El paraíso de la mujer festera

En la Ambaixada en Valencià del viernes, una joven cristiana, desde lo alto del castillo de embajadas, le espetaba al representante moro: «veuràs tu com acabem eixint fins de capitans». Desde que hace más de un siglo la tía Ramona enarbolara la bandera, Petrer ha sido el paraíso de la mujer festera. Y este año, lo hemos celebrado. Todos los ingredientes estaban puestos y nos llevaban a la culminación del boato de la tarde de ayer: un sentido pregón ensalzando su influencia, Teresa Villaplana -primera de su género- asentada en la presidencia del máximo órgano de la fiesta y dejando su impronta en pequeños cambios y ajustes muy acertados (y con estreno de presidencias femeninas en las comparsas de Estudiantes y Labradores) y una fila legendaria y pionera como las Negras en su 50 aniversario.

Antes, no obstante,  el Desfile de Honor, que por la mañana encumbró a las capitanías y a las engalanadas filas que las acompañaron, haciendo disfrutar al respetable porque ellos, exultantes, son los primeros que transmiten la alegría de estos días, y que culminó con una santa misa en la parroquia de San Bartolomé en presencia de la talla del patrón. Por la tarde, y con un tiempo que se tornó ventoso  y desapacible por momentos (pero nadie se movió de su silla), las mujeres, bajo la égida de los Moros Nuevos, tomaron las calles. Ellas -abriendo el boato- portaban el escudo de la comparsa, erguían los banderines de todas las filas de la comparsa, engalanaban el recorrido dejando plantas aromáticas a su paso, exhibieron un simbólico cañón armado con rosas, nos aromaron a todos con unos pebeteros de incienso y espliego, coloreando la escena con plumeros, y las más jóvenes deslumbraron con un rítmico baile que levantó al público de sus asientos. La fila de Negras, con integrantes históricas, acompañadas por capitanías de otros años, completaron una representación que nos llevó al grueso del desfile.

La entrada se prolongó hasta la noche entre música, vistosos trajes, maquillajes para el recuerdo y toda la belleza que siempre depara el desfile. Como colofón, la Chusma, este año con parodias de corte nacional, recordando los tejemanejes de la «Casa Irreal», desde los negocios de Urdangarín hasta la cacería de Bostwana, y la locura del fútbol, donde los astros del balón bailaron al ritmo de «ai seu tu pego» para cerrar los actos del día. Por la noche, la última fiesta (para muchos, la mejor), acompañada por bandas en muchos cuartelillos.


 

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