El muflón, emparentado con la oveja doméstica, lleva por nuestros parajes más tiempo que el arruí, ¿pero quién lo diría? Sus costumbres son mucho más esquivas y huidizas y su zona de acción más inaccesible. Su población también es cinco veces menor, alrededor de unos 80 ejemplares en nuestro término.

Esta filmación, realizada en el recóndito norte del término, sólo fue posible después de un auténtico rececho: los miembros de la asociación estudiaron su comportamiento durante días, y se acercaron camuflados desde un kilómetro, evitando hacer ruidos y ser captados por su olfato,  «auténtico sentido vital en la alerta del muflón. Siempre hay que aproximarse cara al viento», explica Néstor Rico. «Hay que aprovechar también estas fechas», prosigue, «es en primavera cuando son más visibles, pues salen a alimentarse a los prados verdes y a buscar brotes en los cultivos de almendros, que les proporcionan un gran aporte proteico».

Néstor pudo contemplar, durante las cuatro horas que estuvo oculto a estos mamíferos, tres grupos: uno formado por tres ejemplares (dos machos y una hembra -se distingue del macho por carecer de cornamenta-), otro de dos machos y «uno más lejano y con más ejemplares que captó mi presencia y se alejó. Otro día será». Así es, con el calor de la tarde, los animales comen y se esparcen, los más pequeños cabriolan felices, «pero relajados del todo nunca: el muflón siempre está alerta».