Conejo

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Conejo

El conejo es la especie más característica del monte mediterráneo y por tanto del Paisaje Protegido. Se distribuye a lo largo de todo el territorio, aunque su presencia está ligada a la textura del suelo ya que necesita de un terreno que le permita excavar sus madrigueras. Las zonas que más explota son los campos de cereales, los bancales y, cuando tiene ocasión, las huertas existentes en las partidas rurales. A diferencia de otras especies, no depende tanto de la existencia de agua cercana ya que la extrae de las hierbas que ingiere.

Es un animal herbívoro, principalmente crepuscular y nocturno, que se alimenta principalmente de plantas herbáceas, bulbos y raíces. También consume en ocasiones cortezas de plantas leñosas, frutos y hortalizas.
Una de las curiosidades de la alimentación de los conejos, que también ocurre en algunos roedores herbívoros y en la liebre, es que producen unos excrementos con forma esférica recubiertos de una película húmeda.

Estos excrementos son ingeridos por las crías de conejo directamente del culo de sus madres, sin masticar, ya que son ricos en vitamina B12 y microflora intestinal, necesaria para la digestión de la celulosa. Al no transmitirse esta microflora de forma congénita, de madre a hijos, la tienen que adquirir de esta manera.

En la actualidad, las poblaciones de conejo son bastante numerosas dentro del Paisaje Protegido y son muy frecuentes de ver en zonas abancaladas, como Carrasquica, L’Espartosa, Les Fermoses, L’Esquinal, Puça, L’Avaiol o L’Almadrava. Además, en el municipio de Agost y en otras zonas colindantes, existe una sobrepoblación de conejo que ha sido catalogada como plaga. La Generalitat Valenciana ha tenido que tomar medidas urgentes para controlar estas poblaciones y evitar grandes daños a la agricultura, autorizando permisos de descaste del conejo a cazadores.

Pieza clave del ecosistema mediterráneo

El conejo es, probablemente, la pieza clave de la cadena trófica del Paisaje Protegido. Es un excelente transmisor de energía desde las plantas hasta lo más alto de la cadena alimenticia.

Se alimentan de todo tipo de vegetales y, según algunos estudios, son responsables del 20% del consumo de la biomasa disponible. Esta energía pasa desde el eslabón más bajo de la red trófica hasta los niveles superiores.

A través del pastoreo, favorecen la dispersión de las semillas, alteran la composición de especies vegetales y crean áreas abiertas entre el matorral, lo que contribuye a aumentar la biodiversidad florística. También tiene una función adicional muy importante como controlador del regenerado excesivo en el monte: cuando hay falta de alimento, consumen la corteza del regenerado más débil, provocando la muerte de los mismos y propiciando así el mejor desarrollo de las plántulas más fuertes ya que se libran de competidores.

Al mismo tiempo, sus madrigueras sirven de refugio para innumerables invertebrados y algunos vertebrados, como la culebra bastarda, el lirón careto o el tejón.

Sus excrementos, apilados en letrinas, favorecen la fertilidad del suelo y sirven de alimento de muchos invertebrados, en especial de escarabajos coprófagos como los del género Onthophagus.

Por otra parte, el conejo, además de ser junto a la perdiz la pieza de caza menor más popular para el ser humano, es una presa fundamental en la dieta de al menos 22 especies de predadores distintos
Fácilmente podemos comprender que la abundancia de conejo es necesaria para la conservación de muchas de las principales especies amenazadas de nuestro ecosistema. Según estudios recientes, existe una relación positiva entre el número de conejos y el de aves rapaces.

Esta gran presión de predadores provoca una tasa de mortalidad en el conejo altísima, con más del 80% de individuos jóvenes que no llegan a cumplir un año. Sin embargo, estas circunstancias se ven compensadas con una estrategia reproductora muy eficaz. Son capaces de reproducirse en cualquier época del año siempre y cuando existan unas condiciones climáticas y de disponibilidad de alimento adecuadas. Un conejo hembra suele tener de 3 a 5 camadas al año, cada una de ellas formadas por 3-6 gazapos, lo que supone una media anual de aproximadamente 19 conejos por hembra.

Tras la aparición de dos enfermedades víricas en la década de los 50, la mixomatosis y la enfermedad hemorrágica del conejo, que provocaron la reducción de la población prácticamente al 10%, actualmente el conejo se ha recuperado y vuelve a ocupar la posición que le corresponde y que sin duda favorecerá la preservación de muchas de las especies anteriormente citadas.

Por Ramón García Pereira y la Asociación de Amigos del Valle de L’Avaiol – Para saber más: Libro-guía del Paisaje Protegido Serra Maigmó-Sit

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