Los centenarios olmos del Parque de los Príncipes, los de mayor edad vivos de toda la provincia, están en peligro de muerte debido a la acción de la grafiosis, una enfermedad provocada por un hongo que accede al árbol por un insecto escolítido (Scolytus scolytus) que lleva adherido las esporas a su cuerpo y las va diseminando. Estos olmos negros (Ulmus minur) son los ejemplares de esta especie autóctona más importante de la población y la provincia, y prácticamente ya los últimos que quedan sanos, tras la devastadora acción de la enfermedad en este último año, que siguiendo el curso del río ha ido acabando con todos los pequeños bosques de este árbol. 400 olmos han desaparecido, ayudados por el tórrido calor de este verano que ha debilitado la vitalidad de los árboles.

La grafiosis tapona los vasos conductores de savia, y se revela su acción por la marchitez y amarilleamiento de las hojas del olmo. En unas semanas, las hojas se secan por completo y en poco más tiempo, el árbol muere. Su virulencia es tal que si el árbol presenta la infección en más de un 20% de su copa se considera insalvable; la única manera, pues, de combatir al hongo eficazmente son las medidas preventivas. Desde la publicación hemos podido observar los estragos que ha causado: ha entrado por el norte y por el oeste y, siguiendo el curso del río, ha llegado ya a las puertas de la ciudad, donde amenaza la vida de los olmos de casi doscientos años del Parque de los Príncipes.

Para impedir que el hongo acceda a este capital reducto, se han realizado medidas preventivas como la colocación de una trampa para el insecto portador, consistente en unas feromonas que lo atraen a un espacio del que ya no puede salir. Sin embargo, son muchos los expertos que sostienen que esta medida debe implantarse alrededor de la zona a proteger, en espacios abiertos y creando un cinturón de seguridad, ya que de plantearse directamente en el árbol a proteger –como en la actualidad- puede tener un efecto contraproducente y atraer a algún insecto despistado que haya por la zona, que si escapa de la trampa hará enfermar el olmo. En la opinión mayoritaria de la comunidad de expertos, para proteger correctamente estos olmos, deben combinarse, además de la acción señalada, otras actuaciones como el desbrozo de la zona o dar un riego de apoyo en estos duros meses estivales (cosa que tampoco se está haciendo). En el parque se da, además, la desventaja añadida de la reforma que vivió hace un lustro, en el que se compactó la tierra y se introdujo la gravilla, dificultando la buena salud del árbol.

Para algunos de los expertos consultados, y a tenor de lo que se está viendo este año, en el que la enfermedad ha llegado ya  al casco urbano, podríamos estar ante el último año o los dos últimos años de vida de estos emblemáticos ejemplares del caducifolio autóctono si las medidas no se realizan conjuntamente y con mucha más determinación. Nos uniríamos así, en esta sombrío escenario, a otras zonas de Europa donde el olmo negro ya ha desaparecido y que ha llevado a catalogar la especie como en peligro de extinción.