Nos encontramos en un momento determinante para el futuro de nuestra sociedad. Las decisiones que se tomen ahora van condicionar el diseño del sector energético del mundo en las próximas décadas. Y la forma en que una sociedad produce y utiliza la energía es el factor más importante para hacer sostenible esa sociedad. Así ha sido a lo largo de la historia y así será en este siglo XXI, en que el crecimiento de la población y la economía humana han topado con los límites físicos de nuestro planeta.
El reciente desastre de la central de Fukushima en Japón, país desarrollado e hipertecnológico donde los haya, se ha encargado de disolver la salida atómica que el lobby nuclear estaba promocionando desde la crisis energética fósil y ha cambiado por completo el panorama. A pesar de la política de ocultismo y falta de transparencia en la información que ha estado llevando a cabo del gobierno de Japón y TEPCO, la empresa propietaria de esta central, no se ha disimular la enorme gravedad de este accidente, cuyas consecuencias, en forma de contaminación radioactiva, son comparables a las de la catástrofe de Chernobil, que aún no ha acabado. En el mejor de los casos, Fukushima tardará muchas semanas en estabilizarse y los escapes radioactivos continuarán durante varios meses, como mínimo. Tampoco está descartada la posibilidad de que ocurran nuevas explosiones u otras complicaciones. Además de las miles de víctimas mortales que ha dejado el terremoto y el posterior tsunami, este accidente nuclear está ocasionando numerosas víctimas y centenares de miles de personas han perdido sus hogares, trabajos… sus vidas. Una parte importante no podrá recuperarlas nunca, ya que la contaminación radioactiva está dejando amplias zonas inhabitables.
La ciudadanía mundial y especialmente la de los países que, como el nuestro, acogen centrales atómicas, se ha vuelto dolorosamente consciente del peligro que supone mantener estas instalaciones en funcionamiento y ha dado un paso adelante. Está protagonizando una gran movilización para exigir a los gobiernos que se cierren las centrales nucleares y para que prevalezcan los criterios de seguridad por encima de los beneficios económicos de las compañías eléctricas. Una movilización que ya ha conseguido resultados concretos en el mismo Japón y en países de nuestro entorno como Alemania e Italia.
Y esto mismo está ocurriendo también en el País Valenciano, donde padecemos la amenaza que supone la central nuclear de Cofrentes, una central vieja (cumplirá ahora 27 años), que ya era obsoleta cuando se construyó, que sólo en los últimos 10 años ha sufrido 102 incidentes que afectaban a su seguridad, 25 paradas no programadas y 6 prealertas de seguridad, y que viene sufriendo problemas recurrentes en las válvulas de alivio del circuito primario, y en los accionamientos hidráulicos de las barras de control, dos de los sistemas más cruciales para el control de una central nuclear.
La sociedad civil valenciana, representada por organizaciones ecologistas, sindicales, educativas, políticas y sociales, ha tomado la iniciativa. Tenemos la responsabilidad y la obligación moral de combatir la energía nuclear por el interés común de la humanidad, porque se puede vivir bien sin nucleares. ¿Cómo justificaremos ante las generaciones futuras que hemos asumido riesgos temerarios e inconfesables, sólo para que Iberdrola y otros oligopolios eléctricos se enriquezcan?
Tomás Pérez Medina, candidato a la alcaldía de Los Verdes Petrer
Eso el típico conformismo español…Una OBSERVACIÓN: LAS LEYES LAS HACEMOS TODOS, se aprueban en las cortes elegidas por el PUEBLO…SI EL PUEBLO DUERME—LAS CORTES RONCAN, quiero decir que, sin la VOLUNTAD de que las cosas se hagan bien, sin COMPROMISO SOCIAL no existe AVANCE.
LA LAXITUD DE CIERTAS CLASES SOCIALES nos hace pensar que los poderes del estado(¡OJO’ creados por el pueblo) tienen entretenidos al “populus”; futbol, parques —PAN Y PANDERETA.El pueblo se retroalimenta de su propia porqueria.
ES HORA DE LEVANTARSE ¡¡¡¡¡ÁNIMO¡¡¡¡¡
Pues yo no quiero conformarme. No quiero dejar para mis hijas una tierra quemada, no quiero dejar una tierra contaminada. Sí, en Alemania están caminando por la senda sensata, aquí también hemos de empezar a recorrerla. Y en Petrer yo voy a empezar a hacer el recorrido, personalmente y en grupo. Hemos de ser capaces de dejarnos de tanto ‘conformismo’ y decir basta. Como he estado viendo durante estos últimos años, en Petrer tengo la oportunidad de poner mi grano de arena el próximo mayo en las elecciones municipales. Tengo claro que quiero un futuro verde para mis hijas.