La Fiesta irrumpe el jueves, con el estruendo de decenas de bandas, y los petrerenses dan rienda suelta a las ganas y la expectación de todo un año. Parecería que en esta ocasión, en que la Fiesta prácticamente comenzó un día antes, el miércoles con esa jornada histórica reafirmando a San Bonifacio como patrón, podría haberse atenuado la explosión de sentimientos que vivimos cada año. Pero no, qué va. El jueves volvió a ser ese día feliz, emocionante y divertido que Petrer lleva viviendo «desde tiempos inmemoriales».
Así pues, y en una tarde primaveral, a las ocho en punto sonó la Marcha Real en la Plaça de Baix, que ponía en movimiento a la Unión Musical y a la Virgen del Remedio, acompañados por las autoridades y decenas de festeros. La comitiva, a paso festero, se dirigió a la Salida del Guirney para ir sumando instrumentos, las de las bandas La Canal de Bolbaite, La Primitiva de Castell de Castells, la Asociación M. Virgen de la Salud de Elda, la A.M. Acustic Band, la Agrupación Musical Planeta Azul de Aspe, la Sdad. Musical La Lira de Quatretonda, la Asoc. M. Virgen de las Nieves de Aspe, la Sdad. Instructiva Musical-Sones de Sax, la Banda Los Rosales de Bolbaite y la Asoc. Musical Generaciones de la localidad. Todas ellas, y centenares de festeros con sus gorros de comparsa, emprendieron el camino de vuelta para poner la música a la letra que, con orgullo, se eleva cada año a los cielos: «Nuestro Petrer hermoso de campos/donde sus aguas, sus aires y su sol/fertilizan nuestras huertas…» El Pasodoble Petrel, dirigido este año por el maestro Pablo Sánchez Torrella, sonó rotundo, glorioso, pletórico, en una plaza abarrotada y rendida a la magia festera. Con los gorros en el alto y el corazón henchido, el espectáculo se prolongó unos minutos.
Tras el éxtasis, los festeros marcharon hacia una merecida cena a los cuartelillos, para volver, no mucho más tarde, a la juerga de la Retreta, donde todos caben, simpatizantes y festeros, siempre que se exhiba una gran sonrisa y se tenga ganas de marcha. El espíritu jovial llevaba a los festeros en volandas hasta las puertas de la ermita de San Bonifacio, donde aparece la solemnidad, y también la emoción y el fervor en muchos rostros, para el saludo tradicional al patrón, que se dejó querer en este año tan especial, el del IV centenario.
La fiesta, por supuesto, continuó en cuartelillos y calles del casco antiguo hasta bien entrada la noche. Y así, poco a poco, la luz volvió a cubrir la villa de Petrer para darnos el segundo día de fiestas, un viernes marcado por la pólvora y la bajada del santo.