Democracia agotada. Política caducada. Ciudadanos apáticos, descontentos, indignados. Por fin, la indignación, parece haber despertado para convertirse en una especie de cometa que jóvenes y adultos se pasan de mano en mano haciendo volar distintas voces, diversas opiniones, sentimientos enclaustrados durante mucho tiempo, reivindicando la liberación de las cadenas que los sujetaban.
Lemas sugerentes ambientan las zonas donde los “rebeldes” se hacen oír, transmitiendo mensajes variopintos, reflejo de situaciones que, desde hace mucho, se escuchaban en “petit comité”, en esas conversaciones con familiares, amigos, conocidos o incluso con aquellos con los que tenemos encuentros casuales y quizás ya no volvamos a coincidir. “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, leemos en carteles reivindicativos en alusión a la omnipotencia de estos actores sociales. “No hay pan para tanto chorizo”, es otra de estas críticas directas, hirientes, dirigidas a remover aquellas conciencias que parecen imposibles de poder ser concienciadas al estar corrompidas por la avaricia, por ese querer poseer a costa de todo.
Muchos han seguido el consejo de Stéphane Hessel. Apenas unas hojas han bastado para transmitir ese sentimiento de revolución que podría haber estallado antes, o después, o nunca. Pero ha sido ahora, quizás sea éste el momento idóneo, eclipsando las campañas políticas que dicen más de lo mismo, con distinto color o rostro, pero siendo, en definitiva, mensajes que se esfuman tras ser emitidos. El ciudadano ya no cree en esas voces que prometen y prometen, para más tarde acabar cometiendo los mismos errores que se empeñan en criticar.
Se dice que este movimiento es confuso. Y quizás las reivindicaciones no sean del todo claras, debido precisamente a esa heterogeneidad que reina entre los manifestantes: mujeres, hombres, estudiantes, desempleados, jubilados… que denuncian públicamente problemas sufridos en primera persona, coincidentes en ocasiones y en otras no. Pero es aplausible que la sociedad despierte, que deje de lado esa pasividad que no nos permite cuestionar cómo se hacen las cosas, que nos atrapa en una espiral de silencio donde, cabizbajos, nos resignamos a acoger todo lo que, desde lo alto del poder, nos imponen, sin preguntar nada, sin responder a sus osadías.
Un cambio en la sociedad es necesario, pero para que ocurra primero debemos cambiar nuestras mentes, y la actitud con que nos enfrentamos a la vida. Necesitamos exigir que los que gobiernen no lo hagan con un fin lucrativo, difícil tarea en la sociedad capitalista en la que vivimos. Que los que asuman el poder lo hagan porque han nacido para conducir a la sociedad hasta ese, tantas veces mencionado estos días previos a las elecciones, Estado de Bienestar, que se visiona más y más lejos de nosotros con el paso de los días.
Los votantes somos los que decidimos, los que premiamos y castigamos, los que podemos hacer, con esfuerzo, constancia y firmeza, que el mundo llegue a ser, algún día, ese lugar donde todos queremos vivir dignamente y por el cual se unen las voces del M-15.