Una Cabalgata de Reyes Magos populosa y llena de magia

Nuevamente, y como se viene viviendo en los últimos años, la Cabalgata de Reyes Magos del pasado lunes tarde congregó a miles de vecinos -unos cientos participando y el resto disfrutando- por las calles de la localidad. Coordinada por la concejalía de Fiestas, la Cabalgata realizó su recorrido habitual, partiendo a las seis de la tarde desde la avenida de Madrid para finalizar más allá de las nueve de la noche en la Plaça de Baix, parada en la Iglesia de la Santa Cruz incluida.

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Un ilusionado vecino gira la falla mientras espera la llegada de los Reyes Magos.

Las fallas giraban en las concurridas calles calentando el ambiente cuando la música y la algarabía indicaba la aproximación del espectáculo, que volvió a mezclar iconografía navideña -pastorcillos, el Belén viviente, etc.- con elementos de dibujos animados, particularmente Disney. Así, y ambientado por cinco agrupaciones musicales locales -Unión Musical, Virgen del Remedio, El Terrós y las collas de Moros Viejos y Nuevos- la marcha abrió con Mary Poppins, La Sirenita, vals de la Bella y la Bestia… Participaban, como hemos comentado, decenas de voluntarios en el colorido desfile, con actuaciones de la Academia “Tot per la dansa” de Cayetana Máñez y el Ballet de Dori Andreu.

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Los niños disfrutaron con los personajes de sus dibujos.

El bloque más tradicional y navideño, que vino a continuación, no desmereció en absoluto e incluyó, entre otros, un rebaño de ovejas -también vimos ocas o conejos- guiado por sus pastores, a la Virgen María montado en borrico y hasta un ballet que hizo las delicias de las familias reunidas. Los más pequeños, que se habían hecho fotos con los personajes Disney y habían acariciado a los animalitos –Izquierda Unida criticó el año pasado la presencia de animales en el desfile, pero volvieron en esta edición- no cabían en su gozo cuando aparecieron por último sus Majestades de Oriente, repartiendo caramelos a diestro y siniestro (nunca mejor dicho) desde sus engalanadas carrozas. En la Plaça de Baix, y ya pasadas las nueve, culminaba este populoso acto que se ha convertido, por derecho propio, en un clásico moderno de la localidad.

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Baltasar repartió sonrisas y caramelos.

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