Si no quieres formarte la idea de que España es una cueva de ladrones e irresponsables, no leas la prensa y no veas ningún telediario, de lo contrario te van a entrar irresistibles ganas de echar a correr: alcaldes corruptos, presidentes corruptos, jueces y fiscales prevaricadores, gobernantes irresponsables, instituciones básicas para el buen funcionamiento del Estado de Derecho malparadas, ¿alguien da más? Claro, mientras nos distraen con tan graves circos nos olvidamos de lo vital, nos olvidamos de que cada día son más los que malcomen, más los que se van al paro, más a quienes nos esquilman los bolsillos con aumentos casi insoportables de la luz, el agua y el fuego, más los que han de recurrir inevitablemente a la caridad, más, más, más miseria… y dentro de poco tiempo, además, más impuestos. (Dicen que el “experimento científico” que hoy más preocupa a nuestros mandatarios es la capacidad de aguante del español; más que las repercusiones económicas de los Presupuesto y más que las sanitarias de la gripe A; para que ellos continúen gastando ¡y más y más que antes!)
Cualquier economía doméstica que se precie, cuando las cosas no andan bien porque los ingresos van decreciendo, la primera medida que se adopta es restringir los gastos y adaptar sus necesidades a la nueva situación. Después la unidad familiar se planteará como superar el bache. Pues nuestro Estado no, no hace eso sino todo lo contrario. Este año 2009 habrá gastado más que ingresado… una barbaridad, para qué cifrarla si el guarismo resultante en pesetas ni sabríamos leerlo. Pero es que para el próximo, el 2010, ya calculan que van a ingresar, por ejemplo, 100 pero que se van a gastar 150, que quiere decir que ingresarán 75 y gastarán al menos los 150, el doble de lo que ingresarán. ¿Sabemos que es esto en román paladino? Yo lo digo: deuda, empeño, retroceso, pobreza, roña adherida a la piel de nuestros genes para que la hereden nuestros hijos y nuestros nietos. Porque esa deuda que adquiere el Estado no es gratis, no, no, esa inmensa deuda la hemos de pagar los ciudadanos y es tanta que ni Dios sabe cuándo vamos a poderla cancelar.
Así pues, el ciudadano ahorrando y los gobiernos de España despilfarrando.