Un cementerio de silencio,
la NADA
ordena el toque de QUEDA
y Nietzsche llora
de alegría.
Así empezó TODO:
El día que Nietzsche lloró
amaneció un estremecedor
cielo
de OSCURIDAD
y en mi habitación
sonaba la Serenata D.957 de Schubert.
El día que Nietzsche lloró
yo incumplía
el sexto y el noveno
mandamiento,
fumaba como un cosaco
y bebía algo de vino tinto.
Entonces
ALUMBRABA
unos
cuatro o cinco poemas
y algún relato porno
(para una revista)
en la misma
NOCHE…
El día que Nietzsche lloró
YO vivía en Altea,
vendía mi ALMA al diablo
y me creía inmortal.
RECUERDO
perfectamente esa muerte:
-¡Qué bien sabía entonces la Nada!-
El otoño perenne
en mis sienes parpadeantes,
la pulsión
como ÚNICO
motor
de la existencia,
las mujeres tan remotamente
cerca…
El día que Nietzsche lloró
trepaba un fresco aroma a azahar,
se acababa el mundo
en un acto de PAZ
y mis manos
olían a coño.