Debajo de casa de mis padres hay un bar a cargo de unos amigos míos. Los lunes, sobre las tres y media de la tarde, suelo bajar a tomarme un café y fumarme un cigarrillo. Después cojo la Interviu y la abro por la última página. Mi vida es tan aburrida que deseo ansioso que llegue el lunes para leer el nuevo número de esta revista. Al principio los parroquianos – hombres de mediana edad, currantes o jubilados que demandan carajillos y cambio para las tragaperras – se extrañaban al verme hacer tal cosa. No es habitual darle preferencia a la última página y más teniendo en cuenta que en la portada de esta revista suelen mostrase los pechos turgentes de alguna famosa o aspirante a ello. Lo que muchos ignoran, seguro, es que en la página 82 de este magazine, uno puede disfrutar de algunos fragmentos de lo que parece ser el diario “íntimo” de Juan José Millás (uno de los mejores confesores de las rarezas psicológicas y humanas en general de nuestro país).
La Interviu , tiene un formato que ojalá tuvieran otras revistas. Incluso sospecho que leer el periódico sería menos traumático de usar este maravilloso formato. «Las cosas son más digestivas si se acompañan con un dulce», solía decirme mi abuela. ¿Se imaginan la sección de economía y política del diario tras una sesión de fotos de lo más picante digamos… de la angelical Mar Montoro – portada del último ejemplar que he leído –.? O mejor todavía: ¿No despertaría sectores dormidos del “socialismo” el pecaminoso cuerpo de De la Vega ? Es muy probable que entonces el pueblo tomara mayor conciencia política, y exigiera a sus “representantes” del Congreso un poquito más de vergüenza tras haberlos visto como Dios los trajo a El Mundo – o a El País, o al ABC –.
En cierta medida los pezones de Soraya Saenz de Santamaría o el vello cano del pecho de Rajoy son los de una mayoría (tristemente considerable), de una población que hace tiempo dejó de creer en la existencia de un Cuerpo de Estado ideal.
Si tenemos en cuenta la situación actual de España – y cómo no su fatídico magnetismo para falsas democracias –, no es de extrañar que muchos, y para horror de otros pocos, vuelvan a recurrir al torso apolíneo de José María Aznar para sus ratos masturbatorios.