Señor alcalde, autoridades, presidente y miembros de la comisión de fiestas de la Santa Cruz, reinas y damas de honor de las fiestas, representantes de las parroquias de San Bartolomé y de la Santa Cruz, estimados vecinos y amigos todos: buenas noches.
Es para mí un orgullo presentarme en esta ocasión ante todos ustedes como pregonero de las fiestas del barrio que me vio nacer y en el que se ha desarrollado toda mi vida, el barrio de la Santa Cruz. Ser pregonero de mi barrio es sin duda una dulce responsabilidad, pero por encima de todo es un gran honor, que quiero compartir y agradecer a todos y cada uno de ustedes. Os lo quiero agradecer porque es mi primer pregón y porque no existe para mí mayor privilegio ni mayor ilusión que este sea en mi pueblo, Petrer, y aún más en las fiestas de mi barrio, las fiestas de la Santa Cruz. Por todo ello doy las gracias a la comisión de fiestas en la persona de don Efigenio Mediola, su presidente, por ofrecerme la oportunidad de pregonarla. Gracias a todos los que participáis en ellas, por hacerlas posibles, y también gracias a los que la arropáis con vuestra presencia esta noche, por darle el calor y el valor humano por a un acto como es la coronación de la reina y el pregón, donde se anuncian las fiestas de nuestro barrio.
Me van a permitir que los recuerdos, los sentimientos, las emociones y las vivencias de quien ha caminado, conocido y vivido en este barrio sirvan de guía y se asomen en forma de palabras y que así pregone estas benditas fiesta de la Santa Cruz. Recuerdos de una infancia y juventud felices me embargan al escribir estas líneas. La luz y los colores que sólo los ojos de un niño logran distinguir acuden a mi mente, bañando las calles todavía polvorientas que transitaba de la mano de mi abuelo Matías o el sabor irrecuperable de las tardes de merienda en el jardín de mi abuela María, con su naranjo en flor que perfumaba de azahar toda la calle.
Tardes de lluvia en las que un niño jugaba en la puerta de su casa a hacer navegar barquitos de papel mientras chapoteaba entre los charcos, o hacerse una casita de cartón en el jardín de sus abuelos y que de forma inexorable se deshacía con las primeras gotas de lluvia. Recuerdo la avenida de Elda, recién asfaltada, cuando aún era carretera nacional. Y cómo una tarde de invierno llegó frente al jardín de mis abuelos una gran comitiva. De un coche oscuro salió una pareja encantadora, a la que todo el mundo vitoreaba; una vecina entregó a la joven dama un ramo de rosas. Ya sé que todos ustedes recuerdan en aquella escena que les acabo de narrar, a sus Majestades los Reyes de España, entonces príncipes, muy sonrientes saludando a todos los vecinos que se a ellos se acercaron.
Aquella fue una infancia muy diferente a la de mis hijos, en las que era normal salir fuera a jugar al fútbol a la calle, con un bocadillo de Nocilla, en la mano, y con la seguridad de que nada malo podía suceder, más allá de una rodilla raspada o una pedrada en la frente, nada que no se curase con u poquito de saliva. Bueno, algunas veces pasaba el cabo de los municipales y nos quitaba la pelota, y eso era el drama del día.
Recuerdo tardes de canicas y de escondite, de arañas con su tela detrás de una tapia enfrente de mi casa, y de polos de limón en el carrito de la esquina. Les puedo asegurar que no he vuelto a probar polos como aquellos, Asoma con cariño a mi memoria la guardería de doña Anita, mi primer contacto con una cierta disciplina estudiantil, con sus mesas bajas de niño, su patio de gravilla lleno de juguetes maravillosos, aquella señor con su sonrisa perenne y su frase: “a recoger, a recoger”, que marcaba el fin de la jornada. Recuerdos que me trasladan a un bosque de toñas y de monas una tarde cualquiera de Pascua, donde aún me parece oír el infantil tintineo de la risa de mis hermanos, Salva y David, y la mía propia, mientras corríamos entre aquellos carros repletos de lagartos recién horneados.
El aroma y el sabor del pan de la Espiga de Oro están presentes en mi memoria de forma indeleble, grabado a fuego y sudor, sudor de una familia que contribuyó a hacer grandes nuestro barrio. Mis padres, Paco y Maruja, supieron convertir una panadería familiar en una empresa comarcal durante los años 80 y 90.
Tardes de cine en el Aguado, con tostada y dos películas, entretuvieron a toda una generación de niños. Años más tarde, esos mismos niños, convertidos ya en jovencitos, disfrutaron en el mismo lugar de una pista de patinaje y de una discoteca. Quién me iba a decir a mí que en ese mismo solar se levantaría con el transcurso del tiempo mi hogar y el de mi familia.
El barrio de la Santa cruz ha sido testigo mudo de mi niñez y mi juventud, cómplice curioso de la historia de amor que me unió a mi mujer Mari Carmen y que ha dado sus frutos en mis hijos Lucas y África, que siguen de esta manera la saga de varias generaciones de petrerenses orgullosos de pertenecer al barrio de la Santa Cruz,
El barrio de la Cruz, tanto a nivel personal como a nivel profesional, me ha honrado con el raro privilegio de haber sido profeta en mi tierra, al depositar en mí el cuidado de su salud durante largos e intensos años, por lo que no puedo estar más que agradecido a todos ustedes por su confianza y por el respeto hacia mi persona. Es por ello tarea obligada corresponder a tan alta estima pregonando emocionado las fiestas de nuestro barrio.
Por todo ello os anuncio que durante abril y mayo el barrio se transformará y el ambiente olerá a fiesta, los actos se sucederán, y los fines de semana estarán repletos de actividades cívicas, lúdicas y religiosas, en las que todos nos sentiremos invitados y partícipes. Proclamo que las notas musicales de los pasodobles y los sones populares se escucharán por nuestras calles, hermanándose con ritmos latinos y de batucada. Y que el parque el Campet será nuevamente testigo y punto de encuentro entre músicas y vecinos.
Disfrutad también del ya tradicional concurso de tirachinas y deleitaros con las mejores gachamigas que se puedan degustar. Participad con ilusión y apetito del almuerzo popular, donde risas, camarería y buen humor serán recompensadas con sabrosas viandas y frescos caldos. Que el volteo de las campanas de la parroquia y el disparo de las salvas del viernes 3 de mayo sean el pistoletazo de salida que anuncie las fiestas de la Santa Cruz. Que la reina y sus damas de honor sean embajadoras de nuestro vecindario allá donde se las requiera y que derrochen simpatía, juventud, carisma, belleza y saber estar durante todo vuestro reinado. Que Ainhoa, Mari Carmen, Marta, Lucía, Mari Carmen, junto a sus familiares, amigos y vecinos, disfruten de estas fiestas irrepetibles y las conserven en la memoria para siempre. Que las calles se llenen de alegría, luz, color y sonidos festivos y que propios y extraños arropen todos y cada uno de los actos que se van a celebrar para mayor brillantez de nuestro barrio. Que la armonía, el compañerismo y la solidaridad sean el santo y seña del Barrio de la Santa Cruz y durante estos días tan especiales y que todos y cada uno de nosotros seamos capaces de transmitir estos buenos deseos el resto del año y el resto de nuestra vidas. Que todas y cada una de las personas que de forma anónima o significada han hecho y hacen posible nuestras fiestas se sientan orgullosos del legado que nos han dejado,
Queridos amigos, que desde esta atalaya suene mi voz alta y clara, y llegue a los hombres, las mujeres, los mayores y los niños, a propios y extraños, porque a todos anuncio y pregono que el barro de la Santa Cruz está de fiesta. Vecinos, amigos, que las fiestas de la Santa Cruz sean las fiestas de todos, que traigan la alegría y la ilusión a nuestras calles, donde la devoción por la santísima Cruz sea el hilo conductor hacia una sociedad más justa, integrada, responsable y solidaria. Vecinos, amigos todos: ¡vivan las fiestas de la Santa Cruz, viva nuestro barrio y viva el pueblo de Petrer!