La aventura fotográfica de hoy empieza con un nombre propio, el de José Luis, al que conocemos en la Asociación de Amigos de L’Avaiol como el Motillano, y que, además de un gran amigo, es un extraordinario naturalista y fotógrafo, también colaborador en este periódico.

Al igual que nosotros desde la asociación, José Luis mantiene una red de hides (escondites para la fotografía de fauna) en Motilla de Palancar (Cuenca). Sus escondites están vinculados a la empresa  Naturhide y su funcionamiento es muy simple: para acceder a ella, o se realiza un intercambio de escondites entre los integrantes del grupo, o se paga un alquiler por día, para ayudar al mantenimiento general de los mismos.

Pues bien, este verano he cogido los bártulos y he pasado una jornada inolvidable con nuestro amigo, allá por tierras manchegas. El día comenzó a las seis de la mañana tomando un café matinal en el bar del pueblo, de esos que te despiertan como una bofetada. Después de ponernos al día, nos dirigimos sin demora a uno de los escondites, el conocido como el de Los Altillos.

Los animales que frecuentan la charca y los comederos son muy variados y abundantes. De los más destacados son el azor, el águila calzada, el pico picapinos, el picogordo y la oropéndola, por nombrar algunos. La luz en la zona es increíble, muy fotográfica, y el escondite es perfecto, se nota el trabajo que hay detrás.

La mañana empezó con un premio gordo, lo primero que se puso en nuestro objetivo, gracias al conocimiento de nuestro compañero, fue el autillo. El autillo, en efecto, el búho más pequeño de la península y muy difícil de ver por su tamaño y su gran talento para el camuflaje.

Después de este sensacional encuentro con esta minúscula rapaz llegó el momento de los picogordos, los picapinos y demás compañía. Estuvimos fotografiando ocultos hasta el mediodía, hora de comer.

 

 

 

Déjenme que reseñe que comimos en casa de José Luis, y que su familia preparó una comida de chef excelente en todos los aspectos. La guinda la puso la sobremesa, que es el mejor momento del día: compartir experiencias con los amigos y rodeado de un ambiente familiar (¡qué más se puede pedir!). Después de comer, fuimos un rato al pueblo, a disfrutar del ambiente, que estaba en lo álgido de sus fiestas patronales.

A la tarde, ya con unos grados menos, realizamos un tour por el vecino pueblo de Alarcón, que es un auténtica maravilla. Rodeado por el río, con profundos barrancos -y en lo alto de la montaña blandiendo sus monumentos-, avanzamos hasta adentrarnos en estrechas callejuelas. Avanzando por el suelo de piedras, Alarcón desprende una quietud engañosa, como si estuviera sumida en un sueño frágil del que pudiera despertar en cualquier momento por las infinitas historias que murmuran sus calles.

 

Después de este paseo tan agradable, otra vez a lo nuestro, al segundo hide, donde la fauna nos volvió a honrar con su presencia, poniendo así fin a un día pleno. Gracias a José Luis y a toda su familia por acogerme como uno más; un abrazo y hasta pronto…