Cuando los animales alzan la vista y divisan su perfil, recortado en el cielo, corren a ocultarse. Las aves de presa se han ganado su reputación a pulso y, en la parte superior de la cadena trófica alimentaria, son las responsables directas del control de población del resto de especies. En esta serie de artículos que empezamos hoy vamos a retratar a las principales rapaces (tanto diurnas como nocturnas) de la zona y sus diversas técnicas de vuelo.
Comenzamos con el grupo de las diurnas y con una de las de menor tamaño: el cernícalo vulgar. De característico chillido, la principal destreza aérea del cernícalo es su capacidad para quedarse suspendido en un mismo punto durante varios segundos. Así, inmóvil en el aire, rastrea el territorio en busca de alguna presa escondida entre la vegetación. Divisada, se lanza, en vuelo vertical, sobre la misma.
Su fuerte no es la velocidad, sino el equilibrio en el aire y la facilidad de corregir la dirección de un ataque en muy poca distancia. El cernícalo es, además, un ave territorial y muy agresiva, plantado cara a otras aves de presa mucho más grandes que ellas.
Otra ave de presa bastante común en el territorio es el gavilán. El gavilán, a veces confundido con el azor, pues tienen una apariencia idéntica, con plumajes y características muy parecidas. Sin embargo, el gavilán es su hermanito pequeño, con un tamaño de veinte a treinta centímetros menor.
Su estructura anatómica le otorga un perfecto equilibrio aerodinámico. El gavilán es célebre por sus regateos entre los pinares más tupidos de nuestros montes. Es un vuelo rasante con rápidos aleteos y planeos intercalados. Es, además, un vuelo muy silencioso: cuando su presa percibe su presencia, generalmente ya es demasiado tarde.