Suena «Way Down in the Hole»
en mi estudio mientras aterriza la noche,
resplandor oscuro de miseria,
silencio y duelo
y las mujeres, ahí afuera,
estarán moviendo sus sinuosas
siluetas de serpiente enfervorecida….
criaturas venenosas
de ojos verdes y negros
protegidos por guadañas,
afiladas garras rojas,
luminosos labios de neón…
Mujeres con sed de victoria:
la bailarina (aspirante a psicóloga)
que quiso conocerme a solas,
la universitaria grunge
que va a la biblioteca pública,
las amigas veinteañeras
de las novias de mis amigos…
Mujeres dóciles ante la masa
pero fieras bestias en la intimidad.
Mujeres que concederán
pequeños guiños como trampa,
mujeres que dedicarán
perversas sonrisas a futuros esclavos,
mujeres que buscarán
tímidos roces para sentir la carne del otro,
mujeres que proyectarán
miradas lascivas a plácidos inocentes.
Mujeres todas ellas poseídas por la esencia de Baco
cometerán etéreas infidelidades para saciar su ego,
dominarán el instinto animal de los hombres
(dejando así constancia de su superioridad).
Una representación posmoderna
de La bacanal de los andrios
que me posiciona cual Tiziano.
Pero aún siendo fiel amante
de las oscuras golondrinas,
mi pene proletario,
inexperto en batallas de una noche,
novicio en el vacuo sexo del ahora,
precisa una victoria para sentirse vivo.
Sé que siempre me negué a aprehender
de las herederas (sin don) de Mata Hari
que emplean sus encantos para el fútil goce,
pero mi yo cuadrúpedo
se eleva por encima de la razón
y exige una tortura
Ahí afuera se baten en duelo
las lobas y las gatas,
mientras,
aquí dentro,
en mi estudio,
yo
sigo
buscando
una mujer.