Los ritos de cortejo de los animales, exactamente igual que en los hombres, no son una ciencia exacta, y pueden tener un desenlace feliz u otro menos afortunado. En este caso, la cara es para las tórtolas, cuyos arrumacos y juegos amorosos han trascendido al lenguaje común («vaya par de tortolitos»); la cruz se la lleva el palomo torcaz, y es que dos no pelean (o no se quieren) si uno no colabora…