El gran desconocido, Liborio Montesinos Poveda

Pintor, escultor, modelista

Fue un enamorado de la pintura, que también practicaba y de la escultura. Su segunda hija Remedios, a la que pusieron el mismo nombre de la hermana fallecida, conserva en su casa varios cuadros y una escultura de mármol cincelada por su padre la cárcel. Sus dotes artísticas le venían de su profesión de modelista y patronista de calzado y, además, estaba considerado como «muy bueno». Nunca copió y tuvo tal visión de futuro  en el ámbito del diseño que se «adelantaba varias temporadas  moda”. Por eso lo «ficharon» las fábricas de calzado más prestigiosas. Trabajo para Belmar y el Aragonés en Elda y por eso se trasladó a vivir a la vecina población. Creó escuela y enseñó de manera totalmente altruista a muchos modelistas y patronistas de la comarca sin cobrarles nada. Por citar algunos de nuestra población, de Liborio aprendieron el oficio Ismael Poveda, Pepe Amat «Buch» Serafín Rodríguez, Gabriel Sánchiz, Daniel Leal, Heliodoro Corbí o su propio hijo llamado también Liborio.

También recibió diversas propuestas económicamente tentado­ras. De hecho, según cuenta su cuñado Vicente, Eliseo Poveda «Lito» le propuso participar en su empresa como socio. También y valiéndose adicionalmente de vínculos familiares con la fábrica de colas Gimpex. Cuestiones que rechazó al igual que otras propuestas que le impedirían ser «libre».

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Liborio junto al gallinero de la cueva de la Llobera durante las vacaciones de Sant Jaume con amigos y familiares.

 

A diferencia de otros compañeros de ideología a los que no se les permitió vivir en Petrer durante algunos años, lo de Liborio fue un exilio voluntario. Nunca lo manifestó pero siempre le quedó un resquemor hacia las personas de su pue­blo que le hicieron tanto daño y lo llevaron a la cárcel sin nin­guna razón. Eso sí, siempre vivió en casas cercanas al término municipal de Petrer (de la plaza Castelar hacia arriba).

Aunque era aconfesional respetó todas las creencias re­ligiosas. Decía que Jesucristo fue el más grande revolucio­nario del mundo. Y cuando el bautismo era cosa obligatoria bautizó a sus hijos nacidos en Elda en la iglesia de San Bartolomé de Petrer. El paraje de la Llobera situado entre Salinetes y las faldas de su querida Silla de El Cid fue su refugio, su segundo hogar. Aquellos bancales los con­virtió en un vergel y la cueva, en punto de encuentro familiar y lugar de destino de amigos y conocidos. Gustaba de criar anima­les y de cultivar las tierras. Como hombre desprendido que fue, desde que era un crío hasta su muerte hizo gala de esa generosi­dad donando trozos de sus tierras para facilitar la accesibilidad y comodidad de sus vecinos.

Ese altruismo y desinterés fue una constante a lo largo de su vida. Cuando las gentes de izquierda salían de la cárcel sabían que en casa de Liborio siempre había preparado un plato de comida para ellos hasta que rehicieran su vida en libertad y, si eran buenos zapateros, una recomendación (que habitualmente se materializa­ba) para trabajar en empresas del calzado. Fue el caso de muchos petrerenses a los que favoreció sin pedir nada a cambio. «El Bacallá» y «Pandorga» fueron dos ejemplos representativos.

Los modelistas siempre han estado muy valorados en el mundo de los zapatos y especialmente en aquellas empresas que evaluaban especialmente las nuevas tendencias de la moda por­que se traducían en más ventas. A Liborio le reconocieron de manera extraordinaria su aportación a la moda en los primeros años de la Feria Internacional del Calzado. El primer premio en metálico que recibió lo donó al antiguo hospital de Elda que es­taba ubicado en la calle Santa Bárbara. Un año, según cuenta su hija Fina, el mismo día que cobró la sustanciosa paga extra de Navidad se encontró con un amigo que pasaba por auténticas dificultades económicas. Se la entregó toda y al llegar a casa y ser preguntado contestó con toda naturalidad que a su amigo «le ha­cía más falta que a nosotros». Por esas fechas navideñas también recibía regalos y «paquetes» de las empresas para las que trabaja­ba. La mayoría de esos obsequios iban a parar a otras casas que lo necesitaban mucho más. Así era Liborio. Un hombre desprendi­do, altruista, generoso y muy buena persona.

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Practicaba el fútbol y jugó con un equipo de Elche. Liborio agachado con una cinta en la cabeza.

 

El guardapolvo y el cordel

Se codeaba con empresarios pudientes y con los que ahora llamaríamos «reconocidos estilistas». Sin embargo, él nunca abandonó su vestimenta habitual: un guardapolvo, un pantalón ancho asido a la cintura por un cordel en vez de correa y unas zapatillas cómodas y habitualmente bastante desgastadas. No tenía empacho alguno en recibir a la «élite» del calzado con esa indumentaria. Liborio Montesinos escondía una mente preclara a la hora de diseñar los mejores y más vanguardistas modelos de zapatos.

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Con su cuñada Carmen, mujer de Recaredo.

 

Tuvo muy claro que sus hijos tenían que ser jóvenes preparados y todos ellos estu­diaron en los mejores colegios y academias que entonces ha­bía en Elda. Una de sus hijas, en «las Monjas», y el mayor hizo peritaje industrial en Alicante, aunque posteriormente eligió la profesión de su padre, seconvirtió en modelista y se especializó en patronista y ajustador siendo uno de los profesionales más destacados de su época. Joaqui se sumergió en el mundo del calzado como creador, heredando los genes de su padre en esta materia. En su época juvenil formó parte del conjunto musical Los Boxers, que arrasaba en discoteca y salas de fiesta de la comarca.

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Concha, Carmen, Práxedes, Liborio, Daniel Espí, Remedios con algunos de sus hijos.

 

Hoy, y también entonces, es y era nada habitual que una persona enfrascada en la moda-en el caso que nos ocupa, del calzado- mantuviera su manera de ser y vivir por encima de actos sociales, contactos profesionales, ferias, eventos y otras “puestas en escena” que llevan consigo la moda en todas sus vertientes. Liborio Montesinos se mantuvo fiel a sus ideales hasta el final. En los últimos meses de su vida, en su cueva de la Llobrera le preguntaron si quería recibir la visita del sacerdote Marcelino Martínez, hermano del mayor de los “Caudetanos” que fue amigo íntimo de Liborio. Dijo que sí, pero siempre que fuera a verlo como amigo y persona y no como cura.

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Reme, una amiga, Joaqui, Liborio, Fini e Isa.

 

Otro dato curioso, cuando comenzó el despegue de la industria del calzado, muchos futuros empresarios comenzaron a fabricar en “el terrat” de sus viviendas y otros en estancias de las alfarerías que comenzaron su declive. En la de Cuatrovientos se iniciaron como fabricantes “Cantó” y “Boaga”, compartiendo espacio con la alfarería de Román. Tal coincidencia propició que Liborio diseñara dibujos y ornamentos para macetas, cántaros y botijos que tuvieron gran éxito en el mercado de Áfriica del norte, especialmente en Árgel.

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Remedios, Liborio y su hija Reme con un amigo de la familia.

 

Este hombre autodidacta, filósofo, humanista, “hippy” de finales de los años veinte y primeros de la década de los treinta, precursor de energías y espiritualidades merece una amplia biografía. Ahondar más en su intensa vida. Merece la pena.

2 thoughts on “El gran desconocido, Liborio Montesinos Poveda”

  1. Gracias por este articulo
    Me he recordado de mi abuelo Jose Diaz Villaplana nativo de Petrer
    Anarquista el tambien se fue a vivir en Francia en 1926, Cuando estallo la guerra volvio a Petrer y lucho contra los franquistas el tambien conocio la carcel y quizas se han cruzado en esta epoca.
    Mi abuelo al terminar la guerra se vino à Francia en Nimes donde estaban su mujer Amalia y su dos hijas

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