soportar los designios de un sistema que da pautas de convivencia con estructuras que ponen como premisas las diferentes categorías al ser humano, denominando a las personas con una calificación, resaltando lo que tienen y no tienen, antes de ver en el otro lo que ES.
El sistema ya se ha globalizado; con pequeñas diferencias: el más fuerte amedrenta al más débil, dejándose avasallar éste por aquél, ya que no comprende el supuesto débil que sólo sea la fuerza bruta la que haga suponer que se pueda, y el resto a someterse sin visos de igualdad. Esta ha sido la creencia por siglos y hasta ahora de muchos, que por la fuerza se ordena, se somete y nos hace, en muchos casos, sumisos, complacientes y supervivientes. Esas mismas creencias se están desmoronando, se están diluyendo, volatilizando, y a las personas que piensan que nada ha cambiado se las llama arcaicos, conservadores, como que se han quedado en alguna parte de la prehistoria sin evolucionar, como ese eslabón de esta larga cadena de acontecimientos que es la vida misma… y continua.
Las mujeres, en este sistema por evolucionar, se llevan la peor parte. Nuestras compañeras, hijas, madres, hermanas, empleadas, amigas, esposas, novias, etc., se han tenido que conformar con los mandatos autocomplacientes que los varones les han ido dejando a modo de permiso. Sin llegar a la denominación de víctimas (pero en algunos casos sí), han podido y pueden con una carga agregada desde el nacimiento. Muchas veces, e indiscriminadamente, se ordenaron unos roles en nuestra sociedad sin preguntar nuestra opinión, sin saber qué pensábamos al respecto tanto mujeres como hombres, pero en muchos casos quedó, tal vez, en forma tácita: ESTO ES LO QUE HAY, ASÍ QUE ARREGLAOS.
El hombre se hizo competitivo y la competencia no conoce otro objetivo que ganar, cueste lo que cueste, y lo llamó progreso, y por encima de todo y de todos, llevándose por delante los valores humanos, que tanta gente sigue reivindicando. Muchas veces la mujer, por no contradecir, no incordiar y querer acompañar, siguió esa misma corriente, para ser aceptada por el género masculino en actitud machista. La reacción contraria no se hizo esperar.
Vientos de cambio y a cambio por la igualdad, están abriendo una gran brecha desde el feminismo y también hombres que acompañan esta iniciativa fundamental para la convivencia, defendiéndose ante los ataques de aquellos intransigentes que se quedaron en la prehistoria y no quieren que nada cambie, por temor a perder las riendas del poder en una sociedad que avanza con la razón; y cuando esa razón se pierde, el primer recurso que se les ocurre es la violencia.
La situación puede ser cíclica o evolutiva, pero siempre teniendo en cuenta que las mujeres piensan con el cerebro y los hombres con la cabeza. Ellas siempre los han dejado hacer y ser a Ellos. Ellos siempre esperan más de ellas, como que ellas tienen que demostrar que pueden, sin excusas.
A la postre se valora EL ESTADO DE IGUALDAD como un eufemismo de dar un permiso de soslayo para que Ellas no se quejen y Ellos quedar tranquilos. Grandes y afortunados pasos se han dado y se están dando, tanto desde hombres como de mujeres, en pos de un avance conjunto para la integración de géneros: EL MINISTERIO DE IGUALDAD, LA SECRETARÍA DE LA MUJER, EL CONSEJO DE LA MUJER, LA PARIDAD DE CUPOS, etc. Pero todo esto todavía sin estar bien atado, es inestable, por eso el esfuerzo de todos para poder seguir concretando en este presente para las generaciones futuras, en concordancia no discordante. Animándonos a transitar otros y nuevos caminos, podemos ir descubriendo que la IGUALDAD es esa utopía que nos alienta a seguir caminando para poder construir lo más preciado en una sociedad.