Esta mañana, cuando apenas había amanecido he ido al hide, he puesto agua y comida y pensaba que poco podría ver. Pero los dioses me han sorprendido con un inesperado visitante, un zorro. Venía por el margen, cuando de repente y por sorpresa ha decidido alterar su trayecto, de un ágil salto ha subido al bancal de arriba. Poco más ha dado de sí el poco rato que he estado en el hide, apenas una urraca y una hembra de collalba rubia. Pero esos escasos minutos me han alegrado el día.